Byron
Que me lo otorguen
27-12-2024, 06:07 PM
(Última modificación: 27-12-2024, 06:13 PM por Byron.)
Faro de Rostock y el mar, alrededores de Isla Kilombo, día 43 de Verano por la noche.
El cielo poco a poco comenzaba a esclarecerse. Las nubes de tormenta que marcaban el mal augurio de lo que podía haber sido el día, se disipaban poco a poco, dejando pasar los rayos de luz del atardecer entre sus separaciones. El joven capitán pirata sentía esto como un susurro del destino, haciéndole entender que por fin, todo había acabado tras su triunfal y exitosa entrega.
El muchacho se encontraba erguido, mirando el horizonte frente a él, en el lugar donde su viaje comenzó y su tripulación fue formada. El faro de Rostock.
Dejándose arropar por el arremolinado viento tormentoso que hacía sus últimos actos de presencia, no dejaba de mirar al frente, con el emblemático monumento a su espalda. Una ligera inquietud afligía su corazón, quizás fruto de la emoción, o quizás, de la culpabilidad que guardaba en lo más profundo de su ser, al haber acabado con los sueños y esperanzas de un "compañero de profesión". Apretando puños y dientes se dejaba embaucar por aquel pensamiento, dándole vueltas una y otra vez, pues no podía negarse a sí mismo la satisfacción que sintió al dejar en claro que él, era superior al hombre que había puesto en jaque al mar del este.
Chasqueó la lengua, para posteriormente escaparse por sus labios una pequeña risa que dejaba en claro, que el arrepentimiento no ocupaba lugar en él. Así mismo, se giró, dejando de contemplar las hermosas vistas que formaban los riscos del acantilado, para toparse de frente con el faro que simbolizaba su comienzo. Con disimulo, y como si se tratase de un humano o alguien vivo, acarició la superficie de roca de aquel imponente símbolo, surcando con la yema de sus dedos las pequeñas grietas y separaciones entre los bloques de piedra. Miró hacia el cielo, donde se situaba la zona más alta del faro, el balcón que daba paso a la cúpula de este, y como si eso fuese el rostro de aquel lugar, le sonrió tiernamente, mientras le daba una par de golpes con la palma de su mano.
Antes de marchar, usando los poderes de su akuma no mi, encendió su dedo índice, con una pequeña, pero poderosa llama, y con esta grabó en la gruesa roca su Jolly Roger, acompañado de la palabra "Hizashi". Finalmente, con el grabado aún iluminado por el calor al que había sido sometida la roca, abandono el lugar con una sonrisa, y con la convicción de nunca mirar atrás.
La noche había entrado en escena, y el capitán se encontraba en la cubierta de su barco. No hacía mucho que habían abandonado Kilombo, aunque la vista de esta en el horizonte se había perdido hace ya algunos minutos. Los ánimos de victoria y euforia en cubierta habían cedido, más los miembros seguían deleitándose del ron que guardaban en su despensa, la celebración continuaba, pero de una forma mucho más relajada y casual.
Byron, sentado sobre el cofre que el marine McKlein los había entregado por su cooperación con la justicia, jugueteaba con la gema que portaba su fiel acero en la empuñadura. Encajándola, y volviendo a desencajarla, de la hendidura que el arma tenía para ella. Los pensamientos se acumulaban en su mente mientras dejaba pasar por su garganta del dulce ron para saciar su sed, seleccionando de estos pensamientos las palabras que quería expresar de forma sincera, el momento de desvelar su verdadero propósito, lo que su alma ansiaba.
Así pues, terminó el contenido de su jarra, y la posó en el suelo que pisaban sus pies. Carraspeando la garganta, para llamar la atención de los presentes, mientras miraba con sus ojos violetas a cada uno de los individuos que formaban ahora su familia. Con este acto, pudo notar que su llamada de atención fue correspondida, y todos lo miraron para escuchar que tenía que decir. Apoyándose sobre su espada, dio un profundo suspiro, y comenzó a hablar.
