King Kazma
Shiromimi
08-08-2024, 01:35 PM
Con los problemas ajenos llegaban los problemas personales. King había decidido que no era su problema si raptaban a la hija del dueño de la posada. Había sido amable cuando le servía lo que pedía, pero parte de su trabajo era agradar a los clientes para que estuvieran satisfechos y pagaran, así que no podía fiarse de su comportamiento para determinar su personalidad. A lo mejor era tan imbécil como la mayoría de humanos y sólo estaba pensando en que quería acariciar su pelaje o algo así, como las niñas de su pueblo natal. Si el posadero era incapaz de proteger a su propia hija, ¿por qué debería hacerlo nadie más? No se podía ir por la vida dependiendo por completo de los demás… Estaba siendo injusto con él, lo sabía, pero no podía evitarlo. Si lo justificaba, si empatizaba con él, acabaría queriendo salvar a su hija. Había oído hablar de los piratas buenos, de los que sólo querían vivir aventuras pero que no hacían daño ni robaban ni nada salvo que los atacasen primero. No era la clase de pirata que quería ser, esos piratas eran conocidos como héroes por muchas personas, y los héroes se arriesgaban por otros. Él no arriesgaría su vida ni la de sus recientemente conseguidos nakamas para ayudar a otra persona a cambio de nada.
Pero tal vez dichos nakamas no estaban por la labor de no meterse en los asuntos de los demás. Por lo menos aquella situación le serviría para hacerse una idea de su fuerza. Alexander trató de intervenir pacíficamente, resolver el conflicto con palabras y de manera amable. Era un mink lobo, por lo que sabía que si quería podía ser fiero y letal. Pero prefería la cordialidad, probablemente por ser médico. Lo mismo podía aplicarse a Raiden, otro mink lobo, aunque luchaba con espadas. Pero él era más agresivo, abordando la situación de una forma mucho más directa y amenazante. Era obvio que un enfoque tranquilo y pacífico no iba a dar resultado con gente que iba a secuestrar a una chica, forzarla a ser la esposa de su líder y que lanzaba cuchillos a la mínima provocación. Finalmente el posadero quiso hacer algo, probablemente envalentonado por las acciones de Alexander y Raiden, que le mostraban apoyo y al ser minks lobos parecían fieros luchadores. Pero le salió mal la jugada, pues en cuestión de segundos un cuchillo acabó clavado en su costado. King chasqueó la lengua. ¿Iban a dejarles sin posadero? Si secuestraban a la hija y mataban al posadero, nadie les cocinaría ni limpiaría las habitaciones ni nada. Pero la cosa no se quedó ahí. Podían vivir un par de días de gratis en la posada sin dueño, sin que nadie limpiara o cocinara para ellos, podían buscarse la vida en ese aspecto, pero si quemaban el lugar… Se quedaban sin camas.
King apuró la cerveza y arrojó la jarra a un lado. Habría quedado muy dramático y guay en general que se hubiera roto en pedacitos de cristal, pero era de madera. Se puso en pie y comenzó a dar saltos por el local, recogiendo los manteles de las mesas que los tenían. Arrancó las cortinas y también se hizo con los mandilones colgados tras la barra y las sábanas limpias de un cesto que estaba listo para subir al piso superior para cambiarlas por las sucias. Tenía en sus manos una gran masa de tela de la que le dio la mitad a Raiden. Le habría dado algo a Alexander también, pero supuso que querría encargarse del posadero herido. – ¡Sofoca las llamas con eso! – Le ordenó, su primera orden como capitán y la primera orden que recibía Raiden desde que era miembro de la tripulación. Se dirigió al fuego más peligroso de todos, el que estaba calentando las botellas de alcohol y podría hacerlas estallar en cualquier momento, destruyendo por completo el lugar. Era el más adecuado para ello, ya que no le afectaba el fuego. Llegó de un salto y arrojó el montón de tela sobre las llamas tan extendido como pudo, poniéndose enseguida a extenderla más y más y a ahogar las llamas que se habían escapado. Era bastante complicado apagar un fuego originado por un líquido, pero no imposible. Y él no tenía que tener miedo de quemarse.
Pero tal vez dichos nakamas no estaban por la labor de no meterse en los asuntos de los demás. Por lo menos aquella situación le serviría para hacerse una idea de su fuerza. Alexander trató de intervenir pacíficamente, resolver el conflicto con palabras y de manera amable. Era un mink lobo, por lo que sabía que si quería podía ser fiero y letal. Pero prefería la cordialidad, probablemente por ser médico. Lo mismo podía aplicarse a Raiden, otro mink lobo, aunque luchaba con espadas. Pero él era más agresivo, abordando la situación de una forma mucho más directa y amenazante. Era obvio que un enfoque tranquilo y pacífico no iba a dar resultado con gente que iba a secuestrar a una chica, forzarla a ser la esposa de su líder y que lanzaba cuchillos a la mínima provocación. Finalmente el posadero quiso hacer algo, probablemente envalentonado por las acciones de Alexander y Raiden, que le mostraban apoyo y al ser minks lobos parecían fieros luchadores. Pero le salió mal la jugada, pues en cuestión de segundos un cuchillo acabó clavado en su costado. King chasqueó la lengua. ¿Iban a dejarles sin posadero? Si secuestraban a la hija y mataban al posadero, nadie les cocinaría ni limpiaría las habitaciones ni nada. Pero la cosa no se quedó ahí. Podían vivir un par de días de gratis en la posada sin dueño, sin que nadie limpiara o cocinara para ellos, podían buscarse la vida en ese aspecto, pero si quemaban el lugar… Se quedaban sin camas.
King apuró la cerveza y arrojó la jarra a un lado. Habría quedado muy dramático y guay en general que se hubiera roto en pedacitos de cristal, pero era de madera. Se puso en pie y comenzó a dar saltos por el local, recogiendo los manteles de las mesas que los tenían. Arrancó las cortinas y también se hizo con los mandilones colgados tras la barra y las sábanas limpias de un cesto que estaba listo para subir al piso superior para cambiarlas por las sucias. Tenía en sus manos una gran masa de tela de la que le dio la mitad a Raiden. Le habría dado algo a Alexander también, pero supuso que querría encargarse del posadero herido. – ¡Sofoca las llamas con eso! – Le ordenó, su primera orden como capitán y la primera orden que recibía Raiden desde que era miembro de la tripulación. Se dirigió al fuego más peligroso de todos, el que estaba calentando las botellas de alcohol y podría hacerlas estallar en cualquier momento, destruyendo por completo el lugar. Era el más adecuado para ello, ya que no le afectaba el fuego. Llegó de un salto y arrojó el montón de tela sobre las llamas tan extendido como pudo, poniéndose enseguida a extenderla más y más y a ahogar las llamas que se habían escapado. Era bastante complicado apagar un fuego originado por un líquido, pero no imposible. Y él no tenía que tener miedo de quemarse.