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Nassor
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29-12-2024, 02:58 PM
Aún estaba saboreando la inesperada alegría del reencuentro con Balagus cuando la tormenta nos sorprendió. Estaba cumpliendo las labores con mi habitual disciplina y minuciosidad, tan escasas para mi frustración en el mundo pirata y la Armada Revolucionaria, aunque admito que algo distraído por pensamientos frívolamente alegres. Rara vez alguien ha mostrado esa clase de alegría por verme, no por un semihumano bastardo con escaso interés en hacer amigos. Tal vez fuese por eso y por el cochino frío de las alturas de la Red Line que no percibí las sutiles señales que otros sí parecieron advertir.
El caos se desató sobre la nave. Balagus comenzó a rugir órdenes tratando de prepararnos para afrontar la tormenta. Sin detenerme ni un instante, dejé lo que estaba haciendo y corrí al cabo más cercano. Comencé a asegurar los nudos y asegurar las velas. Si al menos hubiésemos visto venir la tormenta con más tiempo, podríamos haberlas cambiado...
El primer relámpago iluminó el terreno y la lluvia comenzó aguijonearnos como dardos de puro frío. Sin una palabra de queja aunque sí un gesto de evidente desagrado, continué mi labor. El sonido del viento era como el rugido de una bestia descomunal: ahogaba las voces y enmudecía la cubierta. Pronto estuvimos calados hasta los huesos, completamente atrapados en la tormenta.
El frío era malo por sí solo, reducía mi velocidad y entumecía mi cuerpo, pero además caminar sobre la cubierta mojada de un barco que se balanceaba sobre los tentáculos del pulpo era una hazaña. Y eso sin contar el incesante e inmisericorde soplido del viento. Asegurando un nudo, un cabo tenso estalló con un chasquido cerca mía. Pasó a centímetros de mi brazo, no hiriéndome por mera suerte. Ahora una vela menor se agitaba suelta al viento. Me moví con dificultad hasta la zona donde ahora la cuerda se sacudía. Con la mano derecha me sujeté de uno de los cabos que aseguraban un cañón y, con la izquierda, aguardé y traté de agarrar al paso la cuerda. Me llevó tres intentos, pero cuando lo conseguí, el tirón fue más violento de lo que esperaba. Di un grito de dolor al notar un crujido en mi hombro. Aguanté la posición como pude y grité, tratando de hacerme oír - ¡Tenemos que salir de la tormenta o nos hará trizas!
El caos se desató sobre la nave. Balagus comenzó a rugir órdenes tratando de prepararnos para afrontar la tormenta. Sin detenerme ni un instante, dejé lo que estaba haciendo y corrí al cabo más cercano. Comencé a asegurar los nudos y asegurar las velas. Si al menos hubiésemos visto venir la tormenta con más tiempo, podríamos haberlas cambiado...
El primer relámpago iluminó el terreno y la lluvia comenzó aguijonearnos como dardos de puro frío. Sin una palabra de queja aunque sí un gesto de evidente desagrado, continué mi labor. El sonido del viento era como el rugido de una bestia descomunal: ahogaba las voces y enmudecía la cubierta. Pronto estuvimos calados hasta los huesos, completamente atrapados en la tormenta.
El frío era malo por sí solo, reducía mi velocidad y entumecía mi cuerpo, pero además caminar sobre la cubierta mojada de un barco que se balanceaba sobre los tentáculos del pulpo era una hazaña. Y eso sin contar el incesante e inmisericorde soplido del viento. Asegurando un nudo, un cabo tenso estalló con un chasquido cerca mía. Pasó a centímetros de mi brazo, no hiriéndome por mera suerte. Ahora una vela menor se agitaba suelta al viento. Me moví con dificultad hasta la zona donde ahora la cuerda se sacudía. Con la mano derecha me sujeté de uno de los cabos que aseguraban un cañón y, con la izquierda, aguardé y traté de agarrar al paso la cuerda. Me llevó tres intentos, pero cuando lo conseguí, el tirón fue más violento de lo que esperaba. Di un grito de dolor al notar un crujido en mi hombro. Aguanté la posición como pude y grité, tratando de hacerme oír - ¡Tenemos que salir de la tormenta o nos hará trizas!