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Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
29-12-2024, 06:43 PM
El viento azotaba con fuerza mientras Mayura se apoyaba elegantemente contra la barandilla del barco, observando cómo los pulpos gigantes alzaban los barcos hacia los cielos. Sus labios formaban una ligera curva, y su cabello, perfectamente cuidado, ondeaba al compás del viento. El espectáculo ante sus ojos era tanto aterrador como fascinante; una tormenta que se gestaba como si fuese el clímax de una obra cuidadosamente escrita y digna de recordar. Para él, todo aquello parecía un preludio a un drama épico, una apertura a la gran aventura que les esperaba en el mar del norte.
— Una escena digna no solo de mi presencia sino de la Hand of Destiny. — Murmuró para sí mismo, ajustándose la capa con cierto aire de despreocupación. A pesar de su habitual actitud confiada, no podía ignorar la sensación creciente de inquietud mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer. A lo lejos, los relámpagos iluminaban el horizonte, proyectando sombras que parecían dragones danzantes en los cielos... si dragones de verdad no como los imbéciles de su ascendencia.
Cuando Derian comenzó a dar instrucciones en la cubierta con su tono imperturbable, Mayura apenas alzó una ceja. Observó con curiosidad cómo los marineros comenzaban a desplegar cuerdas y arneses, obedeciendo las órdenes de su compañero sin cuestionarlas. Sin embargo, fue cuando Derian se dirigió a ellos directamente que la sonrisa de Mayura flaqueó ligeramente. — ¿Un arnés? — Repitió con sorpresa en voz baja, observando el equipo que Velizar comenzaba a repartir. Sus ojos se entrecerraron, analizando la tela robusta y los mosquetones metálicos… era funcional, sin duda, pero también terriblemente feo. Su textura y diseño parecían un insulto a su impecable sentido del estilo, bueno, el simple hecho de ser un arnés ya le parecía que fuera feo.
Mayura tomó el arnés con dos dedos, como si fuera un objeto contaminado. Lo sostuvo frente a él, estudiándolo con una mezcla de asco y resignación. — Esto… — comenzó, girándolo en sus manos — … no tiene ni una pizca de gracia. Ni un solo detalle que destaque. — Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, pero en el fondo, sabía que no podía permitirse el lujo de rechazarlo pues una herramienta era solo eso, un objeto con el fin de ser utilizado para suplir una necesidad.
El barco comenzó a tambalearse violentamente cuando la tormenta se intensificó, y Mayura se vio obligado a aferrarse a la barandilla para mantener el equilibrio. El viento arrancó un suspiro de frustración de sus labios, y finalmente cedió, colocándose el arnés con movimientos exagerados y teatrales, dejando claro sus acciones en contra de su voluntad. — Qué tragedia, sacrificar mi estilo en nombre de la seguridad. — d¿Dijo en voz alta, ajustando los mosquetones con un cuidado meticuloso. — Derian, querido, espero que aprecies lo que hago por ti y por este pequeño viaje al infierno. — Su tono era ligero, pero no pudo evitar una punzada de nerviosismo mientras sentía cómo el arnés se ajustaba presionando su cuerpo. La sensación de estar atado, de alguna manera limitado, no era de su agrado, aunque si esto hace que sus compañeros presentes, Derian y Alpha se sintieran a gusto con él, pues no tenía otra opción, más que apagar su brillo en nombre de la seguridad y así tener más aventuras juntos en los que pueda disfrutar de la compañía de estos.
Finalmente, se enderezó y lanzó una última mirada hacia los cielos oscuros y amenazantes. — Muy bien, tormenta, si insistes en ser el antagonista de esta escena, no tengo más opción que enfrentarme a ti. Pues, incluso en medio del caos, el Pavo Real del Océano siempre mantiene su porte. — Mencionó para sí mismo como si hablara con el cielo, dedicándole una sonrisa tranquila.
Sin embargo, en el fondo, Mayura sabía que esta no era una simple actuación. La tormenta era real, peligrosa y no hacía distinciones. Por primera vez en mucho tiempo, se encontró enfrentando un desafío en el que su teatralidad no era suficiente y simplemente quedaba a merced de la suerte. Aun así, se permitió un momento para admirar la vista a su alrededor, pues en medio de la tormenta, la belleza del caos era innegablemente satisfactoria y digna del Pavo Real del Océano. Con una última mirada al arnés que ahora sujetaba su vida. — Espero que esto valga la pena. — Murmuró para sí mismo con su habitual aire confiado, dispuesto a enfrentar lo que el destino le tuviera preparado.
