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Arthur Soriz
Gramps
30-12-2024, 08:31 PM
El suave pero firme impacto del casco contra la arena fue como música para mis oídos... ahogado apenas por los crujidos de la madera que parecían susurrar un agradecimiento a los cielos. La tormenta había quedado atrás pero aún podía sentir su furia en mis huesos, ya empezaban a notarse los años en mi aunque no lo expresara por fuera. Me erguí por completo ahora que el mayor peligro había pasado. Respiré hondo llenando mis pulmones con el aire húmedo y salado de la costa. Tierra firme, al fin.
— Lo logramos. —solté... acompañado de una carcajada tan vigorosa como mi ánimo. La risa me brotaba desde el pecho como una ola indomable. Mis botas hicieron un ruido pesado al pisar el suelo arenoso, y me permití un momento para disfrutar de que no tendría que preocuparme más por los peligros de los cielos... no de momento al menos. Volteé hacia mis compañeros con una sonrisa amplia, orgulloso de las acciones de cada uno a la hora de encargarse de los peligros en esa tormenta.
Sin embargo al alzar la vista hacia lo que quedaba de los titánicos pulpos el entusiasmo en mi corazón se mezcló con una punzada de tristeza. Sus apéndices colosales y desgarrados colgaban como jirones y algunos de ellos se movían apenas con el mismo ritmo agotado que uno ve en un viejo marinero después de una batalla feroz. Me acerqué hasta donde podía observarlos mejor y me quité el sombrero Marine, sosteniéndolo contra mi pecho en un gesto de respeto.
— Majestuosas criaturas... No merecían sufrir de esta manera. —murmuré. Sus ojos inmensos llenos de una sabiduría que parecía sobrepasar cualquier comprensión humana, me devolvieron la mirada por un instante antes de cerrarse lentamente. No sabía si era su manera de despedirse o simplemente el agotamiento tomando lo suyo pero me dolió verlas así. Eran verdaderas leyendas vivientes más grandes y grandiosas de lo que cualquier historia podría describir.
— ¡Pero no será en vano! —exclamé, con un tono más fuerte dirigiéndome tanto a los pulpos como a los hombres y mujeres que ahora desembarcaban con movimientos vacilantes. Me di la vuelta hacia Henry, Sirius y Zirko mis compañeros del Kaigekitai. Mi mirada chispeaba con ese fuego indomable que ni siquiera la tormenta había podido apagar.
— Chicos, hemos llegado. Y a juzgar por esa enorme base Marine que se asoma en lontananza diría que estamos en Isla Swallow. —abrí los brazos como si quisiera abarcar todo el horizonte. La imponente montaña con forma de golondrina se alzaba a la distancia cubierta por un manto de nubes que comenzaban a disiparse. A pesar de todo la isla tenía un aire acogedor, una mezcla de civilización y naturaleza en armonía. No podía esperar para descubrir cada rincón de este lugar. Se sentía como un lugar sumamente seguro... tal vez por el hecho de que estaba la Marina aquí, probablemente con la base más imponente de este mar norteño.
Me acerqué a Sirius que aún parecía estar evaluando el estado del barco y los restos de la tormenta. Le di una ligera palmada en uno de sus hombros.
— ¡Vamos, navegante! Deja de preocuparte por las velas por un momento. Lo importante es que estamos vivos y con una misión que cumplir.
Zirko, siempre una figura imponente incluso cuando estaba tranquila. La miré con una sonrisa amplia.
— Zirko, esta isla es más grande que tú. — le comenté soltando una carcajada.
Finalmente, me giré hacia Henry, que parecía más concentrado en ayudar a los demás a reorganizarse.
— Henry... ¡esto es justo lo que nos hacía falta al Kaigekitai! Nuevos horizontes, nuevos desafíos... y quién sabe, quizás una buena taberna para celebrarlo después de que nos presentemos, yo invito.
Di un paso al frente y extendí un brazo hacia la montaña que dominaba el paisaje.
— Es hora de conocer esta isla y presentarnos ante los altos mandos de la Base G-17... Si algo he aprendido en todos estos años es que la primera impresión cuenta. Y nosotros, mis queridos compañeros, estamos aquí para dejar huella.
