Asradi
Völva
22-12-2024, 02:04 PM
Era consciente, por desgracia, de que se estaba metiendo en una más que posible ratonera. Una trampa. Pero sentía que ahí había algo más de lo que ella pudiese imaginar. En cuanto se pusieron en marcha, Asradi no pudo evitar echar un vistazo a un lado y a otro. No solo a los mink que la rodeaban parcialmente a medida que avanzaban por los angostos túneles. Sino también al mismo recorrido que estaban haciendo, como si intentase memorizarlo de alguna manera. Pero sabía que era imposible. Había descubierto, al menos de manera parcial, lo intrincados que eran aquellos pasadizos. A decir verdad, dudaba mucho de que pudiese salir sola de allí por sí misma. Lo que la ponía en una posicion todavía más vulnerable. Y eso no le gustaba en lo absoluto.
— Puedo entender, incluso creerte, que algunos fuesen entregados por sus familias. No considero que eso sea lo correcto, aún así. — Avanzaba a saltitos cerca de él, con una expresión seria y de clara desconfianza. — Pero no te creo que todos los niños hayan llegado aquí de esa manera. De hecho... — Aquella niña, su madre, de repente pasó por su cabeza. — … Llegué aquí por una niña a la que habían secuestrado. Y que, precisamente, terminó aquí. Su madre está buscándola.
Tras ese comentario, miró de reojo directamente al que parecía ser el líder de todo aquel tinglado o, al menos, de aquel grupo. No esperó respuesta inmediata, aunque deseaba tenerla. Una sincera. Lo peor de todo es que sentía que aquel tipo no le mentía. No en gran medida, claro.
— ¿Y crees que haciendo estas cosas lograrás algo? Sé que hay gente corrupta, sobre todo en el gobierno. — Le miró más ceñudamente. — No sé cual es la situación de los mink con respecto a la sociedad, a los humanos. Pero si es mínimamente parecida a los de mi especie, déjame decirte que este tampoco es el camino. ¿Qué soluciones ofrecéis? ¿Convertirlos en ladrones, en lacras de la sociedad? Eso no es una solución, ni siquiera es un parche para tapar una herida. Os estáis enterrando vosotros mismos.
Se estaban convirtiendo, directa o indirectamente, como esa gente a la que despreciaban.
Lo que Asradi no se esperó, para nada, fue ver lo que sus ojos lograron atisbar en cuanto llegaron a la nueva zona. La mirada de la sirena se abrió de par en par, en una mezcla inclemente de emociones. Desde miedo, preocupación, asombro y demás. Toda una amalgama en su interior que fue incapaz de expresar correctamente. ¿Qué era todo aquello?
No era solo un simple complejo de túneles. Era toda una ciudad subterránea. Un centro neurálgico de personas, de niños, de gente de todas las edades que parecía tener una vida allí dentro. Extraña y oscura, sí, pero una vida.
— ¿Parte... de vuestra familia? ¿Cómo la mafia puede ser una familia para estes niños? — No pudo evitar preguntar, en un susurro audible mientras se adelantaban a uno de los balcones, desde donde se podía ver absolutamente todo. Asradi se mantuvo en silencio durante unos segundos, mordisqueándose el labio inferior mientras su cabeza iba a mil por hora. Tras eso, le miró de reojo.
— ¿Cómo sabes mi nombre? — Musitó, casi con tiento. Aunque eso no era lo importante ahora. No, el tema peliagudo estaba en lo que ese hombre le ofrecía. La sirena guardó silencio mientras sopesaba sus probabilidades y, en ese tiempo, el hombre decidió descubrirse ante ella. La pelinegra sostuvo la respiración un par de segundos, en una mezcla de admiración, asombro y que luego se plasmó en una mirada más cautelosa. Otro mink. Se trataba de un imponente mink tigre blanco, con el cuerpo plagado de tatuajes. Lo que le daba una visión todavía más impresionante y peligrosa.
Asradi apretó los labios.
— Sé como es el mundo del exterior. Sé que no es perfecto, sé que está plagado de gente que son más lacras que personas... — Tomó aire. Ella también tenía su propia historia. — Muéstramelo, pero no creo que cambie mucho mi decisión. — Aún así, estaba dispuesta a intentar comprender.