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Alistair
Mochuelo
30-12-2024, 10:17 AM
La primera vista que regaló el montaje de las embarcaciones para usar el transporte de las criaturas boyantes era una que difícilmente sería capaz de olvidar. De entre todas las criaturas que había encontrado en su vida, admitía que éstas eran unas de las mas grandes que se había encontrado en su vida. Había escuchado de individuos de dimensiones c0losales en susurros que se perdían con el viento, si, pero ésta era la primera vez cuyo rostro era mas grande que el cuerpo entero del emplumado. Ilusionado, su mirada exploró tanto como le fue posible en un intento de absorber toda la información disponible, queriendo aprender del proceso aunque fuese relativamente diferente a su campo de experiencia regular; los transportes en cualquiera de las formas no eran lo suyo, aunque vaya que no le faltaban ganas por hacer alguna locura novedosa relacionada.
Cielo en calma, paisajes maravillosos para el ojo y la bendición de alguna deidad de los vientos. Es lo que todo viajero novato querría experimentar en sus viajes, o aunque sea, contar con al menos una de esas tres. No había sido el caso para los viajeros primerizos del Skypath Zeppeli, pues pronto descubrirían -O al menos Alistair lo haría- la verdadera fuerza que podía invocar la naturaleza en un parpadeo. Una idea para dejar a mas de uno despierto a la noche, o como mínimo, con recelo de subestimarla.
Aunque el inicio del viaje les regalaría todos los descriptores anteriores, su experiencia personal era que los cielos -y los mares, en mas de una ocasión tenían un deje caprichoso por cambiar de humor tan rápido como podías chasquear los dedos, tornando un viaje ameno y calmado en una travesía turbulenta y violenta capaz de partir cada navío en tantos pedazos como admitiera su estructura. Caótico como ninguno, aquel horizonte donde se definía la verdaderalibertad era mas peligroso de lo que muchos le daban crédito. Aunque el golpe que se llevaría una persona incapaz de volar tras caer de alturas preocupantemente altas era una negable constante universal: Quedar como una mancha en el suelo que servirá como decoración desde ese día, siendo que sería prácticamente imposible removerla.
Tan pronto los pulpos empezaron a sobrevolar la imponente barrera natural que dividía los Blues en dos mitades, la tormenta no se hizo esperar en lo mas mínimo. Casi parecía estar acechando en la esquina, esperando el momento más idóneo para meterle un susto a los presentes. Un susto, y lo que siga desde ahí, claro está.
Destellos cegadores y estallidos ensordecedores no fallaron en atraer en un instante la atención del lunarian, quien ahora intentaba observar en cada dirección disponible en búsqueda de analizar la situación a la mejor de sus capacidades. El primero de los errores al volar era dejar que el pánico tomase el volante, o la caída precipitosa no tardaría en seguirle inmediatamente después. Por eso, el primer paso importante en esas situaciones era respirar, mantener la calma y solucionar los problemas antes de que esa metafórica bola de nieve creciera y se tornase en justamente eso: Un problema.
Un primer grito a la lejanía seguido de muchos tantos fue el primer sonido que surgió ajeno al ambiente rodeándolos, sino el aviso de que las cosas no salían como se habían previsto. Algo que, dentro de la situación en la que se habían envuelto, ameritaba admitir su sorpresa ante la tenacidad tanto de las criaturas como del personal que hacía tanto como le fuera posible por manejar la situación. Resiliencia mental como esa era escasa de encontrar. El tono de llamada de su Den Den Mushi consiguió sacarlo de su trance inmediatamente, contestándolo y escuchando las palabras de advertencia que Rocket comunicó sobre la situación.
Si tan solo se quedaban de brazos cruzados, sería cuestión del azar que llegasen a salvo hasta su destino o tuvieran que verse cara a cara con el Grand Line tras la caída libre a la que serían sometidos. Por eso, con intención de complementar la iniciativa que Rocket demostró poco después de iniciar la tormenta, el emplumado se comunicaría directamente con el mapache por medio de su molusco comunicador mientras se dirigía a la escotilla del submarino. —Estoy contigo, Rocket. Necesito que me indiques a detalle lo que debo hacer y haré lo que pueda.— Comentaría, guardando su Den Den Mushi en un bolsillo lo suficientemente alto como para escuchar las palabras del mapache sin retirarlo, además de evitarse arriesgar al pequeño al colocarlo sobre su hombro. Abriría la escotilla del submarino, saldría de éste e intentaría acercarse sin despegar los pies del submarino ni mucho menos alejarse del pulpo, previendo que un golpe del viento tormentoso podría amenazar con arrojarlo lejos pero intentando ofrecer toda la ayuda que pudiese.
