Octojin
El terror blanco
23-12-2024, 02:57 PM
El camino hacia la granja es una mezcla de charla animada y descripciones cada vez más extravagantes de la bestia que has venido a enfrentar. Los jóvenes que te guían parecen llenos de energía y entusiasmo, aunque la precisión de sus palabras deja algo que desear. Lo cierto es que te parece que cada vez que hablan están describiendo más a una bestia sacada de una fábula que a una que pueda tener cierta lógica. Camináis entre campos abiertos y granjas desperdigadas, con el canto de los pájaros como banda sonora y el olor de la tierra húmeda llenando el aire. Un ambiente que sin duda te podrá sentar bastante bien. ¿Cuánto hacía que no caminabas por la naturaleza más pura como esa? El paisaje se extiende hacia el horizonte, con los arrozales y los cultivos de vegetales luchando por mantenerse fértiles bajo el cuidado de los granjeros.
—Es enorme, te lo juro —dice uno de los chicos, gesticulando exageradamente con las manos—. Tan alto como una casa por lo menos. Tiene colmillos que podrían atravesar una roca, y dicen que su cola puede derribar árboles como si fueran ramas secas, es algo totalmente monstruoso.
El otro joven asiente con fervor, añadiendo detalles aún más pintorescos.
—Y sus ojos… brillan en la oscuridad como brasas encendidas. Es un monstruo, no un simple cocodrilo. Seguro que viene del mismísimo infierno o algo así. Nadie ha podido detenerlo y eso ya te dice algo, que si no es de este mundo, nada le podrá detener. Yo le he dicho a mi padre que me quiero ir de aquí, que la bestia acabará con nosotros, pero no me hace caso.
Sin embargo, llega un punto en el que te confiesan que no han visto a la criatura con sus propios ojos, bajando un poco el tono.
—Bueno… Es verdad que técnicamente no la hemos visto —admite el más delgado, rascándose la nuca con una sonrisa nerviosa—. Pero hemos visto sus huellas, ¡y son enormes! Más grandes que mis dos pies juntos. Eso tiene que decir algo, ¿no? Seguro que todo esto que nos han contado es verdad, yo no lo dudo la verdad.
La conversación sigue mientras avanzáis, y pronto alcanzáis la granja donde todo parece estar centrado en prepararse para el ataque. Dos hombres os reciben al llegar. Ambos tienen la piel curtida por el sol y las manos marcadas por años de trabajo en el campo. Son campesinos de los buenos, de los que parecen llevar más tiempo trabajando que años tienen. Sus ropas son simples pero funcionales, y la expresión de sus rostros revela un cansancio mezclado con determinación.
Los dos jóvenes no tardan en ponerles al día. Hablan de que tú eres la guerrera que derrotó al alumno en el dojo y de la que todo el mundo habla, y pronto estos sonríen, pensando que quizá tengas alguna opción. Porque la tienes, ¿no?
—Gracias por venir —dice uno de ellos, un hombre de mediana edad con una barba descuidada y una mirada directa—. Nos viene bien toda la ayuda que podamos conseguir.
Te ponen al día rápidamente. La granja está plagada de trampas: minas improvisadas bajo el suelo, zanjas ocultas bajo cubiertas de hierba, redes listas para caer si algo suficientemente grande pasa por encima. Sin embargo, explican que la bestia, por alguna razón, parece capaz de evadirlas todas.
—Pasa por aquí tan rápido que no conseguimos dirigirla hacia donde queremos —comenta el otro hombre, algo más joven pero igualmente marcado por el esfuerzo—. Hemos intentado de todo, pero parece que sabe exactamente dónde no pisar.
Te indican con cuidado los puntos donde han colocado cada trampa, señalándolos en el terreno mientras os movéis por los campos. A pesar del detalle con el que las describen, se hace evidente que sus esfuerzos están resultando infructuosos. La criatura sigue atacando y desapareciendo antes de que puedan atraparla.
—Aparece generalmente a media tarde o cerca de la medianoche —explica el hombre de la barba—. Tenemos unas dos horas antes de que sea probable que vuelva. Si quieres mover alguna de las trampas o añadir algo nuevo, ahora es el momento.
El terreno que rodea la granja es amplio, con cultivos extendiéndose en todas direcciones. Los bordes están marcados por cercas rudimentarias que hacen poco por contener a un depredador del tamaño que han descrito. A lo lejos, puedes ver las huellas que mencionaron los chicos. Son profundas, alargadas y anormalmente grandes, lo que da algo de peso a las historias sobre la magnitud de la bestia. Quizá no todo lo que hayan contado sea cierto, pero el tamaño de la bestia es realmente grande. ¿Estás segura de querer enfrentarte a esto?
