Arthur Soriz
Gramps
27-12-2024, 05:35 AM
Algunas personas comienzan a verte raro cuando se dan cuenta de lo que estás haciendo. No es tanto como para llamar la atención de las autoridades porque tampoco es que estés haciendo algo indebido per se... pero sí que les resulta sumamente extraño. Rápidamente te pierden de vista, o tal vez pierden el interés y siguen con sus asuntos.
Desde tu posición en lo alto del tejado sientes el frío del invierno calando más fuerte en tus huesos con la brisa que sopla allí arriba. La vista sin embargo compensa el esfuerzo. Desde allí arriba Loguetown se despliega como un lienzo invernal... calles animadas, tejados cubiertos de nieve y una red de luces y guirnaldas que forman un mosaico festivo. Las decoraciones se extienden como una red que envuelve la ciudad desde los balcones de las casas hasta los escaparates de las tiendas.
Pero por supuesto la plaza central destaca por su desolación. Desde arriba la falta de adornos se hace aún más evidente... un espacio vacío, falto de la alegría y el esplendor que envuelven el resto de las calles. Su ausencia parece un golpe directo a la atmósfera navideña, sin embargo eso no ha detenido a los vendedores que continúan ofreciendo sus productos... y a los visitantes que se mueven de puesto en puesto en busca de algo que mitigue el frío o que les ayude a prepararse para el Festival de las Estrellas.
Puedes distinguir un bullicio en los alrededores del mercado. Los tenderetes de madera están decorados con coronas de pino y pequeños detalles dorados que contrastan con el gris blanquecino de la nieve acumulada. Los vendedores alzan la voz para atraer clientes y los aromas de castañas asadas, especias y chocolate caliente se mezclan con el aire helado. Más allá de la plaza las calles se curvan en una maraña de caminos que serpentean hacia diferentes zonas de la ciudad. Algunos puntos altos como las torres del puerto o las vigas de los almacenes podrían haber servido de refugio para tu objetivo.
Los primeros minutos pasan sin novedades. El viento sopla más fuerte a esta altura y la nieve que cae con suavidad pero de manera constante comienza a cubrir cualquier rastro que pudiera haberse dejado. Cada tanto tienes que sacudirte un poco para evitar que el frío entorpezca tus movimientos. Observas atentamente cada rincón desde tu posición ventajosa, escaneando los tejados cercanos en busca de algo que delate el paradero del mono. Pero todo parece en calma como si la nieve hubiera borrado cualquier evidencia de sus movimientos.
Entonces, algo llama tu atención. A un par de tejados de distancia justo donde dos chimeneas se alzan como torres gemelas notas algo fuera de lugar... cáscaras de fruta tiradas al azar, el amarillo brillante de un plátano destacando sobre el blanco inmaculado de la nieve. Aunque las pisadas se mezclan con las de las aves lugareñas, encuentras algo curioso... huellas más pequeñas, más ligeras, que podrían pertenecer a un animal del tamaño de un mono.
Te desplazas cuidadosamente por los tejados siguiendo el rastro con cautela. Las cáscaras están esparcidas, como si hubieran sido dejadas en medio de una prisa por devorar el contenido. A medida que avanzas encuentras más señales... una manzana mordida a medias, el envoltorio arrugado de lo que parece un dulce. Es un rastro desordenado pero claro. Todo apunta a que estás en el camino correcto, aunque por ahora no hay señales del pequeño mono perdido.
La sensación de estar cerca te motiva a continuar. La ciudad se extiende bajo tus pies ajena a tu investigación. Por ahora parece que Loguetown se mueve al ritmo de su propia música navideña, mientras tú sigues las pistas de este curioso pequeño primate. Todo apunta a que se dirige a la zona de almacenes de Loguetown.
Desde tu posición en lo alto del tejado sientes el frío del invierno calando más fuerte en tus huesos con la brisa que sopla allí arriba. La vista sin embargo compensa el esfuerzo. Desde allí arriba Loguetown se despliega como un lienzo invernal... calles animadas, tejados cubiertos de nieve y una red de luces y guirnaldas que forman un mosaico festivo. Las decoraciones se extienden como una red que envuelve la ciudad desde los balcones de las casas hasta los escaparates de las tiendas.
Pero por supuesto la plaza central destaca por su desolación. Desde arriba la falta de adornos se hace aún más evidente... un espacio vacío, falto de la alegría y el esplendor que envuelven el resto de las calles. Su ausencia parece un golpe directo a la atmósfera navideña, sin embargo eso no ha detenido a los vendedores que continúan ofreciendo sus productos... y a los visitantes que se mueven de puesto en puesto en busca de algo que mitigue el frío o que les ayude a prepararse para el Festival de las Estrellas.
Puedes distinguir un bullicio en los alrededores del mercado. Los tenderetes de madera están decorados con coronas de pino y pequeños detalles dorados que contrastan con el gris blanquecino de la nieve acumulada. Los vendedores alzan la voz para atraer clientes y los aromas de castañas asadas, especias y chocolate caliente se mezclan con el aire helado. Más allá de la plaza las calles se curvan en una maraña de caminos que serpentean hacia diferentes zonas de la ciudad. Algunos puntos altos como las torres del puerto o las vigas de los almacenes podrían haber servido de refugio para tu objetivo.
Los primeros minutos pasan sin novedades. El viento sopla más fuerte a esta altura y la nieve que cae con suavidad pero de manera constante comienza a cubrir cualquier rastro que pudiera haberse dejado. Cada tanto tienes que sacudirte un poco para evitar que el frío entorpezca tus movimientos. Observas atentamente cada rincón desde tu posición ventajosa, escaneando los tejados cercanos en busca de algo que delate el paradero del mono. Pero todo parece en calma como si la nieve hubiera borrado cualquier evidencia de sus movimientos.
Entonces, algo llama tu atención. A un par de tejados de distancia justo donde dos chimeneas se alzan como torres gemelas notas algo fuera de lugar... cáscaras de fruta tiradas al azar, el amarillo brillante de un plátano destacando sobre el blanco inmaculado de la nieve. Aunque las pisadas se mezclan con las de las aves lugareñas, encuentras algo curioso... huellas más pequeñas, más ligeras, que podrían pertenecer a un animal del tamaño de un mono.
Te desplazas cuidadosamente por los tejados siguiendo el rastro con cautela. Las cáscaras están esparcidas, como si hubieran sido dejadas en medio de una prisa por devorar el contenido. A medida que avanzas encuentras más señales... una manzana mordida a medias, el envoltorio arrugado de lo que parece un dulce. Es un rastro desordenado pero claro. Todo apunta a que estás en el camino correcto, aunque por ahora no hay señales del pequeño mono perdido.
La sensación de estar cerca te motiva a continuar. La ciudad se extiende bajo tus pies ajena a tu investigación. Por ahora parece que Loguetown se mueve al ritmo de su propia música navideña, mientras tú sigues las pistas de este curioso pequeño primate. Todo apunta a que se dirige a la zona de almacenes de Loguetown.