Lance Turner
Shirogami
07-08-2024, 10:05 PM
Me encontraba caminando por las calles del pueblo, observando los comercios llenos de vida y a los transeúntes propios de la calle, mientras estaba algo perdido entre mis pensamientos. Había llegado a este lugar hacía un par de días junto a Juuken, mi más reciente compañero. Desde mi llegada, había notado el bullicio característico de una isla próspera. El mercado estaba lleno de comerciantes vociferando sus mercancías, niños corriendo mientras reían, y marineros de todo tipo compartiendo historias de sus travesías. Cada rincón, parecía guardar una nueva aventura, y estaba decidido a descubrir todas las oportunidades que este lugar podía ofrecerme.
En esa misma mañana, Juuken había decidido explorar la ciudad por su cuenta. Debo reconocer que me preocupaba un poco, pero debía apoyarlo si quería que continuase con su desarrollo personal. Aun con esas, no podía evitar tener la ligera preocupación de que alguien le provocase un arranque de ira y se metiera en líos.
- Lance, quiero ver la ciudad por mi cuenta hoy. - Eran las palabras que había usado Juuken para comunicarme sus primeras intenciones.
No es que fuesen demasiado extrañas por sí mismas, pero lo que sí me impulsó a tomarlo muy en serio era la determinación inusitada en su voz. Ante ello, sólo pude sonreírle, orgulloso, dándole unas palmaditas en el hombro para animarle. Había quedado con él en reencontrarnos en la misma posada donde cenamos la noche anterior, así podríamos cenar juntos y ponernos al día de cómo había ido todo.
Todavía tengo presente en mi memoria la sonrisa de Juuken mientras comenzaba a desaparecer entre la multitud. Me había quedado observándolo un momento, asegurándome de que tomaba la dirección correcta hacia el centro de la ciudad. No obstante, una vez que ya lo perdí de vista, decidí dirigirme a una posada local, un lugar cálido y acogedor donde podía descansar un poco o quizás escuchar algunas historias de los lugareños. Otro punto positivo de este emplazamiento, es que de pasar algo en la ciudad, sería uno de los lugares donde me enteraría antes.
Nada más entrar en la posada, noté de inmediato el ambiente animado. La posada estaba llena de clientes charlando y riendo, el aroma de la comida recién preparada llenaba el lugar por completo, y el sonido de las jarras de cerveza chocando entre sí, resonaba por toda la estancia. Aunque pensaba tomar algo de alcohol más adelante, preferí comenzar con algo más ligero para analizar el sitio antes. Con dicha idea en mi mente, me dirigí a la barra y no tardaron mucho en servirme el vaso de agua, no sin antes, escuchar alguna risa de fondo cuando me vieron pedir aquello.
Mi primera reacción era buscar intimidarles, pero antes de siquiera hacerlo, vi a un joven tirado sobre la barra. Su aspecto era algo lamentable, e incluso devastado diría yo. No pude evitar sentirme intrigado por él, no sólo por su aspecto, que ya era bastante peculiar, ya que tenía el color del pelo morado, algo que no solía ver normalmente. A eso le acompañaba el tono de su piel, que era demasiado blanca, incluso se podría decir que cuidada. Daba la sensación de que podía romperse con un golpe seco. Sin embargo, no era eso lo que realmente había llamado mi atención, Había algo en él, pero no terminaba de entender qué era.
Cuando una camarera le sirvió la comida, lo hizo con cierto nerviosismo, y para mi sorpresa, le guiñó un ojo. Ante lo cual, el joven que recién se acababa de reincorporar tan solo le devolvió una sonrisa incómoda que me provocó una pequeña risa contenida. No pareció darse cuenta de ello, y esto era más que evidente al ver cómo devoraba su plato. Se trataba de una ración de carne guisada, que me dieron ganas de probar con tan solo verle comer así. Me incliné un poco sobre la barra para buscar a la camarera, que acababa de marcharse, cuando escuché un pequeño sollozo del chico, al cual, pude ver llorando incluso.