Tienes tiempo para planificar, mover las trampas existentes, o incluso sugerir algo nuevo que pueda cambiar el rumbo de la caza. Los luchadores que están aquí son capaces, pero está claro que necesitan dirección y una estrategia más eficaz para enfrentar al misterioso depredador. Las huellas, las trampas y el terreno son las piezas del rompecabezas. Ahora depende de ti decidir cómo encajar cada una de ellas antes de que la criatura regrese.
—Es enorme, te lo juro —dice uno de los chicos, gesticulando exageradamente con las manos—. Tan alto como una casa por lo menos. Tiene colmillos que podrían atravesar una roca, y dicen que su cola puede derribar árboles como si fueran ramas secas, es algo totalmente monstruoso.
El otro joven asiente con fervor, añadiendo detalles aún más pintorescos.
—Y sus ojos… brillan en la oscuridad como brasas encendidas. Es un monstruo, no un simple cocodrilo. Seguro que viene del mismísimo infierno o algo así. Nadie ha podido detenerlo y eso ya te dice algo, que si no es de este mundo, nada le podrá detener. Yo le he dicho a mi padre que me quiero ir de aquí, que la bestia acabará con nosotros, pero no me hace caso.
Sin embargo, llega un punto en el que te confiesan que no han visto a la criatura con sus propios ojos, bajando un poco el tono.
—Bueno… Es verdad que técnicamente no la hemos visto —admite el más delgado, rascándose la nuca con una sonrisa nerviosa—. Pero hemos visto sus huellas, ¡y son enormes! Más grandes que mis dos pies juntos. Eso tiene que decir algo, ¿no? Seguro que todo esto que nos han contado es verdad, yo no lo dudo la verdad.
La conversación sigue mientras avanzáis, y pronto alcanzáis la granja donde todo parece estar centrado en prepararse para el ataque. Dos hombres os reciben al llegar. Ambos tienen la piel curtida por el sol y las manos marcadas por años de trabajo en el campo. Son campesinos de los buenos, de los que parecen llevar más tiempo trabajando que años tienen. Sus ropas son simples pero funcionales, y la expresión de sus rostros revela un cansancio mezclado con determinación.
Los dos jóvenes no tardan en ponerles al día. Hablan de que tú eres la guerrera que derrotó al alumno en el dojo y de la que todo el mundo habla, y pronto estos sonríen, pensando que quizá tengas alguna opción. Porque la tienes, ¿no?
—Gracias por venir —dice uno de ellos, un hombre de mediana edad con una barba descuidada y una mirada directa—. Nos viene bien toda la ayuda que podamos conseguir.
Te ponen al día rápidamente. La granja está plagada de trampas: minas improvisadas bajo el suelo, zanjas ocultas bajo cubiertas de hierba, redes listas para caer si algo suficientemente grande pasa por encima. Sin embargo, explican que la bestia, por alguna razón, parece capaz de evadirlas todas.
—Pasa por aquí tan rápido que no conseguimos dirigirla hacia donde queremos —comenta el otro hombre, algo más joven pero igualmente marcado por el esfuerzo—. Hemos intentado de todo, pero parece que sabe exactamente dónde no pisar.
Te indican con cuidado los puntos donde han colocado cada trampa, señalándolos en el terreno mientras os movéis por los campos. A pesar del detalle con el que las describen, se hace evidente que sus esfuerzos están resultando infructuosos. La criatura sigue atacando y desapareciendo antes de que puedan atraparla.
—Aparece generalmente a media tarde o cerca de la medianoche —explica el hombre de la barba—. Tenemos unas dos horas antes de que sea probable que vuelva. Si quieres mover alguna de las trampas o añadir algo nuevo, ahora es el momento.
El terreno que rodea la granja es amplio, con cultivos extendiéndose en todas direcciones. Los bordes están marcados por cercas rudimentarias que hacen poco por contener a un depredador del tamaño que han descrito. A lo lejos, puedes ver las huellas que mencionaron los chicos. Son profundas, alargadas y anormalmente grandes, lo que da algo de peso a las historias sobre la magnitud de la bestia. Quizá no todo lo que hayan contado sea cierto, pero el tamaño de la bestia es realmente grande. ¿Estás segura de querer enfrentarte a esto?
Tienes tiempo para planificar, mover las trampas existentes, o incluso sugerir algo nuevo que pueda cambiar el rumbo de la caza. Los luchadores que están aquí son capaces, pero está claro que necesitan dirección y una estrategia más eficaz para enfrentar al misterioso depredador. Las huellas, las trampas y el terreno son las piezas del rompecabezas. Ahora depende de ti decidir cómo encajar cada una de ellas antes de que la criatura regrese.
![[Imagen: 908hTZa.png]](https://i.imgur.com/908hTZa.png)
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