Arthur Soriz
Gramps
25-12-2024, 11:03 AM
El camino hacia el antiguo taller no duró demasiado, como mucho habrán pasado unos quince a veinte minutos antes de que lo divisaras no muy a lo lejos. Desde esa posición pudiste divisar a tres figuras jóvenes agrupadas en el costado del edificio. No aparentaban tener más de trece o catorce años.
Sus rostros reflejaban enojo pero una mirada más atenta revelaba algo más profundo... frustración y quizá una tristeza que intentaban ocultar entre gestos exagerados de rebeldía. A su lado una caja grande y abierta contenía más decoraciones navideñas. No eran muchas, lo que indicaba que el grueso del botín debía encontrarse en otro lugar. Parecían tan absortos en su tarea destructiva que no notaron tu presencia. Sus movimientos eran casi mecánicos... como si intentaran ahogar un grito que no podían o no querían dejar salir.
Fue entonces cuando sus voces comenzaron a llenar el aire, fragmentadas entre los estallidos de vidrio y el eco de sus propias frustraciones.
— ¡Odio la Navidad! —gruñó uno de ellos, un chico de cabello corto y desordenado que parecía liderar al grupo. — Todo eso de las luces, los regalos y esa estúpida magia... ¡es mentira!
Otro de ellos, un muchacho más delgado con una bufanda roja raída levantó una figura de Santa Klaus antes de arrojarla con fuerza. — ¡Sí! ¿Qué tiene de mágico que a nosotros siempre nos toque lo peor? ¡Es una mentira! ¡Siempre lo fue!
La tercera del grupo... una chica de cabello oscuro y mirada intensa, dejó caer un adorno entre sus manos sin lanzarlo todavía. Su voz era más baja pero no menos cargada de resentimiento. — Todo culpa de ese maldito lagarto blanco... Él tenía razón. Todo esto es una excusa para que la gente gaste dinero y nosotros sigamos igual de olvidados.
El líder asintió con un gesto furioso mientras agarraba otro chirimbolo de la caja. — ¡Claro que tenía razón! Si nosotros no podemos disfrutar de esto, ¡nadie debería!
Las palabras flotaron en el aire helado resonando en tu mente con un eco incómodo. No era común que alguien hiciera referencia a un ser similar a ti, al menos no en este lugar. Y si esa figura había influido en estos chicos... podría tratarse de alguien de tu misma raza. El líder lanzó un último adorno con una fuerza que parecía agotarle por completo.
— ¡No necesitamos la Navidad ni su estúpida magia! ¡Todo es falso!
El vidrio estalló contra la pared pero el sonido de sus palabras seguía siendo más fuerte. Ahora además de su frustración también estaba tu propia curiosidad sobre quién podría haberles metido esas ideas en la cabeza. ¿Quién era ese "lagarto blanco"? ¿Qué les había dicho exactamente?
Los chicos aún no se percataban de tu presencia, y seguían discutiendo entre ellos mientras revisaban la caja posiblemente buscando más objetos para destrozar. La escena no solo hablaba de su enojo... también reflejaba una herida más profunda, algo que parecía ir más allá de simples decoraciones. Les habían arrebatado algo tan lindo como su inocencia, el poder creer en algo... tener que ser obligados a aceptar que Santa Klaus no existía, que eran los padres ... vamos, a saber lo que les habrán dicho exactamente para ponerlos así.
¿Intervendrías ahora... deteniéndolos e interrogándolos sobre lo que sabían? ¿O esperarías un poco más dejando que siguieran hablando para obtener más información sobre este misterioso "lagarto blanco" si es que volvían a mencionarlo? Tal vez incluso podrías intentar acercarte de una forma menos amenazante... apelando a su frustración para conectarte con ellos y descubrir la verdad detrás de sus acciones.
Sus rostros reflejaban enojo pero una mirada más atenta revelaba algo más profundo... frustración y quizá una tristeza que intentaban ocultar entre gestos exagerados de rebeldía. A su lado una caja grande y abierta contenía más decoraciones navideñas. No eran muchas, lo que indicaba que el grueso del botín debía encontrarse en otro lugar. Parecían tan absortos en su tarea destructiva que no notaron tu presencia. Sus movimientos eran casi mecánicos... como si intentaran ahogar un grito que no podían o no querían dejar salir.
Fue entonces cuando sus voces comenzaron a llenar el aire, fragmentadas entre los estallidos de vidrio y el eco de sus propias frustraciones.
— ¡Odio la Navidad! —gruñó uno de ellos, un chico de cabello corto y desordenado que parecía liderar al grupo. — Todo eso de las luces, los regalos y esa estúpida magia... ¡es mentira!
Otro de ellos, un muchacho más delgado con una bufanda roja raída levantó una figura de Santa Klaus antes de arrojarla con fuerza. — ¡Sí! ¿Qué tiene de mágico que a nosotros siempre nos toque lo peor? ¡Es una mentira! ¡Siempre lo fue!
La tercera del grupo... una chica de cabello oscuro y mirada intensa, dejó caer un adorno entre sus manos sin lanzarlo todavía. Su voz era más baja pero no menos cargada de resentimiento. — Todo culpa de ese maldito lagarto blanco... Él tenía razón. Todo esto es una excusa para que la gente gaste dinero y nosotros sigamos igual de olvidados.
El líder asintió con un gesto furioso mientras agarraba otro chirimbolo de la caja. — ¡Claro que tenía razón! Si nosotros no podemos disfrutar de esto, ¡nadie debería!
Las palabras flotaron en el aire helado resonando en tu mente con un eco incómodo. No era común que alguien hiciera referencia a un ser similar a ti, al menos no en este lugar. Y si esa figura había influido en estos chicos... podría tratarse de alguien de tu misma raza. El líder lanzó un último adorno con una fuerza que parecía agotarle por completo.
— ¡No necesitamos la Navidad ni su estúpida magia! ¡Todo es falso!
El vidrio estalló contra la pared pero el sonido de sus palabras seguía siendo más fuerte. Ahora además de su frustración también estaba tu propia curiosidad sobre quién podría haberles metido esas ideas en la cabeza. ¿Quién era ese "lagarto blanco"? ¿Qué les había dicho exactamente?
Los chicos aún no se percataban de tu presencia, y seguían discutiendo entre ellos mientras revisaban la caja posiblemente buscando más objetos para destrozar. La escena no solo hablaba de su enojo... también reflejaba una herida más profunda, algo que parecía ir más allá de simples decoraciones. Les habían arrebatado algo tan lindo como su inocencia, el poder creer en algo... tener que ser obligados a aceptar que Santa Klaus no existía, que eran los padres ... vamos, a saber lo que les habrán dicho exactamente para ponerlos así.
¿Intervendrías ahora... deteniéndolos e interrogándolos sobre lo que sabían? ¿O esperarías un poco más dejando que siguieran hablando para obtener más información sobre este misterioso "lagarto blanco" si es que volvían a mencionarlo? Tal vez incluso podrías intentar acercarte de una forma menos amenazante... apelando a su frustración para conectarte con ellos y descubrir la verdad detrás de sus acciones.