Día 3 de Invierno de 724
Había llegado al puerto. Pero aunque estaba plagado de gente que iba y venía por los muelles en busca de su barco, o de comenzar a emprender su viaje, la mente de Asradi era un conflicto de emociones ahora mismo. Primeramente, las ganas enormes que tenía de reunirse con todos los demás. Hacía meses que no sabía mucho de ellos, pero confiaba y sabía que iban a estar bien. Además, habían prometido verse ahí todos juntos. Y, por otro lado, la emoción y el mismo conflicto de regresar al North Blue, de donde ella provenía. De eses mares helados que, en ocasiones, añoraba demasiado. Su cabeza era un hervidero ahora mismo de distintas emociones. Pero, aún así, estaba feliz. Emocionada.
— ¡Ubben, no te quedes atrás! — Llamó, con una sonrisa, mientras ella misma se adelantaba entre el gentío.
Asradi había pegado un ligero cambio físico durante eses meses. Se había dejado el cabello mucho más largo, que terminaba en algunas ondas suaves. Continuaba siendo tan oscuro como las profundidades marinas y, en contraste con su piel, aquellos ojos azules e inquisitivos, tan cambiantes como el mismo océano al que pertenecía. Continuaba teniendo más o menos la misma estatura, eso no había variado lo más minimo: chiquita pero matona, como le decía el bribón de ojos dorados. Pero lo más notorio era... Al menos en ese instante, que su cola de sirena parecía haber desaparecido. Siendo sustituidas por un par de piernas humanas. Su cuerpo, cubierto por un traje de tela aparentemente fino, iba también ataviado con un abrigo adornado con algunas plumas en la parte superior del cuello, y que le confería un aspecto casi chamánico. Pero abrigadito también.
Tenía unas ganas enormes de verles a todos.
Miró a su alrededor, casi como un tiburón atisbando a su futura presa, acechando. Hasta que vió algo correteando por ahí. Un perro siendo montado por un niño especialmente algo grandecito. Pero ella conocía a ese animal...
— ¿Pepe? — Murmuró, en voz alta. Le hizo una señal breve a su compañero y confidente, sonriendo un poco más. Si Pepe estaba ahí...
Barrió el lugar con la mirada, de manera más inquisitiva. Y, efectivamente, ahí estaban. Más altos de lo que recordaba, al menos el imponente Ragnheidr. Y, como no, Airgid estaba cerca. ¿Con dos niñas encima? Así que al final todo había salido bien. Intentó contenerse, pero, ¿para qué? Estaba feliz.
— ¡AIRGID, RAGN! — Alzó la voz y la mano para llamar la atención de ambos, antes de ir a paso apresurado hacia donde ambos rubios se encontraban.
Prácticamente se lanzó encima de Airgid, aunque con cuidado por las niñas, solo para darle un abrazote.
— ¡Airgid, estás preciosa! ¿¡Cómo has estado!? ¡Cuánto tiempo! — La bombardeó ligeramente, antes de darle un poco de respiro para, luego, fijar la mirada en las dos niñas que todavía sostenía en brazos. Asradi sonrió con una mezcla de ternura y emoción. — Hola, bonitas. — Si es que se las iba a comer a besotes en cuanto sus padres no mirasen.
O quizás aunque mirasen, le daba igual.
Acto seguido, miró a Ragn. Y tuvo que elevar la cabeza más de lo habitual, más de lo que estaba acostumbrada.
— ¿Qué te han dado de comer a ti, eh? — Preguntó, con un tono bromista para referirse a la estatura y al porte actual.
Incluso se puso de puntillas, con sus casi recientes piernas y pies humanos solo para intentar “alcanzar” a Ragn, con una risa breve. Luego se percató de algo y miró a su alrededor.
— ¿Umi todavía no ha llegado? — Preguntó.