- Camaradas, estoy orgulloso.- Dijo con un tono de voz más serio de lo normal. - Una primera victoria en nuestro objetivo, aunque a partir de ahora, todo será más difícil... No tardarán en llegar noticias de que aquellos que entregaron a Muzen y se rieron de la justicia haciéndose pasar por civiles ejemplares son realmente piratas. - Comenzó a agitar el pie mientras se mantenía aún sentado.- Aunque hemos salido de la casilla de salida, no tardaremos en cambiar que es lo que se considera, justicia. Igual os resulta extraño, pero he decidido, que en nuestra búsqueda de la libertad y aventuras, nuestra mejor opción es conseguir convertirme en Shichibukai.- Dejó caer su espada al suelo, para sacar de su bolsillo su pipa con tabaco, mientras escuchaba las reacciones del resto, prendía el tabaco con uno de sus dedos y daba una intensa calada. - Con ese cargo, no necesitaremos responder por nuestras acciones, así como gozaremos con el privilegio de que el gobierno no nos vigile o nos tenga en el punto de mira... Por lo menos por ahora.- Dijo exhalando el humo.- Pongamos el mundo patas arriba... Desde dentro...- Dijo mirándolos de forma desafiante. - Los hilos están comenzando a tejerse, tengo contactos en el bajo mundo, y antes de que se den cuenta, nos apoderaremos de este. Muzen no era más que una excusa, un mero trámite para hacer ver a los de arriba que hay peces más gordos que aún no han salido a la luz... Nos hemos hecho notar, solo es cuestión de tiempo, de que demos un vuelco al mundo y nos apoderemos de él, desde dentro.
Finalmente, se levantó, mientras desechaba el tabaco quemado de su pipa con unos ligeros toques, y se dirigió a lo más alto del mástil formando unas alas de fuego a su espalda, que lo hicieron volar hasta el lugar. Posteriormente, en esa posición, agarró la bandera que tenía guardada dentro de su holgada camisa, y con una amplia sonrisa, tras volverla a poner en su lugar, gritó.
- ¡Cabrones! ¡Los Hizashi, entran en escena!
El cielo poco a poco comenzaba a esclarecerse. Las nubes de tormenta que marcaban el mal augurio de lo que podía haber sido el día, se disipaban poco a poco, dejando pasar los rayos de luz del atardecer entre sus separaciones. El joven capitán pirata sentía esto como un susurro del destino, haciéndole entender que por fin, todo había acabado tras su triunfal y exitosa entrega.
El muchacho se encontraba erguido, mirando el horizonte frente a él, en el lugar donde su viaje comenzó y su tripulación fue formada. El faro de Rostock.
Dejándose arropar por el arremolinado viento tormentoso que hacía sus últimos actos de presencia, no dejaba de mirar al frente, con el emblemático monumento a su espalda. Una ligera inquietud afligía su corazón, quizás fruto de la emoción, o quizás, de la culpabilidad que guardaba en lo más profundo de su ser, al haber acabado con los sueños y esperanzas de un "compañero de profesión". Apretando puños y dientes se dejaba embaucar por aquel pensamiento, dándole vueltas una y otra vez, pues no podía negarse a sí mismo la satisfacción que sintió al dejar en claro que él, era superior al hombre que había puesto en jaque al mar del este.
Chasqueó la lengua, para posteriormente escaparse por sus labios una pequeña risa que dejaba en claro, que el arrepentimiento no ocupaba lugar en él. Así mismo, se giró, dejando de contemplar las hermosas vistas que formaban los riscos del acantilado, para toparse de frente con el faro que simbolizaba su comienzo. Con disimulo, y como si se tratase de un humano o alguien vivo, acarició la superficie de roca de aquel imponente símbolo, surcando con la yema de sus dedos las pequeñas grietas y separaciones entre los bloques de piedra. Miró hacia el cielo, donde se situaba la zona más alta del faro, el balcón que daba paso a la cúpula de este, y como si eso fuese el rostro de aquel lugar, le sonrió tiernamente, mientras le daba una par de golpes con la palma de su mano.
