Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
08-08-2024, 10:07 AM
La decisión fue difícil, pero al final, Zev decidió continuar su viaje. El oasis prometía refugio y la tan necesaria libertad que había estado buscando. El camino, sin embargo, resultó ser implacable.
Luego, se acomodó en un lugar seguro y comenzó a preparar la pata del cervatillo. Aunque no era la comida abundante que había planeado, era suficiente para saciar su hambre y darle la energía necesaria para continuar su búsqueda de identidad y propósito en este vasto y desafiante mundo.
Cada paso se volvía más pesado, y las patas del cervatillo que llevaba parecían aumentar de peso con cada kilómetro recorrido. Zev se detuvo un momento, ajustándolas en su agarre para distribuir mejor el peso y aliviar un poco la carga. La resistencia mental y física que había desarrollado a lo largo de su vida era puesta a prueba en esta jornada agotadora.
El sol comenzó a descender, y con ello, la temperatura se enfrió. El calor abrasador dio paso al frío seco de la sabana nocturna. La tierra, aún cálida, proporcionaba un leve consuelo temporal. Mientras avanzaba, los sonidos de los insectos llenaban el aire, y las bestias nocturnas empezaban a despertar. Sin embargo, ninguna de ellas prestaba atención al coyote humanoide que avanzaba con pasos cansados pero decididos.
El alivio del frío nocturno era palpable, aunque el dolor en sus pies y su cuerpo seguía presente. Zev escuchaba el susurro de la noche, sus sentidos alerta a cualquier posible peligro, pero su foco permanecía en llegar al oasis.
Finalmente, la humedad en el aire aumentó, y Zev sintió el fango bajo sus pies, aliviando el estrés acumulado. Levantó la vista y vio un grupo de árboles a lo lejos, señal inequívoca de que había llegado al oasis. La emoción se apoderó de él, dándole un impulso adicional mientras ajustaba las patas del cervatillo en sus manos, deseoso de llegar y comer.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que solo llevaba una pata. La otra se había caído en algún punto del camino, y el cansancio y la fatiga le habían impedido notarlo. Zev miró hacia atrás, con la esperanza de encontrar la pata perdida, pero la oscuridad y la distancia hacían imposible verla.
Por un momento, Zev se debatió internamente. Volver a buscar la pata perdida significaba retrasar aún más su llegada al oasis, exponiéndose a los peligros nocturnos y al agotamiento extremo. Continuar hacia el oasis con la única pata que le quedaba le aseguraba descanso, hidratación y la oportunidad de comer algo de alimento.
Respiró profundamente, sintiendo el aire fresco llenar sus pulmones. El orgullo y la determinación que lo habían traído hasta aquí se reafirmaron en su interior. Con un último vistazo hacia atrás, decidió que la mejor opción; la más inteligente y conservadora, era seguir adelante.
Zev continuó hacia el oasis, con su mirada fija en los árboles que prometían agua y refugio. Cada paso lo acercaba más a la meta, y aunque había perdido parte de su presa, sabía que la única pata restante y el agua del oasis serían suficientes para recuperar sus fuerzas.
Al llegar al oasis, Zev sintió una oleada de alivio. El sonido del agua corriente y la frescura del lugar eran como un bálsamo para su cuerpo y su espíritu. Se agachó junto al agua, bebiendo profundamente, permitiendo que el líquido vital calmara su sed y revitalizara su cuerpo.