Jela Morell dejó la carta de recomendación sobre la silla de Argestes, un gesto que parecía trivial, pero que estaba cargado de un simbolismo profundo. El veterano, casi desvanecido en su descanso, ni siquiera era consciente de la acción. A medida que la formadora observaba su figura encorvada, sentada en la silla, tan frágil y cansada, no podía evitar preguntarse qué utilidad quedaba en esos gestos formales, en estas actitudes que la Marina aún intentaba preservar.
La carta era una formalidad, un acto que seguía el protocolo, pero ¿realmente serviría para algo? ¿Acaso la edad y el cansancio de Argestes aún podrían ofrecer algo a los nuevos reclutas, esos jóvenes con el brillo en los ojos y las manos llenas de sueños de gloria?
La carta de recomendación no era más que un pedazo de papel, una firma y unas palabras que hablaban de la experiencia y la sabiduría acumuladas durante años de servicio.
Pero la formadora sabía que esas palabras no representaban completamente lo que Argestes había sido. El hombre frente a ella, ahora dormido o tal vez sumido en un estado de vigilia perturbada, no era solo un pedazo de historia, no era solo un ex-marine al que se le daba un pequeño papel para cumplir con el protocolo. No. Argestes había sido algo más, algo que no se podía reducir a una simple recomendación.
Jela Morell no podía negar que se sentía un tanto frustrada al tener que enfrentarse a la imagen del veterano en su estado actual.
Si bien el hombre había sido una leyenda viva en su época, ahora parecía tan vulnerable que casi resultaba doloroso. La vida había pasado factura, y con ella, la edad, la enfermedad y el cansancio habían arrastrado a aquella persona hacia un retiro que ni él mismo parecía haber elegido. La Marina, que antes había sido su mundo, ya no le ofrecía el mismo propósito. Sin embargo, ahí seguía, luchando por aferrarse a una vida que ya no estaba hecha para él, ni para sus huesos, ni para su mente que se dispersaba con cada despertar.
Jela pensó en los jóvenes reclutas que la rodeaban. Ellos, llenos de energía, fuerza y ambición, no comprendían realmente lo que significaba estar allí, frente a alguien como Argestes. Para ellos, el hombre era solo un viejo, un anciano cuyo tiempo ya había pasado. No veían lo que él representaba, lo que había vivido, ni la historia que había escrito con cada batalla, cada victoria y cada derrota.
En sus ojos, Argestes no era más que una figura cansada, incapaz de seguir el ritmo de su generación. Pero Jela sabía que había algo más en él, algo que no se podía medir con la mirada superficial de los jóvenes. Quizá no podía correr ni pelear como antes, pero aún así, su presencia era importante. La experiencia que había acumulado a lo largo de los años no se podía sustituir con energía ni juventud. Había una sabiduría que solo los años podían ofrecer, una sabiduría que muchos de esos jóvenes nunca entenderían hasta que el tiempo hiciera su trabajo.
La formadora Jela Morell, con una mezcla de pesar y comprensión, observó la carta de recomendación una vez más antes de dejarla sobre la silla. Sabía que, en un sentido, el documento representaba más que un simple trámite administrativo. Era un intento de preservar algo que el tiempo se había llevado, de mantener viva la memoria de un hombre que, aunque ya no podía ofrecer más que palabras, aún tenía mucho que enseñar.
Y, en ese momento, la mujer entendió algo que no había comprendido antes. La edad, a pesar de su fragilidad, tiene una validez que no puede ser ignorada. No es solo una cuestión de fuerza o energía: es la profundidad de la experiencia lo que otorga poder. La juventud puede ser feroz y audaz, pero la sabiduría que se obtiene con el paso de los años es invaluable, y Argestes, con todo su cansancio, aún representaba esa sabiduría.
La Marina necesitaba de los jóvenes, sí, pero también necesitaba a los veteranos como él, quienes, aunque frágiles en apariencia, seguían siendo los pilares sobre los que se construyó todo lo que significaba ahora el G-31. Esa carta de recomendación, aunque solo un documento formal, reflejaba la necesidad de conectar esas dos generaciones: la juventud y la experiencia. Y, aunque el tiempo fuera implacable, Jela comprendió que el papel de los mayores en la Marina no debía subestimarse. Porque, al final, la verdadera riqueza de una institución no reside solo en sus logros inmediatos, sino en el legado que pasa de generación en generación, y en las lecciones que, aunque a menudo olvidadas por los jóvenes, siguen siendo la base de su crecimiento.
Jela Morell se retiró con una sensación de responsabilidad. Ella, como formadora, tenía la misión de enseñar a esos jóvenes, pero también debía ser el puente que conectara las generaciones. Debía ayudarles a ver lo que no veían en ese viejo marine, lo que sus ojos no alcanzaban a percibir. Porque, más allá de la fragilidad de su cuerpo, más allá de los recuerdos que se desvanecían, Argestes representaba la continuidad de algo más grande que él mismo: la historia, la sabiduría y el espíritu indomable de aquellos que, aunque envejecidos, siguen siendo los guardianes de lo que realmente importa.
LA JUSTICIA
Y al final, en un rincón apartado de la sala, la figura de Argestes, ya recuperado y decidido a regresar a la Marina, recordó a todos que la edad no es un obstáculo, sino un testimonio de la vida vivida. En sus ojos, aunque apagados por el cansancio, aún brillaba la fuerza de alguien que había visto el mar en su furia y en su calma, alguien que había conocido tanto la derrota como la victoria. Alguien que, aunque sus días de combate ya se habían ido, aún podía enseñar a los demás, a su manera.
Jela Morell, al ver cómo Argestes comenzaba a prepararse para dejar la habitación, pensó que en el fondo, los mayores siempre tendrían algo que ofrecer, algo que los jóvenes no podrían reemplazar. La sabiduría no se mide en años, sino en las lecciones que los años han dejado atrás.
A quien corresponda:
Por medio de la presente, se hace constar que:
Nombre: Argestes Aquilo
Oficio: Ayudante de Cocina y Auxiliar de Navegación
Brigada designada: バッドバッチ (Bad Batch)
El suscrito certifica que el mencionado individuo se encuentra en pleno ejercicio de sus funciones como parte de la brigada designada, cumpliendo con sus responsabilidades en el ámbito asignado con la mayor dedicación y profesionalismo.
Para cualquier aclaración o información adicional, no dude en ponerse en contacto.
Atentamente,
Jela Morell.