Horus
El Sol
26-12-2024, 10:18 PM
Aunque mi visita a Loguetown será muy efímera, no descarto volver. Lo cierto es que es una ciudad encantadora y muy animada. Claro que, la época en la que nos encontramos puede contribuir a esa atmósfera y sensaciones. Pero, incluso si fuera solo por la festividad, no en todas las islas se vive la Navidad de una forma tan intensa. Esto solo es posible realmente en una gran ciudad y eje mercantil como es Loguetown. La verdad es que me resulta un fastidio tener que estar tan poco tiempo aquí; seguro que podría haber sacado algún buen negocio. Sin embargo, decidí atrasar demasiado mi viaje a Loguetown, aunque tampoco es que haya estado perdiendo el tiempo. Esa promesa de un viaje experimental e innovador hacia el North Blue me sedujo en exceso.
Aunque no toda la ciudad lucía el mismo aspecto. Es curioso cómo la plaza central estaba tan desolada y triste en comparación con las otras calles y zonas comerciales tan elegantes. Se suponía que un grupo de maleantes había robado los adornos y la Marina ya estaba en su búsqueda. Era algo que me llamaba la atención, porque robar todo eso solo podía traducirse en un odio hacia la festividad y el deseo de boicotearla. Venderlo sería demasiado extraño, ya que sería fácil seguirle el rastro. La gente reconocería los adornos si aparecieran en otra zona. Además, no era algo que uno pudiera guardar en cualquier lugar. Es decir, desaparecieron muchas decoraciones, luces y un gran árbol. Eso no lo escondes debajo de la alfombra. Pero tampoco estábamos hablando de una ciudad pequeña, precisamente. Por muchas vueltas que le diera, sin encontrar alguna pista más consistente, esto era una tarea de peinar terreno. Y para eso, los números y efectivos de la Marina eran más eficaces.
Contemplaba esa triste escena apoyado en un puesto de frutas de la zona. En un primer instante, el vendedor me miraba fijamente con una mezcla de duda, por si era un ladrón esperando un despiste, o si me decidía a comprar de una vez. Fue entonces cuando un hombre, que pasó cerca algo nervioso e histérico, nos llamó la atención. Era claramente extranjero, aunque yo también lo era, y parecía estar buscando algo bastante desesperado. Sin necesidad de moverme de mi posición, simplemente permaneciendo estoico, apoyado en la estructura de aquel puesto, el frutero, sin venir mucho al cuento, comenzó a contarme la historia de ese hombre. No lo culpo; su trabajo es de cara al público y está obligado a conversar para atraer clientes. Sin duda, eso le dio con los años un perfil hablador, y debía haberle estado siendo duro verme tanto rato al lado de su puesto sin saber qué decirme para no espantar a un posible cliente.
No es necesario que entremos en muchos detalles sobre la historia del mono, que ya todos sabíamos. Pero sin duda, esa era una pequeña subtrama que me motivaba un poco más a moverme que la desaparición de los adornos navideños. Al fin y al cabo, los adornos eran algo público; encontrar a los culpables, como mucho, me daría un agradecimiento por parte de la Marina y alguna muestra de aprecio de los comerciantes de la plaza. Pero aquel mono, supuestamente valioso y perdido, era algo más interesante. Su dueño sí podría ofrecer una recompensa más atractiva. Y lo cierto es que estoy muy mal de fondos.
Finalmente, me separé del puesto de frutas, dejando atrás al desilusionado frutero. Los pasos sobre la nieve reciente se sentían fríos. Mi ropa no era la más adecuada para enfrentar el clima, pero ¿qué le vamos a hacer? Vengo de un lugar muy cálido, no es lo mío este clima. Opté por no preguntar ni sacar información de la gente de la plaza. Si valoramos la reputación de aquel mono, de saber algo, algunos comerciantes ya se lo habrían cargado. Dada la insistencia preguntando y moviéndose por la zona del dueño, este terreno ya estaba más que peinado. Y puesto que el objetivo era obtener una recompensa, había que pensar y actuar rápido. Si la nieve seguía acumulándose con las horas, sería más difícil encontrar un mono blanco. Después de todo, el chaleco rojo que mencionaba el hombre ya podría haberlo perdido.
Como mínimo, el animal no estaría cerca de morirse de hambre, ya que había robado comida a los comerciantes y parecía verse atraído por ciertas decoraciones brillantes. Así que lo mejor era buscarlo por una zona donde no hubieran saqueado todos los adornos, pero no muy alejada. Si causó tantos problemas en esta zona, es que no debía estar muy lejos. Si contaba con comida y estaba robando objetos, sin duda debía tener algún refugio o nido para guardar las cosas.
Comencé a trepar la fachada de un edificio aprovechando los salientes y las ventanas con cierta agilidad. Por suerte, no es que tenga precisamente una mala forma física. Fui subiendo con buena movilidad hasta alcanzar el tejado, donde la nieve completamente virgen se acumulaba. Los monos son animales que saben trepar muy bien, lo llevan en sus genes y suelen tener sus hogares en las copas de los árboles. Y aunque no era una ciudad especialmente verde, Loguetown no carecía de lugares altos. De hecho, las alturas parecían ser la vía de escape idónea para un pequeño ladrón. Aquí arriba, había una ventaja adicional que empecé a buscar inmediatamente mientras me desplazaba con tranquilidad por los tejados. La nieve aquí era pura y virgen; nadie la había pisado. A lo sumo, algunas aves se posaron en las cornisas dejando sus garras grabadas, pero por el resto, estaba intacta, a diferencia de la nieve pisoteada de las calles tan transitadas. Es decir, ese manto blanco era un lienzo que tarde o temprano revelaría algún rastro que pudiera seguir.