— Una escena digna no solo de mi presencia sino de la Hand of Destiny. — Murmuró para sí mismo, ajustándose la capa con cierto aire de despreocupación. A pesar de su habitual actitud confiada, no podía ignorar la sensación creciente de inquietud mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer. A lo lejos, los relámpagos iluminaban el horizonte, proyectando sombras que parecían dragones danzantes en los cielos... si dragones de verdad no como los imbéciles de su ascendencia.
Cuando Derian comenzó a dar instrucciones en la cubierta con su tono imperturbable, Mayura apenas alzó una ceja. Observó con curiosidad cómo los marineros comenzaban a desplegar cuerdas y arneses, obedeciendo las órdenes de su compañero sin cuestionarlas. Sin embargo, fue cuando Derian se dirigió a ellos directamente que la sonrisa de Mayura flaqueó ligeramente. — ¿Un arnés? — Repitió con sorpresa en voz baja, observando el equipo que Velizar comenzaba a repartir. Sus ojos se entrecerraron, analizando la tela robusta y los mosquetones metálicos… era funcional, sin duda, pero también terriblemente feo. Su textura y diseño parecían un insulto a su impecable sentido del estilo, bueno, el simple hecho de ser un arnés ya le parecía que fuera feo.
Mayura tomó el arnés con dos dedos, como si fuera un objeto contaminado. Lo sostuvo frente a él, estudiándolo con una mezcla de asco y resignación. — Esto… — comenzó, girándolo en sus manos — … no tiene ni una pizca de gracia. Ni un solo detalle que destaque. — Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, pero en el fondo, sabía que no podía permitirse el lujo de rechazarlo pues una herramienta era solo eso, un objeto con el fin de ser utilizado para suplir una necesidad.
El barco comenzó a tambalearse violentamente cuando la tormenta se intensificó, y Mayura se vio obligado a aferrarse a la barandilla para mantener el equilibrio. El viento arrancó un suspiro de frustración de sus labios, y finalmente cedió, colocándose el arnés con movimientos exagerados y teatrales, dejando claro sus acciones en contra de su voluntad. — Qué tragedia, sacrificar mi estilo en nombre de la seguridad. — d¿Dijo en voz alta, ajustando los mosquetones con un cuidado meticuloso. — Derian, querido, espero que aprecies lo que hago por ti y por este pequeño viaje al infierno. — Su tono era ligero, pero no pudo evitar una punzada de nerviosismo mientras sentía cómo el arnés se ajustaba presionando su cuerpo. La sensación de estar atado, de alguna manera limitado, no era de su agrado, aunque si esto hace que sus compañeros presentes, Derian y Alpha se sintieran a gusto con él, pues no tenía otra opción, más que apagar su brillo en nombre de la seguridad y así tener más aventuras juntos en los que pueda disfrutar de la compañía de estos.
Finalmente, se enderezó y lanzó una última mirada hacia los cielos oscuros y amenazantes. — Muy bien, tormenta, si insistes en ser el antagonista de esta escena, no tengo más opción que enfrentarme a ti. Pues, incluso en medio del caos, el Pavo Real del Océano siempre mantiene su porte. — Mencionó para sí mismo como si hablara con el cielo, dedicándole una sonrisa tranquila.
Sin embargo, en el fondo, Mayura sabía que esta no era una simple actuación. La tormenta era real, peligrosa y no hacía distinciones. Por primera vez en mucho tiempo, se encontró enfrentando un desafío en el que su teatralidad no era suficiente y simplemente quedaba a merced de la suerte. Aun así, se permitió un momento para admirar la vista a su alrededor, pues en medio de la tormenta, la belleza del caos era innegablemente satisfactoria y digna del Pavo Real del Océano. Con una última mirada al arnés que ahora sujetaba su vida. — Espero que esto valga la pena. — Murmuró para sí mismo con su habitual aire confiado, dispuesto a enfrentar lo que el destino le tuviera preparado.