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Katharina von Steinhell
von Steinhell
28-12-2024, 05:21 PM
Es un conocimiento elemental que nuestro mundo está dividido por una imponente cordillera conocida como Red Line, cuya majestuosidad se manifiesta en tonos rojizos y anaranjados, y cuyos picos más elevados superan los diez mil metros sobre el nivel del mar. Este colosal orógeno sirve como eje central del planeta, mientras que dos mares de gran importancia, el Nuevo Mundo y el Grand Line, se extienden perpendicularmente desde este a oeste, separados entre sí por las dos franjas marítimas paralelas del Calm Belt. Estas aguas, apacibles pero infamemente peligrosas por la ausencia de viento y la presencia de monstruos marinos, separan los mares cardinales del resto.
El flujo natural del agua ha esculpido pasos a través de esta formidable barrera terrestre, corredores que conectan los mares cardinales con los mares principales. Estos pasos, sin embargo, son rutas mortales que solo los más intrépidos y desesperados marineros se atreven a recorrer. Un ejemplo paradigmático de ello es el tránsito del Mar del Este al Grand Line, empresa que muchos consideran un acto de suicidio calculado.
Decidí, sin embargo, establecerme en el Mar del Este, comúnmente considerado el más tranquilo y débil de los mares cardinales, con la esperanza de hallar un refugio seguro. Esta decisión, aunque lógica en su momento, resultó plagada de sorpresas desagradables: asesinos hábiles y monstruos poseedores de fuerza sobrehumana. No obstante, el East Blue también ofreció encuentros fortuitos que, aunque raros, resultaron prometedores. Uno de ellos fue Alpha, un joven cuya determinación por revolucionar este mundo y proclamarse como uno de los hombres más fuertes del planeta dejó una impresión singular en mí.
Alpha no estaba solo. Le acompañaban Derian, un hombre de semblante inquietante y difícil de descifrar, y Mayura, un joven cuya extravagancia parecía fuera de lugar entre este grupo atípico de autoproclamados piratas. Nuestra estancia en el Mar del Este llegó a su fin cuando decidimos trasladar nuestras operaciones al Mar del Norte, un lugar infame por albergar criaturas formidables y hombres que han trascendido su humanidad.
El cambio de escenario trajo consigo un inesperado alivio: los asesinos enviados por mi padre finalmente cesaron en sus intentos de matarme, abandonando su insistencia en degollarme, envenenarme o decapitarme. El viaje comenzó a lomos del ave de Alpha, una criatura sorprendentemente leal y útil, y concluyó con uno de los medios de transporte más singulares del mundo ordinario: los pulpos-globo.
El ascenso a cientos de metros de altura, sostenidos únicamente por un pulpo volador, es una experiencia que desafía cualquier concepto de seguridad. Aunque intento mantener la compostura, mi espíritu vacila al dejar atrás las tranquilas aguas del East Blue. Una mirada furtiva por la ventana me revela un paisaje etéreo: nubes densas nos rodean, mientras el viento del North Blue sacude el navío sin piedad.
Abandonando mi habitación, busco a los demás. Encuentro a Derian, cuyo liderazgo queda patente al dirigir con precisión a los marineros. Estos se mueven con diligencia, cargando cuerdas y herramientas cuyo propósito desconozco. Mi formación, limitada a la medicina y los fundamentos de navegación y astronomía, no me permite comprender las complejidades de estas labores. Uno de los marineros me ofrece un equipo de seguridad; lo acepto y me lo coloco bajo las instrucciones de Derian.
Sin embargo, mi papel en este barco dista mucho de involucrarme en tareas manuales. Mi linaje, mi sangre, me colocan en una categoría distinta. Carezco de la fuerza y, sobre todo, de la disposición para participar en estas actividades.
-Con lo conveniente que son los ascensores del Red Line… -gruño para mí misma, sintiendo el mareo provocado por el constante embate del viento-. ¿Así será mi vida de ahora en adelante?
El flujo natural del agua ha esculpido pasos a través de esta formidable barrera terrestre, corredores que conectan los mares cardinales con los mares principales. Estos pasos, sin embargo, son rutas mortales que solo los más intrépidos y desesperados marineros se atreven a recorrer. Un ejemplo paradigmático de ello es el tránsito del Mar del Este al Grand Line, empresa que muchos consideran un acto de suicidio calculado.
Decidí, sin embargo, establecerme en el Mar del Este, comúnmente considerado el más tranquilo y débil de los mares cardinales, con la esperanza de hallar un refugio seguro. Esta decisión, aunque lógica en su momento, resultó plagada de sorpresas desagradables: asesinos hábiles y monstruos poseedores de fuerza sobrehumana. No obstante, el East Blue también ofreció encuentros fortuitos que, aunque raros, resultaron prometedores. Uno de ellos fue Alpha, un joven cuya determinación por revolucionar este mundo y proclamarse como uno de los hombres más fuertes del planeta dejó una impresión singular en mí.
Alpha no estaba solo. Le acompañaban Derian, un hombre de semblante inquietante y difícil de descifrar, y Mayura, un joven cuya extravagancia parecía fuera de lugar entre este grupo atípico de autoproclamados piratas. Nuestra estancia en el Mar del Este llegó a su fin cuando decidimos trasladar nuestras operaciones al Mar del Norte, un lugar infame por albergar criaturas formidables y hombres que han trascendido su humanidad.
El cambio de escenario trajo consigo un inesperado alivio: los asesinos enviados por mi padre finalmente cesaron en sus intentos de matarme, abandonando su insistencia en degollarme, envenenarme o decapitarme. El viaje comenzó a lomos del ave de Alpha, una criatura sorprendentemente leal y útil, y concluyó con uno de los medios de transporte más singulares del mundo ordinario: los pulpos-globo.
El ascenso a cientos de metros de altura, sostenidos únicamente por un pulpo volador, es una experiencia que desafía cualquier concepto de seguridad. Aunque intento mantener la compostura, mi espíritu vacila al dejar atrás las tranquilas aguas del East Blue. Una mirada furtiva por la ventana me revela un paisaje etéreo: nubes densas nos rodean, mientras el viento del North Blue sacude el navío sin piedad.
Abandonando mi habitación, busco a los demás. Encuentro a Derian, cuyo liderazgo queda patente al dirigir con precisión a los marineros. Estos se mueven con diligencia, cargando cuerdas y herramientas cuyo propósito desconozco. Mi formación, limitada a la medicina y los fundamentos de navegación y astronomía, no me permite comprender las complejidades de estas labores. Uno de los marineros me ofrece un equipo de seguridad; lo acepto y me lo coloco bajo las instrucciones de Derian.
Sin embargo, mi papel en este barco dista mucho de involucrarme en tareas manuales. Mi linaje, mi sangre, me colocan en una categoría distinta. Carezco de la fuerza y, sobre todo, de la disposición para participar en estas actividades.
-Con lo conveniente que son los ascensores del Red Line… -gruño para mí misma, sintiendo el mareo provocado por el constante embate del viento-. ¿Así será mi vida de ahora en adelante?