- ¿¡Pero tan bueno está!? – Pensé con un sentimiento casi de envidia. - ¿Dónde está esa camarera? ¡Necesito probar eso yo también!
Pasaron varios minutos hasta que volvió esa camarera, la cual parecía ignorar cada intento de llamar su atención para pedirle algo, estaba absorta en el joven. Este se encontraba ahora de otra manera completamente diferente, con una cara totalmente recompuesta. Aquel plato, sin duda le había devuelto las ganas de vivir, y así lo demostró pagando con creces la comida. Yo, mientras tanto, bebía mi vaso de agua como si el mejor vino del mundo fuese.
La camarera se dio la vuelta ilusionada por haber recibido una propina de su parte, como si eso fuese una señal de un amor correspondido, y en cuanto a mi, tan sólo me quedó suspirar, ya que mi vaso estaba completamente vacío y había renunciado mentalmente a intentar pedir nada más en ese momento. Por su parte, el joven salió, pero se quedó en la salida comenzando a realizar estiramientos.
No solía ver a la gente haciendo estiramientos en este tipo de circunstancias. Me quedé observándolo durante unos minutos, sin intervenir o decirle algo por el momento. Me encontraba bastante confundido, pues parecía que se estaba preparando para hacer deporte, pero su ropa no acompañaba para ello. Giré mi mirada hacia la camarera, y ahí estaba cual quinceañera con el corazón acelerado observándole estirar. Mientras dejaba volar su imaginación, estaba fregando una jarra de tal forma que parecía estar a punto de desgastar el cristal.
- Disculpe, señora. – Dije con una sonrisa amistosa para tratar de llamar su atención de una forma agradable. - He visto al joven que estaba aquí hace un momento. Parecía estar pasando por un mal rato. ¿Lo conoce?
La señora dejó la jarra en la barra, para a continuación comenzar a sercarse las manos en el delantal. Sin girarse a verme, comenzó a hablar, lo cual era algo frustrante para mi, estar intentando llamar su atención y no poder hacerle sombra a su engatusamiento con el chico.
- Sí, lo he visto antes. Pobre muchacho, parece que ha tenido una racha de mala suerte desde que llegó. - Respondió con un tono de preocupación. – Me han dicho que hace poco llegó a la isla arrestado por los marines.
- ¿Los marines? ¿Qué hizo para ser arrestado? – Pregunté ahora más inquieto por la situación del joven.
- Ainss… - Dijo en un suspiro que precedía a unos segundos de silencio. - Parece que todo fue un malentendido. Algo así me han contado antes unos clientes… desde entonces, ha estado deambulando por aquí.
Asentí escuchando su información y mi interés en el joven no hizo más que aumentar. A pesar de haber vivido todo eso, ahí estaba, con las pilas recargadas tras comer un buen plato caliente.
- Gracias por todo. – Le dije a la camarera dejándole una moneda, que duplicaba el precio de mi pobre consumición, un vaso de agua.
Ella asintió y tras apretarse un poco la cara en señal de querer volver a concentrarse guardó la moneda dando las gracias. Acto seguido marchó con un paño y una bandeja vacía a recoger algunas mesas que se encontraban desatendidas desde hace un rato.
Salí del local con intención de cruzarme con el joven antes de su marcha, y ver si podía entablar conversación con él. Al ponerme a su altura, pude ver en su rostro que se encontraba más relajado, y cierta ilusión en sus ojos. Era el mejor momento para comenzar a hablar con él.
- Así que los marines te traen como a un perro enjaulado, y luego te dejan aquí como si nada. – Dije directamente sabiendo que le llamaría la atención que supiese algo de su vida.
Me desperecé a su lado yo también, para generarle cierta conexión al hacer lo mismo que él unos instantes atrás y en el proceso retomé la palabra.
