Airgid Vanaidiam
Metalhead
26-12-2024, 04:39 AM
Ragnheidr parecía sorprendido ante la noticia de que Airgid le hubiera esperado para decidir los nombres. Lo que no le contaría es que aquella fecha señalada, el día uno de invierno, significaba para ella un ultimatum en la relación. Si no hubiera llegado a aparecer en el puerto aquella mañana... las cosas habrían resultado bastante diferentes. No dijo nada, simplemente esbozó una sonrisa y le observó con ojos curiosos, pendiente por cómo procedía a dar nombre a sus hijos. Aún le resultaba extraño escucharle hablar sin aparentes problemas, sin arrastrar las "r" a su paso.
Al primero, al varón que sostenía entre sus manos, le llamó Herold. No tardó apenas un minuto en decidirlo, incluso menos. Airgid mantuvo silencio mientras le escuchaba desvelar el significado de aquel nombre, a la vez que un vendaval sacudió la zona portuaria de forma repentina, como si aquel nombramiento hubiera provocado la llegada de algo. Incluso la manta salió volando, perdiéndose en el horizonte, pues ninguno le dio demasiada importancia, absortos completamente en aquel momento clave. Decía que significaba "líder", o "líder guerrero" en su defecto. Airgid creía que los nombres marcaban a las personas, su personalidad en cierta parte. Se preguntó en ese momento, qué nombres habrían elegido sus padres para ella. Quizás ni se habían molestado en hacerlo.
Tras esto, dejó al niño en el suelo, entre sus hermanas, antes de alzar ahora a la niña buccaneer. La llamó Gunnr, y le dijo que representaba a la batalla. Airgid sonrió, "genial, dos guerreros más", pensó para sus adentros, "aunque tampoco lo dudaba", concluyó. La tormenta alrededor de la isla creció aún más, y tanto Ragnheidr como Airgid se mostraron impasibles, serenos y tranquilos, ni siquiera se inmutaron. Sus hijos, en cambio, miraron al cielo con incertidumbre, con cierto temor. Pero su padre consiguió llamar la atención de los tres, y fue capaz de calmarles. Tenía sentido, pues él era el Rompetormentas.
Y por último, la pequeña humana. Había corrido con la condición de nacer como la hermana más débil, en comparación a los demás, y tendría que esforzarse el triple si quería alcanzarles. Airgid sabía que no sería un camino fácil de recorrer, pero confiaba en ella con todo su ser. Ragn también la alcanzó, y tuvo un gesto con ella que la rubia no se esperó. Le puso el nombre de la que era la abuela de la niña, es decir, la madre de Airgid; Lilyd. Fue un descubrimiento que hizo antes de partir de Kilombo, y un dato que compartió con él con ilusión. Que lo recordara y le diera aquella importancia la conmovió. Sonrió por última vez, antes de levantarse del suelo junto a Ragnheidr.
— Son perfectos. — Dijo, antes de emprender la marcha, mirando aquella estampa de los cuatro frente a ellas. Eran las personas más importantes de su vida, haría lo que fuera por cualquiera de ellos, de eso estaba segura. — Vámonos a casa. — Concluyó, iniciando el paso hacia aquel que solía ser su hogar. Lo único es que ahora se les quedaba igual un poco pequeña.
Al primero, al varón que sostenía entre sus manos, le llamó Herold. No tardó apenas un minuto en decidirlo, incluso menos. Airgid mantuvo silencio mientras le escuchaba desvelar el significado de aquel nombre, a la vez que un vendaval sacudió la zona portuaria de forma repentina, como si aquel nombramiento hubiera provocado la llegada de algo. Incluso la manta salió volando, perdiéndose en el horizonte, pues ninguno le dio demasiada importancia, absortos completamente en aquel momento clave. Decía que significaba "líder", o "líder guerrero" en su defecto. Airgid creía que los nombres marcaban a las personas, su personalidad en cierta parte. Se preguntó en ese momento, qué nombres habrían elegido sus padres para ella. Quizás ni se habían molestado en hacerlo.
Tras esto, dejó al niño en el suelo, entre sus hermanas, antes de alzar ahora a la niña buccaneer. La llamó Gunnr, y le dijo que representaba a la batalla. Airgid sonrió, "genial, dos guerreros más", pensó para sus adentros, "aunque tampoco lo dudaba", concluyó. La tormenta alrededor de la isla creció aún más, y tanto Ragnheidr como Airgid se mostraron impasibles, serenos y tranquilos, ni siquiera se inmutaron. Sus hijos, en cambio, miraron al cielo con incertidumbre, con cierto temor. Pero su padre consiguió llamar la atención de los tres, y fue capaz de calmarles. Tenía sentido, pues él era el Rompetormentas.
Y por último, la pequeña humana. Había corrido con la condición de nacer como la hermana más débil, en comparación a los demás, y tendría que esforzarse el triple si quería alcanzarles. Airgid sabía que no sería un camino fácil de recorrer, pero confiaba en ella con todo su ser. Ragn también la alcanzó, y tuvo un gesto con ella que la rubia no se esperó. Le puso el nombre de la que era la abuela de la niña, es decir, la madre de Airgid; Lilyd. Fue un descubrimiento que hizo antes de partir de Kilombo, y un dato que compartió con él con ilusión. Que lo recordara y le diera aquella importancia la conmovió. Sonrió por última vez, antes de levantarse del suelo junto a Ragnheidr.
— Son perfectos. — Dijo, antes de emprender la marcha, mirando aquella estampa de los cuatro frente a ellas. Eran las personas más importantes de su vida, haría lo que fuera por cualquiera de ellos, de eso estaba segura. — Vámonos a casa. — Concluyó, iniciando el paso hacia aquel que solía ser su hogar. Lo único es que ahora se les quedaba igual un poco pequeña.