Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[A-T1] El Danzante de la Retribución
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
21 de Verano del 724


Kilombo, con su eterno susurro de olas y la danza incansable de las palmeras, era el escenario perfecto para la introspección. Rostock era una isla que me había provocado cierta extrañeza en mi alma, una sensación de paz absoluta y de tranquilidad desde que la encontré. La brisa oceánica acariciaba la piel con un fresco aliento salado, y el murmullo constante del mar se convertía en una melodía que enmascaraba mis pensamientos. Pero para mí, la introspección no era una simple necesidad emocional; se había convertido en un ejercicio intelectual riguroso, una búsqueda de respuestas en un laberinto de emociones y razonamientos que en esta ocasión no lograba desentrañar por completo.

La muerte de aquella noble muchacha había abierto una brecha en mi aparente invulnerabilidad, una brecha que no lograba comprender del todo. Seraphine, con su cabello rubio y su sonrisa cálida, había sido una presencia constante en mi breve paso por Rostock, una salvaguarda en la tormenta de mi horizonte. Su pérdida había dejado una huella en mí, y aunque no sabía desglosar exactamente de lo que se trataba, bien es cierto que estaba decidido a encontrar la clave.

Un libro que había leído en mi niñez tenía una frase perfecta para desglosar este sentimiento de manera precisa: "Las personas son llaves que abren una parte de nosotros mismos".
Cuanta razón, y a la vez, enorme contradicción conforme a lo que mi vida había presenciado.

En la playa solitaria donde me encontraba entrenando, cada movimiento de mi cuerpo en el entreno, el cual resonaba con una intensidad que parecía contradecir la frialdad que solía caracterizar mi forma de enfrentar la vida. Este arte marcial, una danza mortal que había desarrollado para reflejar mi búsqueda de control y dominio sobre mí mismo y sobre el mundo que me rodeaba, se había convertido en un campo de batalla tanto físico como emocional. Sin embargo, a pesar de la aparente eficacia de la técnica, experimentaba una disonancia desconcertante con cada golpe y cada patada que ejecutaba.

El arte de "Occhi della Retribuzione" debería haber sido el canal perfecto para transformar mi frustración y mi dolor en fuerza y precisión. Pero, en lugar de eso, esos sentimientos se diluían en una fría indiferencia que me desconcertaba. Era como si el dolor que alguien anhela que le impulsara se evaporara en el aire, dejando detrás solo un vacío que no sabía cómo llenar. Mi mente, entrenada en lógica y cálculos precisos, se veía enfrentada a un enigma emocional que no podía resolver.
En mis momentos de calma, cuando me retiraba de la playa y regresaba a mi estudio en la ciudad, el contraste era notable. Allí, rodeado de libros antiguos y tesis, buscaba respuestas en la filosofía, la música y la ciencia. El lugar era un santuario de conocimiento, un refugio donde podía analizar los mecanismos de la emoción humana con la misma precisión con la que abordaba un problema matemático. Cada libro que leía, cada teoría que exploraba, parecía acercarme más a una comprensión racional, pero la explicación satisfactoria sobre lo que sentía seguía eludiéndome.

La muerte de Seraphine había sido un evento externo, un hecho objetivo que había alterado mis cálculos meticulosamente elaborados. La frialdad con la que solía abordar el mundo había sido cuestionada por una reacción emocional que no encajaba en mi modelo. Sin embargo, a pesar de la admiración que sentí durante un periodo por la muchacha, amparada en la calidez de sus ojos y en su humildad, no había logrado establecer un vínculo emocional profundo que realmente casara con la certeza.

En un intento por comprender mis sentimientos, decidí comenzar un diario. En sus páginas, intentaba desentrañar mis pensamientos y emociones con la misma objetividad con la que estudiaba un problema matemático. Escribir se convirtió en una herramienta de análisis, una manera de catalogar y examinar mi aflicción. Pero por más que intentara racionalizarlo, las palabras parecían escapar de mi control, como si la esencia misma de mi sufrimiento se deslizara entre la libertad creativa y dejara un vacío palpable.

Con el tiempo, me di cuenta de que la emoción era un enigma que escapaba a mi control. La pérdida de Seraphine había revelado una parte de mí que desconocía, una faceta vulnerable y sensible que desafiaba mi comprensión. Aunque me resistía a aceptar esta nueva faceta de mi personalidad, sabía que debía aprender a convivir con ella. La intensidad de mi dolor y la complejidad de mis emociones no eran algo que pudiera eliminar con el mismo enfoque lógico que aplicaba a mis estudios y a mi arte marcial. No era tan fácil como desechar los restos humanos que caían en las minas de la Hacienda Blackmore, y, sin embargo, teóricamente son lo mismo.

Desde niño mi humanidad había quedado arrancada desde el mismo instante que quedé desprotegido del vientre materno, creciendo en un entorno hostil y férreo de seda envenenada y alta sociedad. Contraposición eterna de ambos niveles de la balanza. 
Mi padre solía decirnos que nosotros no éramos como el resto de nobles, que nosotros lo habíamos cosechado con la fuerza de nuestras manos y éramos merecedores de todo. Éramos el depredador y el resto, nuestras ovejas.

Así, el "Occhi della Retribuzione" dejó de ser una mera expresión de mi dominio sobre mí mismo y se convirtió en una herramienta para explorar las profundidades de mi alma. Cada movimiento en el entrenamiento se cargaba de una nueva dimensión, una búsqueda de entendimiento que iba más allá del control físico. El arte marcial había sido inconscientemente deseñado para reflejar mi capacidad de mantener el dominio y la disciplina, ahora se transformaba en una ventana hacia mi interior, una forma de confrontar las sombras que había evitado durante tanto tiempo. La negritud de las Artes de Combate Blackmore junto con la pureza de la inocencia de un encuentro no consumado, me mantenían en un extraño limbo, equilibrado y a la vez, peligroso.

Mientras me movía por la playa, el sonido de las olas y el susurro de las palmeras se convertían en un telón de fondo para mi introspección. Cada golpe y cada patada eran un intento de conectar con una parte de mí mismo que había sido ocultada bajo una capa de lógica y racionalidad.  La misma danza macabra de mi cuerpo era un reflejo de ello, pues golpeaba de manera rápida y afilada para volver a una escena de aparente calma e indefensión velada.

En el silencio de la noche, cuando el cielo se llenaba de estrellas y el mar se calmaba en un susurro suave, me permitía reflexionar sobre el progreso que había hecho. La muerte de Seraphine, aunque dolorosa, me había llevado a una introspección más profunda. Aceptar y explorar la vulnerabilidad que había surgido en mi vida era un desafío continuo, pero también una oportunidad para crecer y comprenderme mejor.

La armonía de la muerte, me había llevado al fin a la comprensión: Seraphine encontró la paz en la muerte.

El desarrollo de esta marcialidad no era simplemente una técnica para dominar el cuerpo, era mucho más. Era el camino que exploraba mi luz, mi oscuridad y me mantenía en el medio. Por las pasiones no consumadas y que con el tiempo serían olvidadas, pero también por el veneno corrosivo que mi sangre portaba y que me impelía a reclamar todo bajo mi yugo.

¿Quién iba a ser yo para no ofrecer la tranquilidad de la muerte a cualquiera que la deseara como amante?
#1


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[A-T1] El Danzante de la Retribución - por Terence Blackmore - 07-08-2024, 11:10 PM

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