- Parece una mala jugarreta… - Dije en un tono algo desganado, para después mirarle fijamente con una sonrisa. – O quizá es cosa del destino, que no sabía una mejor manera de traerte hasta aquí ¿No?
Tras eso me reí un poco, sin excederme para que no pareciese una burla, y estiré mi brazo hacia él a modo de presentación amistosa.
- Mi nombre es Lance Turner ¿Y el tuyo?
En esa misma mañana, Juuken había decidido explorar la ciudad por su cuenta. Debo reconocer que me preocupaba un poco, pero debía apoyarlo si quería que continuase con su desarrollo personal. Aun con esas, no podía evitar tener la ligera preocupación de que alguien le provocase un arranque de ira y se metiera en líos.
- Lance, quiero ver la ciudad por mi cuenta hoy. - Eran las palabras que había usado Juuken para comunicarme sus primeras intenciones.
No es que fuesen demasiado extrañas por sí mismas, pero lo que sí me impulsó a tomarlo muy en serio era la determinación inusitada en su voz. Ante ello, sólo pude sonreírle, orgulloso, dándole unas palmaditas en el hombro para animarle. Había quedado con él en reencontrarnos en la misma posada donde cenamos la noche anterior, así podríamos cenar juntos y ponernos al día de cómo había ido todo.
Todavía tengo presente en mi memoria la sonrisa de Juuken mientras comenzaba a desaparecer entre la multitud. Me había quedado observándolo un momento, asegurándome de que tomaba la dirección correcta hacia el centro de la ciudad. No obstante, una vez que ya lo perdí de vista, decidí dirigirme a una posada local, un lugar cálido y acogedor donde podía descansar un poco o quizás escuchar algunas historias de los lugareños. Otro punto positivo de este emplazamiento, es que de pasar algo en la ciudad, sería uno de los lugares donde me enteraría antes.
Nada más entrar en la posada, noté de inmediato el ambiente animado. La posada estaba llena de clientes charlando y riendo, el aroma de la comida recién preparada llenaba el lugar por completo, y el sonido de las jarras de cerveza chocando entre sí, resonaba por toda la estancia. Aunque pensaba tomar algo de alcohol más adelante, preferí comenzar con algo más ligero para analizar el sitio antes. Con dicha idea en mi mente, me dirigí a la barra y no tardaron mucho en servirme el vaso de agua, no sin antes, escuchar alguna risa de fondo cuando me vieron pedir aquello.
Mi primera reacción era buscar intimidarles, pero antes de siquiera hacerlo, vi a un joven tirado sobre la barra. Su aspecto era algo lamentable, e incluso devastado diría yo. No pude evitar sentirme intrigado por él, no sólo por su aspecto, que ya era bastante peculiar, ya que tenía el color del pelo morado, algo que no solía ver normalmente. A eso le acompañaba el tono de su piel, que era demasiado blanca, incluso se podría decir que cuidada. Daba la sensación de que podía romperse con un golpe seco. Sin embargo, no era eso lo que realmente había llamado mi atención, Había algo en él, pero no terminaba de entender qué era.
Cuando una camarera le sirvió la comida, lo hizo con cierto nerviosismo, y para mi sorpresa, le guiñó un ojo. Ante lo cual, el joven que recién se acababa de reincorporar tan solo le devolvió una sonrisa incómoda que me provocó una pequeña risa contenida. No pareció darse cuenta de ello, y esto era más que evidente al ver cómo devoraba su plato. Se trataba de una ración de carne guisada, que me dieron ganas de probar con tan solo verle comer así. Me incliné un poco sobre la barra para buscar a la camarera, que acababa de marcharse, cuando escuché un pequeño sollozo del chico, al cual, pude ver llorando incluso.
- ¿¡Pero tan bueno está!? – Pensé con un sentimiento casi de envidia. - ¿Dónde está esa camarera? ¡Necesito probar eso yo también!
