Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
30-12-2024, 07:29 PM
El Pájaro Negro ladeó la cabeza, estudiándote con esa mirada penetrante, como si intentara desentrañar los secretos que llevas a cuestas. Sus ojos verdes parecían brillar incluso en la penumbra del bar, observándote con la calma calculadora de un depredador. Durante un segundo, crees notar que las comisuras de sus labios se curvan levemente, pero la posible sonrisa desaparece antes de que puedas confirmarlo. Finalmente, hace un gesto casi perezoso con la mano hacia la barra, como si tuviera un poder tácito sobre los ritmos del lugar. —El estómago vacío no es buen consejero, tienes razón —comenta, su tono neutro contrasta con la intensidad de su mirada, que no te suelta ni por un instante.— Aunque no hace falta que pagues. Lo tuyo aquí ya lo ha cubierto Umibozu. Es un tipo práctico y, por lo visto, te considera un buen… recurso. La elección de la palabra "recurso" queda flotando en el aire, pesada como una losa, pero antes de que puedas procesarla del todo, una figura surge del rincón detrás de la barra. Es una mujer entrada en años, con el rostro curtido por el trabajo y el carácter. Lleva un delantal manchado de aceite y harina, y su cabello gris, atado en un moño apretado, parece rebelarse en mechones que se escapan a ambos lados de su cabeza.
Se acerca a la mesa con pasos firmes, cargando un cuenco humeante que desprende un aroma especiado. Una hogaza de pan oscuro, de corteza gruesa y crujiente, descansa al lado del plato. Sin mirarte demasiado, deja el cuenco frente a ti con un gesto seco, casi brusco, y una voz rasposa: —Sopa de rabo de buey. No hay lujos aquí, pero calienta los huesos.— La camarera se aleja con la misma eficiencia desprovista de ceremonia. El vapor de la sopa asciende, envolviéndote con su aroma cálido, y el gruñido leve de tu estómago te recuerda por qué aceptaste venir a este rincón olvidado del mundo en primer lugar. —Come. Mientras tanto, escucha. —El Pájaro Negro se inclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y entrelazando las manos. Su pluma, negra y brillante como el plumaje de un cuervo, no deja de girar entre sus dedos, como si tuviera vida propia.— El evento en el puerto será dentro de dos días. Allí es donde empieza todo. La mercancía de los pulpos llegará esa noche, y el puerto estará lleno de agentes y "curiosos".— Pulpos gigantes. Es imposible que tus cejas no se levanten ante esas palabras. La imagen mental de algo así —bestias enormes arrastrando barcos enteros como si fueran juguetes— te resulta absurda e intrigante a partes iguales. Mientras sorbes la sopa con cuidado, aún demasiado caliente, sientes cómo el calor te recorre desde el pecho hasta las yemas de los dedos.
—Son bestias inmensas, entrenadas para cargar barcos enteros y trasladarlos sin necesidad de amarras ni grúas. —Continúa el hombre, su voz ahora más baja, casi susurrante, como si el propio aire del bar pudiera estar escuchando.— Algo tan raro que despierta demasiado interés. Por eso los necesitamos. Para el viaje hacia el North Blue.— El aroma de la sopa te reconforta, pero las palabras del Pájaro Negro te mantienen alerta. Miras el cuenco, como buscando respuestas en los reflejos del caldo oscuro. La mención de un "caos" en el puerto y la idea de escapar en un barco clandestino no te tranquilizan, pero tampoco logran disuadirte. —Ese puerto será un caos. Los soldados estarán buscando revolucionarios, espías, contrabandistas… Y ahí es donde tú entras.— Levantas la mirada del cuenco, dejando el pan a un lado. La sopa ya ha empezado a cumplir su función, llenándote de una calidez que choca con la tensión creciente de la conversación. —Distracción. Música, teatro, lo que se te dé mejor. Tienes un aire único, y, sinceramente, no pareces una amenaza. Mientras ellos se fijan en ti, nosotros trabajaremos. Una vez que logremos lo que necesitamos, te subes al barco con nosotros. Llegarás al North Blue, sano y salvo.
El hombre se reclina hacia atrás, cruzando los brazos y observándote con un interés renovado. Es como si cada palabra hubiese sido cuidadosamente elegida para tentarte, pero también para dejar claro que la elección final es tuya. La sopa está casi terminada cuando por fin decides responder, el peso de sus palabras rondando tu mente como un eco persistente. Tomas un trozo del pan, sintiendo su textura densa y rugosa bajo tus dedos, y lo llevas a la boca. Masticas despacio, permitiéndote saborear el momento antes de abrir la boca. "Bueno, al menos saben aprovechar mis talentos." La frase cruza tu mente mientras juegas con la cuchara entre tus dedos. Aunque ya sabes lo que vas a decir, dejas que el silencio se alargue un poco más.El Pájaro Negro no parece apurado. Su postura relajada, sus ojos aún clavados en ti, te dejan claro que está acostumbrado a esperar. Quizás sea parte del juego. Te limpias las migas de los labios con el dorso de la mano antes de dejar el pan a un lado.