Cielo en calma, paisajes maravillosos para el ojo y la bendición de alguna deidad de los vientos. Es lo que todo viajero novato querría experimentar en sus viajes, o aunque sea, contar con al menos una de esas tres. No había sido el caso para los viajeros primerizos del Skypath Zeppeli, pues pronto descubrirían -O al menos Alistair lo haría- la verdadera fuerza que podía invocar la naturaleza en un parpadeo. Una idea para dejar a mas de uno despierto a la noche, o como mínimo, con recelo de subestimarla.
Aunque el inicio del viaje les regalaría todos los descriptores anteriores, su experiencia personal era que los cielos -y los mares, en mas de una ocasión tenían un deje caprichoso por cambiar de humor tan rápido como podías chasquear los dedos, tornando un viaje ameno y calmado en una travesía turbulenta y violenta capaz de partir cada navío en tantos pedazos como admitiera su estructura. Caótico como ninguno, aquel horizonte donde se definía la verdaderalibertad era mas peligroso de lo que muchos le daban crédito. Aunque el golpe que se llevaría una persona incapaz de volar tras caer de alturas preocupantemente altas era una negable constante universal: Quedar como una mancha en el suelo que servirá como decoración desde ese día, siendo que sería prácticamente imposible removerla.
Tan pronto los pulpos empezaron a sobrevolar la imponente barrera natural que dividía los Blues en dos mitades, la tormenta no se hizo esperar en lo mas mínimo. Casi parecía estar acechando en la esquina, esperando el momento más idóneo para meterle un susto a los presentes. Un susto, y lo que siga desde ahí, claro está.
Destellos cegadores y estallidos ensordecedores no fallaron en atraer en un instante la atención del lunarian, quien ahora intentaba observar en cada dirección disponible en búsqueda de analizar la situación a la mejor de sus capacidades. El primero de los errores al volar era dejar que el pánico tomase el volante, o la caída precipitosa no tardaría en seguirle inmediatamente después. Por eso, el primer paso importante en esas situaciones era respirar, mantener la calma y solucionar los problemas antes de que esa metafórica bola de nieve creciera y se tornase en justamente eso: Un problema.
Un primer grito a la lejanía seguido de muchos tantos fue el primer sonido que surgió ajeno al ambiente rodeándolos, sino el aviso de que las cosas no salían como se habían previsto. Algo que, dentro de la situación en la que se habían envuelto, ameritaba admitir su sorpresa ante la tenacidad tanto de las criaturas como del personal que hacía tanto como le fuera posible por manejar la situación. Resiliencia mental como esa era escasa de encontrar. El tono de llamada de su Den Den Mushi consiguió sacarlo de su trance inmediatamente, contestándolo y escuchando las palabras de advertencia que Rocket comunicó sobre la situación.
Si tan solo se quedaban de brazos cruzados, sería cuestión del azar que llegasen a salvo hasta su destino o tuvieran que verse cara a cara con el Grand Line tras la caída libre a la que serían sometidos. Por eso, con intención de complementar la iniciativa que Rocket demostró poco después de iniciar la tormenta, el emplumado se comunicaría directamente con el mapache por medio de su molusco comunicador mientras se dirigía a la escotilla del submarino. —Estoy contigo, Rocket. Necesito que me indiques a detalle lo que debo hacer y haré lo que pueda.— Comentaría, guardando su Den Den Mushi en un bolsillo lo suficientemente alto como para escuchar las palabras del mapache sin retirarlo, además de evitarse arriesgar al pequeño al colocarlo sobre su hombro. Abriría la escotilla del submarino, saldría de éste e intentaría acercarse sin despegar los pies del submarino ni mucho menos alejarse del pulpo, previendo que un golpe del viento tormentoso podría amenazar con arrojarlo lejos pero intentando ofrecer toda la ayuda que pudiese.