Jack Silver
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22-12-2024, 03:34 AM
Prisión de Kilombo, Base G-23 de la Marina
Día 62, Verano del año 724
Día 62, Verano del año 724
El comedor recuperó su ritmo habitual cuando Panda abandonó la mesa de los Veganos. Aunque el grupo no había mostrado demasiado interés en despedirlo, tampoco parecía haber tomado nota de su movimiento, sumergidos de nuevo en sus propias conversaciones. Con su plato lleno y una actitud despreocupada, el mink se centró en observar al grupo más sospechoso desde una posición cercana, recogiendo fragmentos de susurros que apenas sobresalían del bullicio general. Las palabras eran vagas, pero suficientes para despertar conjeturas. La idea de contrabando resonaba en su mente, algo común en una prisión, pero la conexión con el olor metálico y las manchas en el delantal del cocinero podían sugerir que este negocio no era tan convencional como el tráfico de cigarrillos o bebidas alcohólicas.
Con el grupo aún enfrascado en su conversación y el cocinero ocupado, Panda decidió cambiar de táctica. Tras abandonar el comedor con paso casual, comenzó a recorrer los pasillos, orientándose por los escasos lugares que había visitado y su instinto. A medida que avanzaba, el rastro metálico se debilitaba por momentos, pero un cambio en la dirección del aire lo guió hacia un área menos transitada de la prisión.
Tras girar en un pasillo angosto, el olor metálico volvió a intensificarse. Los pasos de Panda lo llevaron hasta una puerta marcada con un letrero de acceso restringido. Aunque estaba cerrada con candado, se podía notar que la cerradura mostraba signos de desgaste. La ceniza similar a la del delantal del cocinero manchaba parte del suelo cercano, como si alguien hubiera estado manipulando la puerta recientemente.
Un leve sonido detrás de él lo hizo tensarse. Al darse la vuelta, vio a uno de los hombres del grupo sospechoso saliendo del pasillo principal. El recluso no reparó en Panda al principio, pero al notar su presencia, se detuvo un instante antes de seguir caminando hacia otra dirección, con las manos en los bolsillos y un aire indiferente. Sin embargo, su reacción había sido demasiado repentina como para no levantar sospechas.
El olor metálico persistía cerca de la puerta, pero ahora Panda tenía algo más en qué pensar: la reacción del recluso podría significar que estaba relacionado con lo que se ocultaba tras esa entrada. La pista estaba clara, pero las posibles implicaciones de actuar sin más eran un riesgo.
El tiempo apremiaba. Debía decidir si intentar investigar la puerta de inmediato, seguir al recluso que se había desviado o esperar el momento adecuado para regresar más tarde, cuando las condiciones fueran más favorables.