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Alistair
Mochuelo
26-12-2024, 09:12 AM
Desde que tenía memoria, el cielo siempre había sido un horizonte intocable para quienes no habían nacido con habilidades naturales de vuelo, o que por medios casi esotéricos conseguían hacerse con una imitación de la mencionada capacidad. Era un espacio que el lunarian había conseguido denominar como un lugar seguro, un lugar en el que podía tener una prueba de la verdadera libertad de la que tanto hablaba la Armada Revolucionaria. Pero, tal y como hacían las ventiscas que recorrían el mundo sin evidencia de fatiga alguna, los vientos del cambio llegaban y daban un vuelco a cada realidad indeleble de manera inevitable e irrevocable.
Finalmente, una nueva forma de revolución mundial había llegado en forma de pulpo y el cielo empezaba a pertenecer a más que quienes habían vivido su vida rodeados y criados en el cobijo de éste.
Aunque era pronto para considerarlo pertenencia de todas las criaturas vivientes; hasta que no tuviesen la libertad de un ser volador, sino que dependiesen de otra criatura para surcarlo, conocer la libertad que ofrecía tan maravilloso lugar estaba fuera del alcance común. Por ahora, le correspondía aprovechar que el cielo no estuviese colmado de criaturas gigantescas que aún no abandonaban el nivel del suelo permanentemente.
Guiado por su curiosidad, una de las facultades a las que más cariño le tenía, tanto él como el grupo con el que había empezado a viajar consiguieron dar con un rumor que resonaba con fuerza y... No lo negaría, sonaba increíblemente atractivo para quien quiera que buscase aventura en sus planes cotidianos. Un nuevo rostro se dibujó en los mares, y trajo consigo misma las criaturas que alegaba eran capaces de transportar a individuos y sus embarcaciones por encima de las limitaciones geográficas para llevarlos hasta una nueva cara de los mares: Hasta el North Blue. Una afirmación bastante osada, y definitivamente capaz de tomar al mundo por sorpresa si sus palabras resultaban más que promesas vacías. Después de todo, ¿quién no buscaría confirmar la veracidad de estas palabras? Y con ello, seguramente una oleada de inversores que intentaría tener aunque sea una tajada del pastel que se cocinaba. Eran individuos avaros, atraídos como moscas a la miel, incapaces de observar a la distancia una posible mina de oro sin pensar en explotarla con insistencia.
Las bajas temperaturas conseguían imponer tal inevitable presencia que cada exhalación de su aliento era visible en frente del propio rostro de Alistair, dispersándose y en ocasiones formando figuras por la forma en que el revolucionario posicionase los labios al momento de sacar la bocanada de aire. Su única distracción de lo mal que podía llegar a llevarse con tales condiciones climáticas; siempre había sido un joven apasionado, como una llama salvaje, que rechistaba ante la sensación de gotas de agua cayéndole encima. Si tan solo pudiese hibernar como la mitad de los animales para ahorrarse el mal trago que pasaba en cada ocasión... Pero poco podía hacer ahora más que seguir adelante.
Dirigido por quienes demostraban pertenecer al personal encargado de organizar toda la operación, el emplumado se dirigiría a la izquierda del muelle mientras su mirada era incapaz de escapar a la tracción que generaba la aparición de las colosales criaturas que se encargarían de llevarlos hasta su destino. ¿En verdad se trataba de pulpos voladores? Por varios instantes, la inocente mente del lunarian asumió que se trataba de un simple eufemismo, algo que aumentó la sorpresa al momento de percatarse de la capacidad boyante de los animales; su mirada se iluminó de golpe y dejó escapar una pequeña carcajada inquisitiva, como un pequeño que veía una estrella fugaz por primera vez, siendo el frío lo único que se encargaba de mantener la ola de emociones -y su consecuente expresión corporal- bajo control. ¿Qué tal se sentiría el viaje cuando levantasen la embarcación? ¡No podía esperar a probarlo por sí mismo! Abordaría la embarcación, impaciente, expectante, deseando que fuese una nueva experiencia dentro de las muchas más que recibiría cuando llegase al North Blue.
¡Hasta pronto, East Blue!
Finalmente, una nueva forma de revolución mundial había llegado en forma de pulpo y el cielo empezaba a pertenecer a más que quienes habían vivido su vida rodeados y criados en el cobijo de éste.
Aunque era pronto para considerarlo pertenencia de todas las criaturas vivientes; hasta que no tuviesen la libertad de un ser volador, sino que dependiesen de otra criatura para surcarlo, conocer la libertad que ofrecía tan maravilloso lugar estaba fuera del alcance común. Por ahora, le correspondía aprovechar que el cielo no estuviese colmado de criaturas gigantescas que aún no abandonaban el nivel del suelo permanentemente.
Guiado por su curiosidad, una de las facultades a las que más cariño le tenía, tanto él como el grupo con el que había empezado a viajar consiguieron dar con un rumor que resonaba con fuerza y... No lo negaría, sonaba increíblemente atractivo para quien quiera que buscase aventura en sus planes cotidianos. Un nuevo rostro se dibujó en los mares, y trajo consigo misma las criaturas que alegaba eran capaces de transportar a individuos y sus embarcaciones por encima de las limitaciones geográficas para llevarlos hasta una nueva cara de los mares: Hasta el North Blue. Una afirmación bastante osada, y definitivamente capaz de tomar al mundo por sorpresa si sus palabras resultaban más que promesas vacías. Después de todo, ¿quién no buscaría confirmar la veracidad de estas palabras? Y con ello, seguramente una oleada de inversores que intentaría tener aunque sea una tajada del pastel que se cocinaba. Eran individuos avaros, atraídos como moscas a la miel, incapaces de observar a la distancia una posible mina de oro sin pensar en explotarla con insistencia.
Las bajas temperaturas conseguían imponer tal inevitable presencia que cada exhalación de su aliento era visible en frente del propio rostro de Alistair, dispersándose y en ocasiones formando figuras por la forma en que el revolucionario posicionase los labios al momento de sacar la bocanada de aire. Su única distracción de lo mal que podía llegar a llevarse con tales condiciones climáticas; siempre había sido un joven apasionado, como una llama salvaje, que rechistaba ante la sensación de gotas de agua cayéndole encima. Si tan solo pudiese hibernar como la mitad de los animales para ahorrarse el mal trago que pasaba en cada ocasión... Pero poco podía hacer ahora más que seguir adelante.
Dirigido por quienes demostraban pertenecer al personal encargado de organizar toda la operación, el emplumado se dirigiría a la izquierda del muelle mientras su mirada era incapaz de escapar a la tracción que generaba la aparición de las colosales criaturas que se encargarían de llevarlos hasta su destino. ¿En verdad se trataba de pulpos voladores? Por varios instantes, la inocente mente del lunarian asumió que se trataba de un simple eufemismo, algo que aumentó la sorpresa al momento de percatarse de la capacidad boyante de los animales; su mirada se iluminó de golpe y dejó escapar una pequeña carcajada inquisitiva, como un pequeño que veía una estrella fugaz por primera vez, siendo el frío lo único que se encargaba de mantener la ola de emociones -y su consecuente expresión corporal- bajo control. ¿Qué tal se sentiría el viaje cuando levantasen la embarcación? ¡No podía esperar a probarlo por sí mismo! Abordaría la embarcación, impaciente, expectante, deseando que fuese una nueva experiencia dentro de las muchas más que recibiría cuando llegase al North Blue.
¡Hasta pronto, East Blue!