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Sasurai
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24-12-2024, 02:06 PM
Por enésima vez desde que aceptase la invitación de Umibozu, y seguramente no por última, Sasurai se preguntaba en qué se había metido y qué estaba haciendo con su vida. A nivel práctico la respuesta era sencilla: estaba viajando con un grupo de gente algo particular, siguiendo en su búsqueda de comida y recetas interesantes por el mundo, cocinando cuando le dejaban y tocando su música. A efectos prácticos no mucho había cambiado, más allá de que ahora estaba menos solo y tenía alguien en quién apoyarse si se metía en un lio. No, la parte práctica estaba clara, la duda que seguía flotando en la cabeza del músico era más filosófica, por así decirlo. Esa gente era, sin duda, peligrosa. Por lo que había podido entender tenían precios sobre sus cabezas, y algo le decía que el tipo de problemas en los que podían meterse iban a ser mucho peores que robar comida o acostarse con la mujer de otro. Pero bueno, el mundo era un lugar peligroso, y su vida era mucho más interesante desde que los había conocido, y además, de algo había que morirse. Al menos eso era lo que su insensatez repetía cada vez que la pequeña parte de su cerebro que se encargaba de que siguiese vivo planteaba la pregunta.
En este contexto de hacer de la vida algo más interesante se ubicaba su última decisión: se iban de viaje al North Blue, al parecer colgando de un pulpo volador gigante. Qué podía salir mal.
Habían llegado al puerto desde donde partirían el día de antes, y aprovechando el bullicio y la gran cantidad de gente que se había congregado para participar o al menos observar el curioso evento, el pelirrojo no había tardado en perderse por las calles, encontrando grupos de nuevos "amigos" con los que irse de fiesta y en los que conseguir bebidas y comida gratis a cambio de su música. La noche se había ido alargando, una cosa había llevado a la otra, y así era como ahora el pobre se encontraba caminando hacia el puerto con una resaca considerable. Al menos había tenido la previsión de prepararse la mochila el día de antes, y la suerte de que no se la robasen, así que tenía algo de comida encima, cosa que le daba bastante tranquilidad.
Avanzando por las calles mientras se comía un paquete de cacahuetes, el treintañero llegó al puerto cuando los pulpos ya habían empezado a aterrizar. La vista era realmente impresionante, aunque su dolor de cabeza y la cantidad de gente y ruido le impedía apreciarla por completo. Se arrepintió de inmediato de haber levantado tanto la vista, poniéndose bien el sombrero y bajando la cabeza. Necesitaba llegar a un sitio tranquilo y beber mucha agua. Aunque dudaba de si esa iba a ser la manera de conseguirlo, lo mejor que se le ocurrió por el momento fue buscar a sus compañeros. Resoplando, se subió a unas cajas para poder mirar alrededor, identificando al poco tiempo dónde estaba Umibozu. Una de las cosas buenas de viajar con un bicho de veintipico metros era que era difícil perderlo. Agarrándose la cabeza y repartiendo codazos, sonrisas y "lo siento"s a partes iguales, Sasurai se abrió paso hacia el wotan.
Cuando apareció de entre la gente para acercarse al gigante cualquiera que lo viese podría apreciar que no estaba en su mejor momento, desde el abrigo de cuero largo, bastante sucio, las ropas desaliñadas y el sombrero arrugado, hasta la cara de que en ese momento incluso vivir le suponía un esfuerzo. Al menos llevaba la mochila y el violín, así que parecía que conservaba todas sus posesiones.
- ¡Buenos días! Necesito agua y una siesta.. ¡Argh! - Gritaría en dirección a su amigo, arrepintiéndose inmediatamente y agarrándose de nuevo la cabeza mientras su rostro mostraba una mueca de dolor. Como no consiguiese volver a acostarse pronto iba a ser un día muy largo.
En este contexto de hacer de la vida algo más interesante se ubicaba su última decisión: se iban de viaje al North Blue, al parecer colgando de un pulpo volador gigante. Qué podía salir mal.
Habían llegado al puerto desde donde partirían el día de antes, y aprovechando el bullicio y la gran cantidad de gente que se había congregado para participar o al menos observar el curioso evento, el pelirrojo no había tardado en perderse por las calles, encontrando grupos de nuevos "amigos" con los que irse de fiesta y en los que conseguir bebidas y comida gratis a cambio de su música. La noche se había ido alargando, una cosa había llevado a la otra, y así era como ahora el pobre se encontraba caminando hacia el puerto con una resaca considerable. Al menos había tenido la previsión de prepararse la mochila el día de antes, y la suerte de que no se la robasen, así que tenía algo de comida encima, cosa que le daba bastante tranquilidad.
Avanzando por las calles mientras se comía un paquete de cacahuetes, el treintañero llegó al puerto cuando los pulpos ya habían empezado a aterrizar. La vista era realmente impresionante, aunque su dolor de cabeza y la cantidad de gente y ruido le impedía apreciarla por completo. Se arrepintió de inmediato de haber levantado tanto la vista, poniéndose bien el sombrero y bajando la cabeza. Necesitaba llegar a un sitio tranquilo y beber mucha agua. Aunque dudaba de si esa iba a ser la manera de conseguirlo, lo mejor que se le ocurrió por el momento fue buscar a sus compañeros. Resoplando, se subió a unas cajas para poder mirar alrededor, identificando al poco tiempo dónde estaba Umibozu. Una de las cosas buenas de viajar con un bicho de veintipico metros era que era difícil perderlo. Agarrándose la cabeza y repartiendo codazos, sonrisas y "lo siento"s a partes iguales, Sasurai se abrió paso hacia el wotan.
Cuando apareció de entre la gente para acercarse al gigante cualquiera que lo viese podría apreciar que no estaba en su mejor momento, desde el abrigo de cuero largo, bastante sucio, las ropas desaliñadas y el sombrero arrugado, hasta la cara de que en ese momento incluso vivir le suponía un esfuerzo. Al menos llevaba la mochila y el violín, así que parecía que conservaba todas sus posesiones.
- ¡Buenos días! Necesito agua y una siesta.. ¡Argh! - Gritaría en dirección a su amigo, arrepintiéndose inmediatamente y agarrándose de nuevo la cabeza mientras su rostro mostraba una mueca de dolor. Como no consiguiese volver a acostarse pronto iba a ser un día muy largo.