
Ubben Sangrenegra
Loki
28-12-2024, 09:31 PM
Tras un largo trayecto de vuelo, finalmente, la silueta de un par de acantilados comenzó a dibujarse en el horizonte. No eran demasiado escarpados, y la brisa marina había hecho de las suyas al mantener fértil el terreno que, más hacia el interior, probablemente sería una ladera seca y carente de vegetación. El cansancio comenzaba a pesar sobre tus hombros, pero no más que la figura inconsciente de Sijuh, quien, aunque inmóvil, respiraba con dificultad. Sus exhalaciones eran erráticas y débiles, como si el veneno del ozono hubiese drenado toda su energía.
A medida que te acercabas, la playa oculta al pie de los acantilados comenzaba a revelarse. Era un lugar pequeño y discreto, protegido por las paredes naturales que lo rodeaban. La arena blanca se extendía apenas lo suficiente para albergar tres fogatas que ardían con timidez bajo la luz de la luna. Junto a ellas, un par de barcos permanecían anclados en la orilla, meciéndose suavemente al ritmo de las olas. Carpas bien cuidadas se alzaban alrededor de las fogatas, un marcado contraste con el improvisado campamento que tu hermana había levantado antes. Sin embargo, el lugar parecía estar en calma, sin mucho movimiento visible. Era tarde, y la mayoría de los ocupantes debían estar dormidos.
La noche transcurría tranquila en aquel rincón resguardado del mundo. Gerard, un joven rubio de no más de veinticinco años, con una musculatura ligera y una expresión amable, estaba de guardia. Sentado cerca de una de las fogatas, vigilaba distraídamente los alrededores, confiando en la seguridad natural que ofrecían los acantilados. A su lado, Gwen, una mujer de poco más de treinta años, tarareaba suavemente mientras trituraba diversas hierbas en un molcajete, guardando el producto en frascos de vidrio etiquetados con de forma impecable. Ambos llevaban un buen rato en silencio, cada uno ocupado en su tarea.
Gwen levantó la mirada mientras se estiraba, cansada de moler hierbas. Fue entonces cuando algo extraño captó su atención. Una sombra grande y deslizándose suavemente sobre los acantilados rompió la monotonía de la noche. Frunciendo el ceño con curiosidad, señaló hacia el cielo con un dedo y, con voz intrigada, llamó la atención de su compañero. —¿Gerard, qué es eso de allá?— preguntó, sus ojos fijos en la silueta que se acercaba lentamente.
Gerard siguió la dirección que Gwen señalaba y su rostro tambien se extrañó al observar la forma que flotaba entre el cielo y las sombras de los acantilados. Sin decir nada al principio, sacó un catalejo de su cinturón y lo apuntó hacia la figura. A través del lente, reconoció a Sijuh, cargada torpemente pero con evidente cuidado por un hombre que apenas podía distinguir. —Gwen... toca la campana —ordenó, su tono calmo transformándose en un llamado urgente—. ¡Es una persona, y tiene a Sijuh! Parece herida.—
La alarma en su voz no pasó desapercibida. Gwen, en un solo salto dejó el molcajete a un lado y corrió hacia un poste improvisado con una tabla, donde colgaba una campana de bronce. Tomó la cuerda y comenzó a sacudirla con fuerza, haciendo retumbar un eco metálico que rompió la quietud del campamento. El sonido se extendió hacia las carpas y barcos, despertando a quienes descansaban, más tú, desde el cielo solo podrías escucharlo levemente... la campana no era precisamente de buena calidad.
Desde las carpas comenzaron a salir figuras de personas. Los rostros aún somnolientos de todos intentaban entender que pasaba, pues las campanados no continuaron demasiado tiempo, lo que indicaba precaución, no un ataque. Algunas de las figuras estaban clarametne confundidas y otras directamente preocupadas.
Esperemos que la escena no sea malinterpretada. Al fin y al cabo, llegar a este punto ha sido literalmente una lucha para ambos, y el bienestar de tu hermana pende de un hilo.
A medida que te acercabas, la playa oculta al pie de los acantilados comenzaba a revelarse. Era un lugar pequeño y discreto, protegido por las paredes naturales que lo rodeaban. La arena blanca se extendía apenas lo suficiente para albergar tres fogatas que ardían con timidez bajo la luz de la luna. Junto a ellas, un par de barcos permanecían anclados en la orilla, meciéndose suavemente al ritmo de las olas. Carpas bien cuidadas se alzaban alrededor de las fogatas, un marcado contraste con el improvisado campamento que tu hermana había levantado antes. Sin embargo, el lugar parecía estar en calma, sin mucho movimiento visible. Era tarde, y la mayoría de los ocupantes debían estar dormidos.
Perspectiva desde la playa oculta entre los acantilados de Kilombo
La noche transcurría tranquila en aquel rincón resguardado del mundo. Gerard, un joven rubio de no más de veinticinco años, con una musculatura ligera y una expresión amable, estaba de guardia. Sentado cerca de una de las fogatas, vigilaba distraídamente los alrededores, confiando en la seguridad natural que ofrecían los acantilados. A su lado, Gwen, una mujer de poco más de treinta años, tarareaba suavemente mientras trituraba diversas hierbas en un molcajete, guardando el producto en frascos de vidrio etiquetados con de forma impecable. Ambos llevaban un buen rato en silencio, cada uno ocupado en su tarea.
Gwen levantó la mirada mientras se estiraba, cansada de moler hierbas. Fue entonces cuando algo extraño captó su atención. Una sombra grande y deslizándose suavemente sobre los acantilados rompió la monotonía de la noche. Frunciendo el ceño con curiosidad, señaló hacia el cielo con un dedo y, con voz intrigada, llamó la atención de su compañero. —¿Gerard, qué es eso de allá?— preguntó, sus ojos fijos en la silueta que se acercaba lentamente.
Gerard siguió la dirección que Gwen señalaba y su rostro tambien se extrañó al observar la forma que flotaba entre el cielo y las sombras de los acantilados. Sin decir nada al principio, sacó un catalejo de su cinturón y lo apuntó hacia la figura. A través del lente, reconoció a Sijuh, cargada torpemente pero con evidente cuidado por un hombre que apenas podía distinguir. —Gwen... toca la campana —ordenó, su tono calmo transformándose en un llamado urgente—. ¡Es una persona, y tiene a Sijuh! Parece herida.—
La alarma en su voz no pasó desapercibida. Gwen, en un solo salto dejó el molcajete a un lado y corrió hacia un poste improvisado con una tabla, donde colgaba una campana de bronce. Tomó la cuerda y comenzó a sacudirla con fuerza, haciendo retumbar un eco metálico que rompió la quietud del campamento. El sonido se extendió hacia las carpas y barcos, despertando a quienes descansaban, más tú, desde el cielo solo podrías escucharlo levemente... la campana no era precisamente de buena calidad.
Desde las carpas comenzaron a salir figuras de personas. Los rostros aún somnolientos de todos intentaban entender que pasaba, pues las campanados no continuaron demasiado tiempo, lo que indicaba precaución, no un ataque. Algunas de las figuras estaban clarametne confundidas y otras directamente preocupadas.
Esperemos que la escena no sea malinterpretada. Al fin y al cabo, llegar a este punto ha sido literalmente una lucha para ambos, y el bienestar de tu hermana pende de un hilo.