El trato está prácticamente cerrado en tu mente, pero antes de aceptarlo, disfrutas un poco más de esa sensación de control, de estar marcando tú el ritmo. Porque si algo queda claro en esta mesa, es que aunque te necesitan, también están probando hasta dónde pueden confiar en ti. Vaya noche. Pero, al menos, la sopa ha estado bastante buena.
Se acerca a la mesa con pasos firmes, cargando un cuenco humeante que desprende un aroma especiado. Una hogaza de pan oscuro, de corteza gruesa y crujiente, descansa al lado del plato. Sin mirarte demasiado, deja el cuenco frente a ti con un gesto seco, casi brusco, y una voz rasposa: —Sopa de rabo de buey. No hay lujos aquí, pero calienta los huesos.— La camarera se aleja con la misma eficiencia desprovista de ceremonia. El vapor de la sopa asciende, envolviéndote con su aroma cálido, y el gruñido leve de tu estómago te recuerda por qué aceptaste venir a este rincón olvidado del mundo en primer lugar. —Come. Mientras tanto, escucha. —El Pájaro Negro se inclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y entrelazando las manos. Su pluma, negra y brillante como el plumaje de un cuervo, no deja de girar entre sus dedos, como si tuviera vida propia.— El evento en el puerto será dentro de dos días. Allí es donde empieza todo. La mercancía de los pulpos llegará esa noche, y el puerto estará lleno de agentes y "curiosos".— Pulpos gigantes. Es imposible que tus cejas no se levanten ante esas palabras. La imagen mental de algo así —bestias enormes arrastrando barcos enteros como si fueran juguetes— te resulta absurda e intrigante a partes iguales. Mientras sorbes la sopa con cuidado, aún demasiado caliente, sientes cómo el calor te recorre desde el pecho hasta las yemas de los dedos.
—Son bestias inmensas, entrenadas para cargar barcos enteros y trasladarlos sin necesidad de amarras ni grúas. —Continúa el hombre, su voz ahora más baja, casi susurrante, como si el propio aire del bar pudiera estar escuchando.— Algo tan raro que despierta demasiado interés. Por eso los necesitamos. Para el viaje hacia el North Blue.— El aroma de la sopa te reconforta, pero las palabras del Pájaro Negro te mantienen alerta. Miras el cuenco, como buscando respuestas en los reflejos del caldo oscuro. La mención de un "caos" en el puerto y la idea de escapar en un barco clandestino no te tranquilizan, pero tampoco logran disuadirte. —Ese puerto será un caos. Los soldados estarán buscando revolucionarios, espías, contrabandistas… Y ahí es donde tú entras.— Levantas la mirada del cuenco, dejando el pan a un lado. La sopa ya ha empezado a cumplir su función, llenándote de una calidez que choca con la tensión creciente de la conversación. —Distracción. Música, teatro, lo que se te dé mejor. Tienes un aire único, y, sinceramente, no pareces una amenaza. Mientras ellos se fijan en ti, nosotros trabajaremos. Una vez que logremos lo que necesitamos, te subes al barco con nosotros. Llegarás al North Blue, sano y salvo.
El hombre se reclina hacia atrás, cruzando los brazos y observándote con un interés renovado. Es como si cada palabra hubiese sido cuidadosamente elegida para tentarte, pero también para dejar claro que la elección final es tuya. La sopa está casi terminada cuando por fin decides responder, el peso de sus palabras rondando tu mente como un eco persistente. Tomas un trozo del pan, sintiendo su textura densa y rugosa bajo tus dedos, y lo llevas a la boca. Masticas despacio, permitiéndote saborear el momento antes de abrir la boca. "Bueno, al menos saben aprovechar mis talentos." La frase cruza tu mente mientras juegas con la cuchara entre tus dedos. Aunque ya sabes lo que vas a decir, dejas que el silencio se alargue un poco más.El Pájaro Negro no parece apurado. Su postura relajada, sus ojos aún clavados en ti, te dejan claro que está acostumbrado a esperar. Quizás sea parte del juego. Te limpias las migas de los labios con el dorso de la mano antes de dejar el pan a un lado.
El trato está prácticamente cerrado en tu mente, pero antes de aceptarlo, disfrutas un poco más de esa sensación de control, de estar marcando tú el ritmo. Porque si algo queda claro en esta mesa, es que aunque te necesitan, también están probando hasta dónde pueden confiar en ti. Vaya noche. Pero, al menos, la sopa ha estado bastante buena.