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Zane
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26-12-2024, 08:05 PM
Día 3 de invierno.
Año 724.
Mar del este.
Restaurante Baratie.
Las corrientes marítimas estaban meciendo un pequeño barco mercante hasta los atracaderos del restaurante Baratie, el lugar en el que había acordado reencontrarse con el variopinto grupo de descarados con los que había congeniado meses atrás. Dudaba mucho de si irían o no, pero fuera como fuese lo único que tenía claro Zane era que iba a cambiar de mar. El mar del este lo tenía demasiado visto y quería cambiar de aires.
—Muchas gracias por hacernos tan ameno el viaje, ZB —le dijo el timonel de aquel navío—. Eres un crack.
—No te ralles, perico—le dijo Zane, sonriendo con chulería—. Ya sé que soy el mejor en lo mío.
Y se bajó del barco, seguido de su perrita princesa a la que no tardó en colocar sobre su capucha como hacia siempre. Caminó por la parte exterior, obsevando como el paso de los meses no había hecho mella en el restaurante. Todo seguía exactamente igual. ¿Seguiría así cuando volviera en unos años? Era en lo que pensaba Zane, mientras metía la mano rn el bolsillo y sacaba un cigarro. Se palpó la chaqueta y no encontraba su mechero, asi que supuso que se lo había dejado en el barco o alguno de sus tripulantes se lo había pinchado.
«Me cago en su puta madre. Seguro que ha sido el pavo de la bandurria», se dijo, mientras seguía caminando y encontrándose con los chavales.
—Tú eres la rajada —comentó en voz alta el pelirrojo, guiñándole un ojo a Iris y saludando al resto haciendo un ademán con la mano—. Anda, dame fuego que me han pinchao mío.
En ese momento, Princesa salió de la capucha y ladró, saltando hasta el suelo y saludando a todos los presentes, sobre todo a Raiga.
—Ten cuidao, princesita, te vayas a caer —le advirtió, pero la perra no le hacía caso.
Año 724.
Mar del este.
Restaurante Baratie.
Las corrientes marítimas estaban meciendo un pequeño barco mercante hasta los atracaderos del restaurante Baratie, el lugar en el que había acordado reencontrarse con el variopinto grupo de descarados con los que había congeniado meses atrás. Dudaba mucho de si irían o no, pero fuera como fuese lo único que tenía claro Zane era que iba a cambiar de mar. El mar del este lo tenía demasiado visto y quería cambiar de aires.
—Muchas gracias por hacernos tan ameno el viaje, ZB —le dijo el timonel de aquel navío—. Eres un crack.
—No te ralles, perico—le dijo Zane, sonriendo con chulería—. Ya sé que soy el mejor en lo mío.
Y se bajó del barco, seguido de su perrita princesa a la que no tardó en colocar sobre su capucha como hacia siempre. Caminó por la parte exterior, obsevando como el paso de los meses no había hecho mella en el restaurante. Todo seguía exactamente igual. ¿Seguiría así cuando volviera en unos años? Era en lo que pensaba Zane, mientras metía la mano rn el bolsillo y sacaba un cigarro. Se palpó la chaqueta y no encontraba su mechero, asi que supuso que se lo había dejado en el barco o alguno de sus tripulantes se lo había pinchado.
«Me cago en su puta madre. Seguro que ha sido el pavo de la bandurria», se dijo, mientras seguía caminando y encontrándose con los chavales.
—Tú eres la rajada —comentó en voz alta el pelirrojo, guiñándole un ojo a Iris y saludando al resto haciendo un ademán con la mano—. Anda, dame fuego que me han pinchao mío.
En ese momento, Princesa salió de la capucha y ladró, saltando hasta el suelo y saludando a todos los presentes, sobre todo a Raiga.
—Ten cuidao, princesita, te vayas a caer —le advirtió, pero la perra no le hacía caso.