
Jack D. Agnis
Golden Eyes
30-12-2024, 04:25 AM
Tal vez fue la emoción del momento o las ansias de presentar mi boleto lo que me llevó a ignorar por completo las palabras de mis compañeros, o tal vez simplemente decidí no prestarles atención. Con mi boleto en mano, subí al barco y me dispuse a esperar el despegue de los pulpos, ansioso por sentir esa sensación de libertad que tanto había deseado.
Guardé silencio mientras observaba cómo el mar se alejaba de nosotros, o mejor dicho, cómo nosotros nos alejábamos del mar. DemonTooth se hacía cada vez más pequeña, hasta desvanecerse en el horizonte. Nunca antes había volado, y esa experiencia era tan emocionante como aterradora. Sentir el viento golpeando mi rostro, combinado con la idea de que un solo error podría enviarnos a una muerte segura, era sencillamente hermoso.
No fue hasta que volví en mí que escuché la voz del Doc, quien parecía estar hablando conmigo.
—¿Eh? ¡Claro que sí! ¿Por quién me tomas? —respondí divertido, aunque aún no tenía idea de lo que había dicho antes. Decidí ignorar mi distracción y centrarme en aquella máquina tan peculiar que nos acompañaba.
—Por cierto, ¿puedes repetir de dónde sacaste esta cosa? —pregunté con curiosidad, observando cada detalle del "submarino" como si fuera un artefacto salido de un sueño. Jamás había visto algo parecido, y mi interés crecía a cada segundo.
Entonces me volví hacia Panda, quien parecía más concentrado que de costumbre.
—Panda, ¿crees que podrás manejar esto? No creo que sea tan diferente a un barco, pero lo pregunto por si acaso. No quisiera morir ahogado por tu estupidez —solté con una sonrisa burlona mientras inspeccionaba el motor externo.
—Nada mal, ¿eh? Me gusta tu nuevo juguetito —añadí, mirando de reojo al Doc, quien parecía inquieto.
—¿Pasa algo? —le pregunté, aunque mi atención pronto fue capturada por el imponente Red Line que comenzábamos a sobrevolar.
De pronto, unas densas nubes se alzaron y empezaron a azotar tanto a los pulpos como a los barcos. Sin perder tiempo, seguí las indicaciones del Doc y me até una cuerda a la cintura, asegurando el otro extremo a la baranda del barco. Con cada orden que cumplía, una sonrisa temeraria se dibujaba en mi rostro.
Hacía años que no enfrentaba una tormenta como esta, y, a pesar de lo peligrosa que era, no podía evitar disfrutarla. La emoción de estar al borde del abismo, incluso si significaba mi muerte, era algo que me hacía sentir más vivo que nunca
Guardé silencio mientras observaba cómo el mar se alejaba de nosotros, o mejor dicho, cómo nosotros nos alejábamos del mar. DemonTooth se hacía cada vez más pequeña, hasta desvanecerse en el horizonte. Nunca antes había volado, y esa experiencia era tan emocionante como aterradora. Sentir el viento golpeando mi rostro, combinado con la idea de que un solo error podría enviarnos a una muerte segura, era sencillamente hermoso.
No fue hasta que volví en mí que escuché la voz del Doc, quien parecía estar hablando conmigo.
—¿Eh? ¡Claro que sí! ¿Por quién me tomas? —respondí divertido, aunque aún no tenía idea de lo que había dicho antes. Decidí ignorar mi distracción y centrarme en aquella máquina tan peculiar que nos acompañaba.
—Por cierto, ¿puedes repetir de dónde sacaste esta cosa? —pregunté con curiosidad, observando cada detalle del "submarino" como si fuera un artefacto salido de un sueño. Jamás había visto algo parecido, y mi interés crecía a cada segundo.
Entonces me volví hacia Panda, quien parecía más concentrado que de costumbre.
—Panda, ¿crees que podrás manejar esto? No creo que sea tan diferente a un barco, pero lo pregunto por si acaso. No quisiera morir ahogado por tu estupidez —solté con una sonrisa burlona mientras inspeccionaba el motor externo.
—Nada mal, ¿eh? Me gusta tu nuevo juguetito —añadí, mirando de reojo al Doc, quien parecía inquieto.
—¿Pasa algo? —le pregunté, aunque mi atención pronto fue capturada por el imponente Red Line que comenzábamos a sobrevolar.
De pronto, unas densas nubes se alzaron y empezaron a azotar tanto a los pulpos como a los barcos. Sin perder tiempo, seguí las indicaciones del Doc y me até una cuerda a la cintura, asegurando el otro extremo a la baranda del barco. Con cada orden que cumplía, una sonrisa temeraria se dibujaba en mi rostro.
Hacía años que no enfrentaba una tormenta como esta, y, a pesar de lo peligrosa que era, no podía evitar disfrutarla. La emoción de estar al borde del abismo, incluso si significaba mi muerte, era algo que me hacía sentir más vivo que nunca