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Balagus
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29-12-2024, 06:36 AM
Balagus dejó a Nassor y a Silver tranquilos por su lado después de los saludos pertinentes, y respiró el aire, cada vez un poco más frío, un poco más puro. La Red Line se acercaba peligrosamente, engañándome por un momento con sus vastísimas dimensiones con la posibilidad de que nuestro barco nunca llegase a superarla y chocara contra la inclemente pared de piedra.
Si no se paraba a pensarlo mucho, el oni no encontraba muchas diferencias entre navegar las olas y navegar los cielos. Ciertamente, los golpes de las olas se hacían de querer, pero el guerrero daría la mitad de su dinero sólo por poder disfrutar de un aire como el que tenían a aquellas alturas una vez al día. Era un frío vigorizante, familiar, casi acogedor para él.
Incapaz de estarse quieto, repasó todas las cuerdas y los cabos, uno a uno, e hizo lo propio con los que mantenían bien sujeta la carga bajo cubierta. Revisaba también las maderas, así como las últimas manos de protección que, con mucho cariño, le había aplicado, hasta que un trueno no tan lejano le sobresaltó.
- ¿Pero qué demonios? No se veía tormenta en el horizonte cuando zarpamos… -
Balagus salió a cubierta de nuevo: efectivamente, la tormenta no venía desde el East Blue, sino que había nacido en el North Blue. Entendió rápidamente cómo aislaba la Red Line los mares entre sí, ya no del tráfico marítimo, sino también de la meteorología adversa.
- ¡Muy bien, muchachos, a trabajar! – Vociferó para que todos los tripulantes le oyeran por encima del viento y de los pensamientos de cada uno. - ¡Dharkel, Marvolath, asegurad de nuevo cabos y cuerdas, no quiero nada suelto! ¡Nassor, te necesito asegurando mástiles y velas: no quiero ninguna tela empapada quebrándonos nuestros propios palos! ¡Y tú, Silver: haz tu puñetero trabajo de una vez y sácanos de esta puta tormenta! ¡¡NO QUIERO VER A NADIE PARADO!! -
Inmediatamente, el oni se puso a trabajar también, sujetándose con cada bamboleo, y ayudando a los demás tripulantes a no caerse con los embates del furioso viento. La visión de uno de los barcos a punto de estrellarse llenó su corazón de temerosa inseguridad, sí, pero que él rápidamente sustituyó por su acostumbrada fiereza determinada.
- ¿¿Queréis que nos pase como a esos otros desgraciados?? ¡¡Pues moveos y trabajad!! ¡¡No os aguanto cada día y os cocino para que ahora me lo vayáis a agradecer matándonos con el barco!! ¡Vamos, vamos, vamos! –
Las órdenes, el frenesí, el peligro de muerte… Balagus se sentía vivo de nuevo. Aquello era lo más parecido a mantener una batalla contra un enemigo invencible, incansable, imbatible. Una batalla de resistencia, en la que sólo los más fuertes saldrían adelante, y él, como contramaestre, no estaba dispuesto a dejar morir allí a ninguno de sus compañeros.
Si no se paraba a pensarlo mucho, el oni no encontraba muchas diferencias entre navegar las olas y navegar los cielos. Ciertamente, los golpes de las olas se hacían de querer, pero el guerrero daría la mitad de su dinero sólo por poder disfrutar de un aire como el que tenían a aquellas alturas una vez al día. Era un frío vigorizante, familiar, casi acogedor para él.
Incapaz de estarse quieto, repasó todas las cuerdas y los cabos, uno a uno, e hizo lo propio con los que mantenían bien sujeta la carga bajo cubierta. Revisaba también las maderas, así como las últimas manos de protección que, con mucho cariño, le había aplicado, hasta que un trueno no tan lejano le sobresaltó.
- ¿Pero qué demonios? No se veía tormenta en el horizonte cuando zarpamos… -
Balagus salió a cubierta de nuevo: efectivamente, la tormenta no venía desde el East Blue, sino que había nacido en el North Blue. Entendió rápidamente cómo aislaba la Red Line los mares entre sí, ya no del tráfico marítimo, sino también de la meteorología adversa.
- ¡Muy bien, muchachos, a trabajar! – Vociferó para que todos los tripulantes le oyeran por encima del viento y de los pensamientos de cada uno. - ¡Dharkel, Marvolath, asegurad de nuevo cabos y cuerdas, no quiero nada suelto! ¡Nassor, te necesito asegurando mástiles y velas: no quiero ninguna tela empapada quebrándonos nuestros propios palos! ¡Y tú, Silver: haz tu puñetero trabajo de una vez y sácanos de esta puta tormenta! ¡¡NO QUIERO VER A NADIE PARADO!! -
Inmediatamente, el oni se puso a trabajar también, sujetándose con cada bamboleo, y ayudando a los demás tripulantes a no caerse con los embates del furioso viento. La visión de uno de los barcos a punto de estrellarse llenó su corazón de temerosa inseguridad, sí, pero que él rápidamente sustituyó por su acostumbrada fiereza determinada.
- ¿¿Queréis que nos pase como a esos otros desgraciados?? ¡¡Pues moveos y trabajad!! ¡¡No os aguanto cada día y os cocino para que ahora me lo vayáis a agradecer matándonos con el barco!! ¡Vamos, vamos, vamos! –
Las órdenes, el frenesí, el peligro de muerte… Balagus se sentía vivo de nuevo. Aquello era lo más parecido a mantener una batalla contra un enemigo invencible, incansable, imbatible. Una batalla de resistencia, en la que sólo los más fuertes saldrían adelante, y él, como contramaestre, no estaba dispuesto a dejar morir allí a ninguno de sus compañeros.