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Octojin
El terror blanco
28-12-2024, 09:14 PM
El frío mordía con intensidad, y Octojin, pese a su capa improvisada, sentía el aire helado colarse entre las fibras de su ropa, sintiendo una sensación que no le gustaba demasiado, pero la cual tendría que enfrentar si quería seguir allí y proseguir en su viaje al North Blue. El cielo gris parecía un lienzo vacío, y los copos de nieve caían lentamente, posándose en los tentáculos del pulpo que les servía de transporte, que parecía juguetear con aquello. El escualo se preguntó si el pulpo sería profesional en su travesía o se distraería con los copos como ahora, pero pronto pensó que quizá debía quitar esa idea de su mente si quería tener un viaje relativamente cómodo, al menos en cuanto a su salud mental. A pesar de la incomodidad del clima, había algo revitalizante en aquel ambiente. Estaba de vuelta con su brigada, y eso valía más que cualquier abrigo.
A medida que esperaba en el barco designado, distinguió una figura conocida. Camille, con su imponente presencia, estaba envuelta en una capa y saludándole con una sonrisa que, aunque breve, era cálida.
—¡Camille! —exclamó Octojin, levantando una mano en un gesto animado— ¡Cuánto tiempo! —Se acercó y le tendió la mano, pero al final no pudo resistirse y le dio una palmada amistosa en el hombro— Pensé que me habías olvidado, pero veo que sigues siendo tan puntual como siempre.
Antes de que pudieran intercambiar más palabras, una voz familiar resonó entre la multitud. Era Alex, que saludaba a ambos marines a la vez mientras se abría paso entre la muchedumbre. La Hafugyo apareció con su habitual entusiasmo, y Octojin le devolvió una sonrisa amplia.
—¡Alex! Qué bien verte. ¿Listos para enfrentarnos al North Blue? —preguntó, mientras le ofrecía un apretón de manos— Por lo que dices, parece que tendremos que lidiar con algo más que el frío.
El grupo comenzaba a recuperar su dinámica, pero todavía faltaba alguien. Y entonces, como si lo hubieran invocado, apareció Takahiro, con su inconfundible porte y esa confianza que siempre irradiaba.
—¡Taka! —Octojin levantó el brazo en un gesto de bienvenida— Por fin todos juntos de nuevo. Esto sí que se siente como en casa. Solo faltan Atlas y Ray, aunque no sé si vendrán ahora o en otro barco... Creo que están hasta arriba de papeleo.
El reencuentro estaba lleno de risas y pequeñas bromas entre los compañeros, pero la atención pronto se desvió al pulpo. Con un leve movimiento de sus tentáculos, la enorme criatura comenzó a elevarse, y el barco vibró ligeramente mientras se ajustaba a la tensión de las cuerdas.
Al principio, todo parecía ir bien. El aire frío soplaba con fuerza, pero el viaje era estable. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el cielo comenzara a oscurecer. Nubes negras y pesadas se formaban rápidamente, y el sonido de los truenos empezó a retumbar en la distancia.
—Esto no pinta bien —murmuró Octojin, mirando a sus compañeros.
El pulpo comenzó a luchar contra los vientos, y la embarcación se tambaleó, siendo cada sacudida más fuerte que la anterior. La lluvia empezó a caer en gruesas gotas heladas, convirtiendo la cubierta en un terreno resbaladizo. Octojin se agarró a una barandilla mientras el barco se inclinaba peligrosamente.
—¡Voy a buscar madera! —gritó, asegurándose de que sus compañeros le escucharan por encima del rugido de la tormenta.
Corrió hacia el interior del barco, encontrando un pequeño almacén con tablones y herramientas básicas de dudosa calidad. Cargando con lo que podía, regresó a la cubierta, donde la situación era cada vez más caótica. Sin perder tiempo, empezó a reforzar los puntos débiles del barco como podía con tanto tambaleo. Sus manos, acostumbradas al trabajo en astilleros, se movían con precisión incluso bajo la presión del viento y la lluvia. Aunque obviamente le costaba más de lo normal.
—¡Camille, sujeta esa cuerda! ¡Alex, necesito que me pases más clavos! —ordenó mientras golpeaba los tablones en su lugar con un martillo improvisado.
Poco a poco, los refuerzos comenzaron a mantener el barco más estable, pero la tormenta no daba tregua. Rayos iluminaban el cielo, y los truenos hacían vibrar el aire. Octojin apenas tenía tiempo para pensar; su enfoque estaba completamente en mantener la estructura del barco intacta, si lo conseguía, había alguna posibilidad que, cayendo al agua, el barco amortiguase el golpe y sobreviviesen.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, la tormenta comenzó a calmarse. El viento amainó, y la lluvia se redujo a un leve rocío. Octojin, empapado y agotado, se apoyó en una barandilla, respirando profundamente. Fue entonces cuando notó algo extraño.
—Espera... —dijo, mirando al horizonte— ¿Dónde están los otros pulpos?
El cielo, aunque todavía cubierto de nubes, permitía visibilidad suficiente para notar la ausencia de las demás criaturas. Solo el pulpo número 23 y su carga permanecían en el aire.