Antes de marchar, usando los poderes de su akuma no mi, encendió su dedo índice, con una pequeña, pero poderosa llama, y con esta grabó en la gruesa roca su Jolly Roger, acompañado de la palabra "Hizashi". Finalmente, con el grabado aún iluminado por el calor al que había sido sometida la roca, abandono el lugar con una sonrisa, y con la convicción de nunca mirar atrás.
La noche había entrado en escena, y el capitán se encontraba en la cubierta de su barco. No hacía mucho que habían abandonado Kilombo, aunque la vista de esta en el horizonte se había perdido hace ya algunos minutos. Los ánimos de victoria y euforia en cubierta habían cedido, más los miembros seguían deleitándose del ron que guardaban en su despensa, la celebración continuaba, pero de una forma mucho más relajada y casual.
Byron, sentado sobre el cofre que el marine McKlein los había entregado por su cooperación con la justicia, jugueteaba con la gema que portaba su fiel acero en la empuñadura. Encajándola, y volviendo a desencajarla, de la hendidura que el arma tenía para ella. Los pensamientos se acumulaban en su mente mientras dejaba pasar por su garganta del dulce ron para saciar su sed, seleccionando de estos pensamientos las palabras que quería expresar de forma sincera, el momento de desvelar su verdadero propósito, lo que su alma ansiaba.
Así pues, terminó el contenido de su jarra, y la posó en el suelo que pisaban sus pies. Carraspeando la garganta, para llamar la atención de los presentes, mientras miraba con sus ojos violetas a cada uno de los individuos que formaban ahora su familia. Con este acto, pudo notar que su llamada de atención fue correspondida, y todos lo miraron para escuchar que tenía que decir. Apoyándose sobre su espada, dio un profundo suspiro, y comenzó a hablar.
- Camaradas, estoy orgulloso.- Dijo con un tono de voz más serio de lo normal. - Una primera victoria en nuestro objetivo, aunque a partir de ahora, todo será más difícil... No tardarán en llegar noticias de que aquellos que entregaron a Muzen y se rieron de la justicia haciéndose pasar por civiles ejemplares son realmente piratas. - Comenzó a agitar el pie mientras se mantenía aún sentado.- Aunque hemos salido de la casilla de salida, no tardaremos en cambiar que es lo que se considera, justicia. Igual os resulta extraño, pero he decidido, que en nuestra búsqueda de la libertad y aventuras, nuestra mejor opción es conseguir convertirme en Shichibukai.- Dejó caer su espada al suelo, para sacar de su bolsillo su pipa con tabaco, mientras escuchaba las reacciones del resto, prendía el tabaco con uno de sus dedos y daba una intensa calada. - Con ese cargo, no necesitaremos responder por nuestras acciones, así como gozaremos con el privilegio de que el gobierno no nos vigile o nos tenga en el punto de mira... Por lo menos por ahora.- Dijo exhalando el humo.- Pongamos el mundo patas arriba... Desde dentro...- Dijo mirándolos de forma desafiante. - Los hilos están comenzando a tejerse, tengo contactos en el bajo mundo, y antes de que se den cuenta, nos apoderaremos de este. Muzen no era más que una excusa, un mero trámite para hacer ver a los de arriba que hay peces más gordos que aún no han salido a la luz... Nos hemos hecho notar, solo es cuestión de tiempo, de que demos un vuelco al mundo y nos apoderemos de él, desde dentro.
Finalmente, se levantó, mientras desechaba el tabaco quemado de su pipa con unos ligeros toques, y se dirigió a lo más alto del mástil formando unas alas de fuego a su espalda, que lo hicieron volar hasta el lugar. Posteriormente, en esa posición, agarró la bandera que tenía guardada dentro de su holgada camisa, y con una amplia sonrisa, tras volverla a poner en su lugar, gritó.
- ¡Cabrones! ¡Los Hizashi, entran en escena!