Ajusté mi chaqueta, me puse la gorra Marine y eché a andar con paso firme y decidido. El futuro aguardaba y estaba seguro de que la Isla Swallow tenía mucho que ofrecer tanto para un veterano como yo como para todo el Kaigekitai. Habíamos sobrevivido a la tormenta... ahora era tiempo de conquistar la calma.
— Lo logramos. —solté... acompañado de una carcajada tan vigorosa como mi ánimo. La risa me brotaba desde el pecho como una ola indomable. Mis botas hicieron un ruido pesado al pisar el suelo arenoso, y me permití un momento para disfrutar de que no tendría que preocuparme más por los peligros de los cielos... no de momento al menos. Volteé hacia mis compañeros con una sonrisa amplia, orgulloso de las acciones de cada uno a la hora de encargarse de los peligros en esa tormenta.
Sin embargo al alzar la vista hacia lo que quedaba de los titánicos pulpos el entusiasmo en mi corazón se mezcló con una punzada de tristeza. Sus apéndices colosales y desgarrados colgaban como jirones y algunos de ellos se movían apenas con el mismo ritmo agotado que uno ve en un viejo marinero después de una batalla feroz. Me acerqué hasta donde podía observarlos mejor y me quité el sombrero Marine, sosteniéndolo contra mi pecho en un gesto de respeto.
— Majestuosas criaturas... No merecían sufrir de esta manera. —murmuré. Sus ojos inmensos llenos de una sabiduría que parecía sobrepasar cualquier comprensión humana, me devolvieron la mirada por un instante antes de cerrarse lentamente. No sabía si era su manera de despedirse o simplemente el agotamiento tomando lo suyo pero me dolió verlas así. Eran verdaderas leyendas vivientes más grandes y grandiosas de lo que cualquier historia podría describir.
— ¡Pero no será en vano! —exclamé, con un tono más fuerte dirigiéndome tanto a los pulpos como a los hombres y mujeres que ahora desembarcaban con movimientos vacilantes. Me di la vuelta hacia Henry, Sirius y Zirko mis compañeros del Kaigekitai. Mi mirada chispeaba con ese fuego indomable que ni siquiera la tormenta había podido apagar.
— Chicos, hemos llegado. Y a juzgar por esa enorme base Marine que se asoma en lontananza diría que estamos en Isla Swallow. —abrí los brazos como si quisiera abarcar todo el horizonte. La imponente montaña con forma de golondrina se alzaba a la distancia cubierta por un manto de nubes que comenzaban a disiparse. A pesar de todo la isla tenía un aire acogedor, una mezcla de civilización y naturaleza en armonía. No podía esperar para descubrir cada rincón de este lugar. Se sentía como un lugar sumamente seguro... tal vez por el hecho de que estaba la Marina aquí, probablemente con la base más imponente de este mar norteño.
Me acerqué a Sirius que aún parecía estar evaluando el estado del barco y los restos de la tormenta. Le di una ligera palmada en uno de sus hombros.
— ¡Vamos, navegante! Deja de preocuparte por las velas por un momento. Lo importante es que estamos vivos y con una misión que cumplir.
Zirko, siempre una figura imponente incluso cuando estaba tranquila. La miré con una sonrisa amplia.
— Zirko, esta isla es más grande que tú. — le comenté soltando una carcajada.
Finalmente, me giré hacia Henry, que parecía más concentrado en ayudar a los demás a reorganizarse.
— Henry... ¡esto es justo lo que nos hacía falta al Kaigekitai! Nuevos horizontes, nuevos desafíos... y quién sabe, quizás una buena taberna para celebrarlo después de que nos presentemos, yo invito.
Di un paso al frente y extendí un brazo hacia la montaña que dominaba el paisaje.
— Es hora de conocer esta isla y presentarnos ante los altos mandos de la Base G-17... Si algo he aprendido en todos estos años es que la primera impresión cuenta. Y nosotros, mis queridos compañeros, estamos aquí para dejar huella.
Ajusté mi chaqueta, me puse la gorra Marine y eché a andar con paso firme y decidido. El futuro aguardaba y estaba seguro de que la Isla Swallow tenía mucho que ofrecer tanto para un veterano como yo como para todo el Kaigekitai. Habíamos sobrevivido a la tormenta... ahora era tiempo de conquistar la calma.