¿Sabías que…?
... el concepto de isla Demontooth hace referencia a una rivalidad legendaria en la obra.
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[Común] En busca de un navegante (Privado con Galhard)
Horus
El Sol
25 de Otoño, Mediodía
Escuela Náutica de Conomi

Me encontraba sentado sobre un pequeño muro en las inmediaciones de la famosa escuela náutica de la isla Cocoyashi, una institución que al parecer gozaba de renombre en todo el East Blue. De hecho, había venido a esta isla atraído por los rumores y las buenas palabras que escuché sobre esta escuela en múltiples lugares del mar del Este mientras buscaba a un buen navegante. Mis viajes estaban siendo demasiado accidentados y un poco aleatorios; era conveniente encontrar algún compañero navegante que quisiera acompañarme en busca de lo desconocido, especialmente al enfrentar mis próximas aventuras. Y cuanto más preguntaba por cualquier rincón de esa región del mar, más eran los dedos que apuntaban hacia esta institución.

No era tan irrespetuoso como para irrumpir dentro del edificio y molestar en las lecciones, conferencias o en la biblioteca náutica del lugar. Al fin y al cabo, allí acudían muchos estudiantes en busca de aprender, pero también navegantes ya graduados o experimentados que daban charlas sobre diversos fenómenos marinos y climáticos. Algunos usaban las instalaciones y la biblioteca para sus investigaciones o tesis; el lugar contaba, además, con grandes instalaciones y equipamientos para cartógrafos que se dedicaban a traducir mapas antiguos con medios más modernos. Todo esto lo indicaban los folletos que repartían en la entrada y que leía de vez en cuando mientras aguardaba.

Permanecía sobre el pequeño muro con un saco de mandarinas a mi lado, no muy grande, del cual ya había consumido un par, que me regaló el buen agricultor al que ayudé ayer en la cosecha a cambio de unas pocas monedas que me serían muy útiles. Necesitaba una mano urgente porque, según su instinto, hoy iba a nevar y le sería más complicado cosechar las mandarinas, de las últimas cosechas antes del invierno. Pero eso no era muy relevante en estos momentos. Tenía que centrarme en buscar un camarada navegante, lo cual era más complicado de lo que me esperaba.

Ya había intentado hablar con varias personas, cerca de una docena. Algunos estaban por entrar al lugar y otros salían de él. Todos me daban largas, me ignoraban o me decían que no tenían tiempo antes de que pudiera hablarles. Esta, tal vez, era la mejor escuela de navegación de este mar, pero sin duda educación y buenos modales no eran materias que se enseñaran allí. No es que me molestara, puesto que comprendía que todos podíamos tener nuestros contratiempos y preocupaciones; además, todavía no había hablado con tanta gente. Aún no era la hora punta de finalizar las clases para el descanso de la comida, cuando saldría el grueso de los alumnos, aunque prefería encontrar a alguien más experimentado.

Y de repente, mientras pelaba una mandarina aguardando la aparición de alguien más, un copo de nieve se posó sobre la fruta, lo cual me hizo alzar la mirada hacia el cielo contemplando cómo comenzaban a caer unos pocos y suaves copos de nieve. No eran muy abundantes y la ausencia de viento hacía que cayeran despacio y calmados como algodón. El granjero tenía razón, había llegado la primera nevada de la temporada, aunque la tierra aún era demasiado cálida como para que la nieve no se derritiera nada más tocarla. Sin embargo, en las alturas, donde estaban las nubes, ya hacía el frío suficiente como para que la nieve cayera, pero en tierra aún faltaba un poco para que el frío pudiera preservar la nieve y permitir que se acumulase.

Aunque esto era malo para mí, si empezaba a nevar, aunque la nieve no cuajara, me complicaría la búsqueda de alguien, porque la gente se distraería con la nieve o la usaría como pretexto para ignorarme aún más rápidamente que antes. Y no les culpo; incluso yo me quedaba algo fascinado por la nieve, aunque es normal en mi caso: en mi hogar no nevaba nunca, así que cuando la vi por primera vez me quedé muy embobado, y aún me pasa un poco.

Pero entonces noté la presencia de alguien saliendo del edificio. Era un joven algo apuesto, de cabellos largos y castaños recogidos en una coleta. La verdad es que sin duda tenía un buen cabello; su físico también se veía entrenado, claramente se notaba que no era un simple estudiante, ya había tenido experiencias con el mar. Y con el fin de evitar un rechazo casual ahora que competía con la cautivadora nieve, me dejé caer del pequeño muro y me acerqué al hombre sin más.

— Oye, disculpa que te moleste, ¿eres navegante por casualidad? — le pregunté sin más.

Aún cargaba con una mandarina pelada, a la que apenas le faltaban un par de gajos en mi mano diestra, y había tomado con la zurda el saco de mandarinas que me habían dado de regalo.

— Si no vas mal de tiempo, me gustaría charlar, ¿te apetece una mandarina? — proseguí.

Con un rostro amable y una sonrisa radiante, le levanté el saco con mandarinas, haciéndole el ofrecimiento amable para ver si podíamos dar paso a una conversación. En el mejor de los casos, sería un navegante dispuesto a viajar conmigo; en el segundo mejor, no podría acompañarme pero conocería a alguien que podría recomendarme. En el peor de los casos, le molestaría y se iría, pero yo siempre apuesto por lo positivo.
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En busca de un navegante (Privado con Galhard) - por Horus - 28-12-2024, 06:24 PM

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