Pasaron varios minutos hasta que volvió esa camarera, la cual parecía ignorar cada intento de llamar su atención para pedirle algo, estaba absorta en el joven. Este se encontraba ahora de otra manera completamente diferente, con una cara totalmente recompuesta. Aquel plato, sin duda le había devuelto las ganas de vivir, y así lo demostró pagando con creces la comida. Yo, mientras tanto, bebía mi vaso de agua como si el mejor vino del mundo fuese.
La camarera se dio la vuelta ilusionada por haber recibido una propina de su parte, como si eso fuese una señal de un amor correspondido, y en cuanto a mi, tan sólo me quedó suspirar, ya que mi vaso estaba completamente vacío y había renunciado mentalmente a intentar pedir nada más en ese momento. Por su parte, el joven salió, pero se quedó en la salida comenzando a realizar estiramientos.
No solía ver a la gente haciendo estiramientos en este tipo de circunstancias. Me quedé observándolo durante unos minutos, sin intervenir o decirle algo por el momento. Me encontraba bastante confundido, pues parecía que se estaba preparando para hacer deporte, pero su ropa no acompañaba para ello. Giré mi mirada hacia la camarera, y ahí estaba cual quinceañera con el corazón acelerado observándole estirar. Mientras dejaba volar su imaginación, estaba fregando una jarra de tal forma que parecía estar a punto de desgastar el cristal.
- Disculpe, señora. – Dije con una sonrisa amistosa para tratar de llamar su atención de una forma agradable. - He visto al joven que estaba aquí hace un momento. Parecía estar pasando por un mal rato. ¿Lo conoce?
La señora dejó la jarra en la barra, para a continuación comenzar a sercarse las manos en el delantal. Sin girarse a verme, comenzó a hablar, lo cual era algo frustrante para mi, estar intentando llamar su atención y no poder hacerle sombra a su engatusamiento con el chico.
- Sí, lo he visto antes. Pobre muchacho, parece que ha tenido una racha de mala suerte desde que llegó. - Respondió con un tono de preocupación. – Me han dicho que hace poco llegó a la isla arrestado por los marines.
- ¿Los marines? ¿Qué hizo para ser arrestado? – Pregunté ahora más inquieto por la situación del joven.
- Ainss… - Dijo en un suspiro que precedía a unos segundos de silencio. - Parece que todo fue un malentendido. Algo así me han contado antes unos clientes… desde entonces, ha estado deambulando por aquí.
Asentí escuchando su información y mi interés en el joven no hizo más que aumentar. A pesar de haber vivido todo eso, ahí estaba, con las pilas recargadas tras comer un buen plato caliente.
- Gracias por todo. – Le dije a la camarera dejándole una moneda, que duplicaba el precio de mi pobre consumición, un vaso de agua.
Ella asintió y tras apretarse un poco la cara en señal de querer volver a concentrarse guardó la moneda dando las gracias. Acto seguido marchó con un paño y una bandeja vacía a recoger algunas mesas que se encontraban desatendidas desde hace un rato.
Salí del local con intención de cruzarme con el joven antes de su marcha, y ver si podía entablar conversación con él. Al ponerme a su altura, pude ver en su rostro que se encontraba más relajado, y cierta ilusión en sus ojos. Era el mejor momento para comenzar a hablar con él.
- Así que los marines te traen como a un perro enjaulado, y luego te dejan aquí como si nada. – Dije directamente sabiendo que le llamaría la atención que supiese algo de su vida.
Me desperecé a su lado yo también, para generarle cierta conexión al hacer lo mismo que él unos instantes atrás y en el proceso retomé la palabra.
- Parece una mala jugarreta… - Dije en un tono algo desganado, para después mirarle fijamente con una sonrisa. – O quizá es cosa del destino, que no sabía una mejor manera de traerte hasta aquí ¿No?
Tras eso me reí un poco, sin excederme para que no pareciese una burla, y estiré mi brazo hacia él a modo de presentación amistosa.
- Mi nombre es Lance Turner ¿Y el tuyo?