—Esto no tiene sentido... —murmuró, volviendo su mirada a sus compañeros con una mezcla de preocupación y determinación ¿A dónde nos están llevando?
La calma que había sentido al principio del viaje se había desvanecido por completo. Aunque la tormenta había pasado, un nuevo enigma se cernía sobre ellos, y Octojin sabía que, juntos, tendrían que enfrentarlo, aunque no supiesen exactamente a qué se estaban enfrentando.
A medida que esperaba en el barco designado, distinguió una figura conocida. Camille, con su imponente presencia, estaba envuelta en una capa y saludándole con una sonrisa que, aunque breve, era cálida.
—¡Camille! —exclamó Octojin, levantando una mano en un gesto animado— ¡Cuánto tiempo! —Se acercó y le tendió la mano, pero al final no pudo resistirse y le dio una palmada amistosa en el hombro— Pensé que me habías olvidado, pero veo que sigues siendo tan puntual como siempre.
Antes de que pudieran intercambiar más palabras, una voz familiar resonó entre la multitud. Era Alex, que saludaba a ambos marines a la vez mientras se abría paso entre la muchedumbre. La Hafugyo apareció con su habitual entusiasmo, y Octojin le devolvió una sonrisa amplia.
—¡Alex! Qué bien verte. ¿Listos para enfrentarnos al North Blue? —preguntó, mientras le ofrecía un apretón de manos— Por lo que dices, parece que tendremos que lidiar con algo más que el frío.
El grupo comenzaba a recuperar su dinámica, pero todavía faltaba alguien. Y entonces, como si lo hubieran invocado, apareció Takahiro, con su inconfundible porte y esa confianza que siempre irradiaba.
—¡Taka! —Octojin levantó el brazo en un gesto de bienvenida— Por fin todos juntos de nuevo. Esto sí que se siente como en casa. Solo faltan Atlas y Ray, aunque no sé si vendrán ahora o en otro barco... Creo que están hasta arriba de papeleo.
El reencuentro estaba lleno de risas y pequeñas bromas entre los compañeros, pero la atención pronto se desvió al pulpo. Con un leve movimiento de sus tentáculos, la enorme criatura comenzó a elevarse, y el barco vibró ligeramente mientras se ajustaba a la tensión de las cuerdas.
Al principio, todo parecía ir bien. El aire frío soplaba con fuerza, pero el viaje era estable. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el cielo comenzara a oscurecer. Nubes negras y pesadas se formaban rápidamente, y el sonido de los truenos empezó a retumbar en la distancia.
—Esto no pinta bien —murmuró Octojin, mirando a sus compañeros.
El pulpo comenzó a luchar contra los vientos, y la embarcación se tambaleó, siendo cada sacudida más fuerte que la anterior. La lluvia empezó a caer en gruesas gotas heladas, convirtiendo la cubierta en un terreno resbaladizo. Octojin se agarró a una barandilla mientras el barco se inclinaba peligrosamente.
—¡Voy a buscar madera! —gritó, asegurándose de que sus compañeros le escucharan por encima del rugido de la tormenta.
Corrió hacia el interior del barco, encontrando un pequeño almacén con tablones y herramientas básicas de dudosa calidad. Cargando con lo que podía, regresó a la cubierta, donde la situación era cada vez más caótica. Sin perder tiempo, empezó a reforzar los puntos débiles del barco como podía con tanto tambaleo. Sus manos, acostumbradas al trabajo en astilleros, se movían con precisión incluso bajo la presión del viento y la lluvia. Aunque obviamente le costaba más de lo normal.
—¡Camille, sujeta esa cuerda! ¡Alex, necesito que me pases más clavos! —ordenó mientras golpeaba los tablones en su lugar con un martillo improvisado.
Poco a poco, los refuerzos comenzaron a mantener el barco más estable, pero la tormenta no daba tregua. Rayos iluminaban el cielo, y los truenos hacían vibrar el aire. Octojin apenas tenía tiempo para pensar; su enfoque estaba completamente en mantener la estructura del barco intacta, si lo conseguía, había alguna posibilidad que, cayendo al agua, el barco amortiguase el golpe y sobreviviesen.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, la tormenta comenzó a calmarse. El viento amainó, y la lluvia se redujo a un leve rocío. Octojin, empapado y agotado, se apoyó en una barandilla, respirando profundamente. Fue entonces cuando notó algo extraño.
—Espera... —dijo, mirando al horizonte— ¿Dónde están los otros pulpos?
El cielo, aunque todavía cubierto de nubes, permitía visibilidad suficiente para notar la ausencia de las demás criaturas. Solo el pulpo número 23 y su carga permanecían en el aire.
—Esto no tiene sentido... —murmuró, volviendo su mirada a sus compañeros con una mezcla de preocupación y determinación ¿A dónde nos están llevando?
La calma que había sentido al principio del viaje se había desvanecido por completo. Aunque la tormenta había pasado, un nuevo enigma se cernía sobre ellos, y Octojin sabía que, juntos, tendrían que enfrentarlo, aunque no supiesen exactamente a qué se estaban enfrentando.