
Ungyo Nisshoku
Luna del Alba
22-12-2024, 02:33 AM
El desierto, siempre el desierto de mierda este. Nunca me tocaban bandidos en la ciudad, o en un oasis, o en un lugar fresco. Siempre era en el puto desierto. Esta vez parecía ser algo grande. Cuando el grandulón de Lykos nos reunió y nos pidió a todos cubrir esta misión, él incluído supe que no se trataba del típico encargo de ir a apalizar un par de malandrines de poca monta. Eso lo podía hacer cualquiera solo. Los 5 en un mismo trabajo solo significaba que se trataba de algo bastante serio.
A pesar del calor, partimos cuando apenas amanecía y la verdad eso me alivió, porque cuando los primeros rayos del hermoso sol me alcanzaron, ya estábamos bien adentrados en el desierto. Por suerte Agyo tenía la lengua reseca de tanto hablar pendejadas desde que nos habíamos levantado, con lo que no tuve que escucharle mucho durante la caminata, que dicho sea de paso, me llamarán lo que quieran, pero caminar por esta arena infernal, solo demostraba el nivel de consideración que tenía hacia mis compañeros, porque si por mi fuera ya me habría ido volando hace rato a buscar a nuestro objetivo pero es que sin dudarlo.
El olor era apestoso, el aire sofocante. Lo único que me reconfortaba era sentir el cálido sol nutrir mi piel y llenar de energía mis células, mientras mis alas brillaban como una bengala. Por supuesto procuraba mantenerlas plegadas, pues no quería alertar a nadie de mi presencia como un imprudente. Agyo y yo pudimos haber hecho un vuelo de reconocimiento, pero por alguna razón (supongo que al ser nuestra primera misión así de seria), Lykos nos dijo que nos mantuviéramos juntos. Apenas unas horas después de haber iniciado el viaje en busca de... unos forajidos, si mal no recuerdo, un líder y sus chupamedias, habían matado a unos ex-marines. Francamente no podía darme más igual, pero bueno, el gremio de cazadores de Ciudad Orange se había puesto en contacto con los Crinsom Crusaders y henos aquí, haciendo la tarea que ellos no pudieron. Supuestamente la batalla había sido no hace mucho, con lo que si estaban por esta zona, no debería tomarnos demasiado en encontrarlos.
En fin. Unas horas después de haber inciado la tediosa caminata desértica, nos topamos con unos comerciantes que, luego del susto de ver semejante grupo variopinto que éramos, nos supieron dar indicaciones, explicando que hacía no mucho habían visto un par de cuerpos entre las dunas, señalando la direcci´no de la que venían. No lo dudamos ni una milésima de segundo y seguimos aquella pista, que luego de tantas, aprecía ser la más concisa y de primera mano. La ruta era ardua, pero el desierto no iba a dejar de ser un obstáculo más. Mejor acostumbrarnos. Paramos un momento a acampar para reponer fuerzas, y a que no adivinan quién comenzó con la avalancha de palabrería apenas pudo hidratar el gaznate. Agyo "preguntas locas" Nisshoku empezó a interrogar a Lykos, como si el hombre supiera más que nosotros sobre el paradero de nuestro objetivo.
"Porque debe ser que Lykos nos puso a caminar por todo este desierto por pura diversión, seguramente" pensé en espetarle a Agyo, pero solo me limité a chasquear mi lengua dos veces en señal de decepción. Preguntó también si alguno había pasado por aquí antes y si Lykos tenía algún plan. Yo por mi parte observé a los alrededores, y a lo lejos, al oeste, pude ver los cañones que delimitaban aquella región. Silbé entonces para llamar la atención de Lykos, y de quien se animara a girar su vista a mi, y señalé hacia aquella dirección. Miré a Agyo, que seguramente entendería, pero entonces recordé que éramos un grupo y haciendo un acto en contra de la conservación de líquidos en mi cuerpo, malgasté saliva en hablar.
En los cañones-Um
Tomé un poco del agua de mi odre y sin perder el tiempo, empecé a caminar. No quería malgastar luz de día en tener un picnic a la mitad de la nada. Ya había pasado un tiempo desde que habíamos parado aquí y seguramente el grupo habría descansado lo suficiente.