Arthur Soriz
Gramps
23-12-2024, 05:00 AM
El suave tintineo de la campanilla sobre la puerta de la juguetería resonó en el cálido interior un marcado contraste con el frío exterior... era el primer día de invierno y ya se notaba que los primeros copos de nieve empezaban a caer del cielo gris. El local olía a madera vieja y un sutil toque de lavanda, probablemente un esfuerzo por mantener un ambiente acogedor.. La señora Crabpot, una mujer entrada en años con el cabello blanco recogido en un moño sencillo levantó la vista desde unas muñecas de trapo que estaba reparando detrás del mostrador.
Con una sonrisa amable aunque algo cansada se dirigió hacia ti... limpiándose las manos en el delantal. Su mirada se posó brevemente en la insignia de la Marina antes de enfocarse en tu rostro, buscando con cierto interés qué motivo te había llevado a su tienda. A medida que escuchaba tus preguntas sus ojos parecieron oscurecerse por un momento. Su sonrisa se desvaneció, dejando al descubierto las líneas de preocupación que surcaban su rostro.
— Ah, los adornos... Sí, fueron esos chicos sin duda —respondió con un suspiro profundo, su voz teñida de melancolía—. Hace unos años ellos mismos venían aquí con tanto entusiasmo. Pero ahora...
Se interrumpió, mirando hacia la ventana con una expresión pensativa.
— Es triste lo que les ha pasado. Escuché que alguien les dijo que todo esto de las fiestas era una tontería, que Santa Klaus no existía y que la Navidad era solo una excusa para gastar dinero. Pobrecitos... parecían tan afectados después de eso.
La mujer negó con la cabeza, un gesto lento que hablaba de años de experiencia lidiando con personas y sus problemas. Pero por sobre todas las cosas se notaba la tristeza que le daba el que les hayan arrebatado su inocencia, esa dulce diversión infantil de creer en algo... ser buenos chicos con tal de recibir regalos aunque fuera unos años más...
— Desde entonces, esos niños parecen haber perdido toda la ilusión. No los culpo completamente. Es duro ver cómo algo que te hacía feliz se desvanece de un plumazo. Pero tampoco es excusa para lo que están haciendo.
Por un instante sus ojos se posaron en ti como buscando una respuesta o quizás una promesa de que harías algo para devolver el equilibrio a la situación.
— Dicen cosas como que si ellos no pueden disfrutar de las fiestas... nadie debería. Eso no está bien. La Navidad no debería ser una fuente de tristeza para nadie y mucho menos para unos niños.
Te dejó con esas palabras mientras volvía a su lugar detrás del mostrador. El ambiente de la tienda se sentía pesado, cargado de esa mezcla de nostalgia y resignación que parece envolver a los lugares donde la magia se ha desvanecido aunque sea un poco.
Las palabras de la señora Crabpot resonaban en tu mente. Las piezas comenzaban a encajar, aunque todavía había mucho por descubrir. Si esos adolescentes actuaban movidos por el enojo y la desilusión, la solución quizás requeriría algo más que una reprimenda o castigo.
Con toda esa información en mente, lo único que restaba era encontrar a aquellos chicos y averiguar qué hicieron con las decoraciones robadas. El taller de sastrería y el almacén abandonado eran las áreas mencionadas como posibles puntos de reunión de los chicos. El frío invernal hacía que las calles estuvieran más desiertas de lo habitual, lo que facilitaba identificar a cualquiera que pareciera fuera de lugar.
Las pistas eran claras... estos jóvenes no solo buscaban robar. Había una intención más profunda detrás de sus acciones... un intento de imponer su descontento sobre la comunidad. El reto ahora era encontrar la forma de abordar esta situación sin alienarlos aún más pero también asegurando que Loguetown pudiera recuperar la alegría que parecía haberse perdido con los adornos.
¿Qué harás, Ares?
Con una sonrisa amable aunque algo cansada se dirigió hacia ti... limpiándose las manos en el delantal. Su mirada se posó brevemente en la insignia de la Marina antes de enfocarse en tu rostro, buscando con cierto interés qué motivo te había llevado a su tienda. A medida que escuchaba tus preguntas sus ojos parecieron oscurecerse por un momento. Su sonrisa se desvaneció, dejando al descubierto las líneas de preocupación que surcaban su rostro.
— Ah, los adornos... Sí, fueron esos chicos sin duda —respondió con un suspiro profundo, su voz teñida de melancolía—. Hace unos años ellos mismos venían aquí con tanto entusiasmo. Pero ahora...
Se interrumpió, mirando hacia la ventana con una expresión pensativa.
— Es triste lo que les ha pasado. Escuché que alguien les dijo que todo esto de las fiestas era una tontería, que Santa Klaus no existía y que la Navidad era solo una excusa para gastar dinero. Pobrecitos... parecían tan afectados después de eso.
La mujer negó con la cabeza, un gesto lento que hablaba de años de experiencia lidiando con personas y sus problemas. Pero por sobre todas las cosas se notaba la tristeza que le daba el que les hayan arrebatado su inocencia, esa dulce diversión infantil de creer en algo... ser buenos chicos con tal de recibir regalos aunque fuera unos años más...
— Desde entonces, esos niños parecen haber perdido toda la ilusión. No los culpo completamente. Es duro ver cómo algo que te hacía feliz se desvanece de un plumazo. Pero tampoco es excusa para lo que están haciendo.
Por un instante sus ojos se posaron en ti como buscando una respuesta o quizás una promesa de que harías algo para devolver el equilibrio a la situación.
— Dicen cosas como que si ellos no pueden disfrutar de las fiestas... nadie debería. Eso no está bien. La Navidad no debería ser una fuente de tristeza para nadie y mucho menos para unos niños.
Te dejó con esas palabras mientras volvía a su lugar detrás del mostrador. El ambiente de la tienda se sentía pesado, cargado de esa mezcla de nostalgia y resignación que parece envolver a los lugares donde la magia se ha desvanecido aunque sea un poco.
Las palabras de la señora Crabpot resonaban en tu mente. Las piezas comenzaban a encajar, aunque todavía había mucho por descubrir. Si esos adolescentes actuaban movidos por el enojo y la desilusión, la solución quizás requeriría algo más que una reprimenda o castigo.
Con toda esa información en mente, lo único que restaba era encontrar a aquellos chicos y averiguar qué hicieron con las decoraciones robadas. El taller de sastrería y el almacén abandonado eran las áreas mencionadas como posibles puntos de reunión de los chicos. El frío invernal hacía que las calles estuvieran más desiertas de lo habitual, lo que facilitaba identificar a cualquiera que pareciera fuera de lugar.
Las pistas eran claras... estos jóvenes no solo buscaban robar. Había una intención más profunda detrás de sus acciones... un intento de imponer su descontento sobre la comunidad. El reto ahora era encontrar la forma de abordar esta situación sin alienarlos aún más pero también asegurando que Loguetown pudiera recuperar la alegría que parecía haberse perdido con los adornos.
¿Qué harás, Ares?