Arthur Soriz
Gramps
31-12-2024, 05:27 AM
El murmullo de la multitud se intensifica mientras el organizador del evento alza su mano en señal de que el siguiente duelo está por comenzar. La plaza parece contener el aliento. El frío aire invernal apenas logra calmar la tensión que flota en el ambiente y las luces de las linternas del Festival de las Estrellas añaden un toque casi mágico a la escena.
En el improvisado cuadrilátero de tierra delimitado por sogas bajas, el Forastero se encuentra de pie. Su postura es relajada pero hay algo en la forma en que sujeta la espada de madera que llama la atención. Es un simple pedazo de madera en apariencia, pero en sus manos parece transformarse en una extensión natural de su cuerpo. Su mirada es tranquila... casi amable, como si estuviera allí más por el placer del arte que por demostrar superioridad.
El organizador grita con entusiasmo. — ¡Que pase el próximo retador! ¿Quién será capaz de tocar al invencible Forastero? ¿Hay alguien en esta multitud con la habilidad para arrebatarle su racha de victorias?
Un joven fornido... claramente un marinero de puerto por su vestimenta entra al cuadrilátero con una sonrisa confiada. Sus amigos desde el público lo animan a gritos pero él apenas parece escuchar. El Forastero lo saluda con una ligera inclinación de cabeza... un gesto que el retador devuelve de manera torpe antes de ajustar su agarre en la espada de madera que le han entregado.
La plaza queda en completo silencio cuando el retador pisa el campo improvisado y sientes cómo la atención colectiva se concentra en los dos combatientes. El aire parece densificarse a medida que el Forastero se posiciona en el centro del cuadrilátero. La nieve sigue cayendo, sus copos derritiéndose apenas tocan las cálidas linternas que iluminan el escenario.
El organizador anuncia el inicio del combate con un grito claro.
— ¡HAJIME!
El joven carga sin esperar, su espada de madera girando en un corte horizontal hacia el torso del Forastero. El sonido de su grito de guerra se mezcla con el golpe seco de los pasos en el suelo. Pero el Forastero no se inmuta... en el último instante da un paso lateral, apenas esquivando el ataque con una fluidez desconcertante. La espada del joven corta el aire vacío con un zumbido breve pero agudo.
La respuesta del Forastero es inmediata, casi imperceptible para los ojos menos entrenados. Un movimiento mínimo de muñeca, una estocada precisa que apunta al hombro del retador. El impacto resuena como un golpe seco y contundente y el joven tropieza hacia atrás... sorprendido por la rapidez.
El público estalla en murmullos. Alguien cerca de ti susurra con asombro.
— No hay duda, es como si viera cada movimiento antes de que suceda.
El retador se recupera y vuelve al ataque, esta vez con un corte descendente que busca romper la defensa del Forastero. Pero su espada de madera se encuentra con una guardia impecable. El sonido del choque de maderas resuena en la plaza, un eco agudo que corta el frío aire invernal. El Forastero desvía el golpe con un giro suave de su muñeca y con una agilidad casi inhumana gira sobre su pie trasero, desplazándose fuera del alcance del siguiente ataque.
Cada movimiento suyo es elegante, preciso, casi como si estuviera ejecutando una coreografía ensayada. Pero sabes que no hay nada ensayado en esto... es pura habilidad. Los pies del Forastero apenas hacen ruido al moverse en contraste con los golpes ruidosos y frenéticos de su oponente.
El retador intenta un ataque lateral cambiando el ritmo en un intento desesperado de sorprender a su oponente. Pero el Forastero lo anticipa con facilidad. Su espada de madera se eleva en un ángulo perfecto para bloquear el golpe, desviándolo con un giro rápido. Sin perder tiempo da un paso adelante y lanza un golpe limpio al costado del joven.
— ¡Punto! —grita el organizador, rompiendo la tensión mientras el joven se detiene jadeante y con una sonrisa forzada.
El Forastero retrocede un paso inclinándose ligeramente hacia su oponente en un gesto de respeto. Aunque no hay palabras su mirada transmite reconocimiento. El joven aún recuperando el aliento murmura algo inaudible antes de retirarse bajo los aplausos y vítores del público.
— ¡Y sigue invicto! —exclama el organizador girándose hacia la multitud. — ¿Quién será el próximo valiente en enfrentarse al invencible Forastero?
La multitud murmura emocionada pero cautelosa. Mientras tanto el Forastero se coloca nuevamente en su posición, relajado pero alerta. La nieve sigue cayendo acumulándose a su alrededor, pero él parece inmune al frío. Su espada de madera aunque desgastada parece casi un arma de otro mundo en sus manos, capaz de ejecutar movimientos que bordean lo sobrenatural.
El organizador mira a su alrededor buscando entre los rostros de la multitud. Sus ojos se posan en ti y de repente, una chispa de emoción cruza su rostro.
— ¡Tú! —exclama, señalándote con un dedo enfundado en un guante de lana. — ¡El hombre solitario! Ven aquí, muéstranos de qué estás hecho.
El murmullo de la multitud crece a tu alrededor, una mezcla de expectativas y emoción contenida. El Forastero, al escucharlo dirige su mirada hacia ti. Sus ojos tranquilos pero intensos te examinan brevemente antes de inclinar la cabeza, como invitándote al desafío.
No parece cansado... ni siquiera ligeramente fatigado después de tantos combates. Su expresión sigue siendo la misma... serena, casi afable. Pero en su postura hay algo más, algo que reconoces al instante. No es arrogancia ni desdén... es pura confianza en su habilidad, una confianza que solo los verdaderos maestros pueden exhibir sin caer en la prepotencia.
En el improvisado cuadrilátero de tierra delimitado por sogas bajas, el Forastero se encuentra de pie. Su postura es relajada pero hay algo en la forma en que sujeta la espada de madera que llama la atención. Es un simple pedazo de madera en apariencia, pero en sus manos parece transformarse en una extensión natural de su cuerpo. Su mirada es tranquila... casi amable, como si estuviera allí más por el placer del arte que por demostrar superioridad.
El organizador grita con entusiasmo. — ¡Que pase el próximo retador! ¿Quién será capaz de tocar al invencible Forastero? ¿Hay alguien en esta multitud con la habilidad para arrebatarle su racha de victorias?
Un joven fornido... claramente un marinero de puerto por su vestimenta entra al cuadrilátero con una sonrisa confiada. Sus amigos desde el público lo animan a gritos pero él apenas parece escuchar. El Forastero lo saluda con una ligera inclinación de cabeza... un gesto que el retador devuelve de manera torpe antes de ajustar su agarre en la espada de madera que le han entregado.
La plaza queda en completo silencio cuando el retador pisa el campo improvisado y sientes cómo la atención colectiva se concentra en los dos combatientes. El aire parece densificarse a medida que el Forastero se posiciona en el centro del cuadrilátero. La nieve sigue cayendo, sus copos derritiéndose apenas tocan las cálidas linternas que iluminan el escenario.
El organizador anuncia el inicio del combate con un grito claro.
— ¡HAJIME!
El joven carga sin esperar, su espada de madera girando en un corte horizontal hacia el torso del Forastero. El sonido de su grito de guerra se mezcla con el golpe seco de los pasos en el suelo. Pero el Forastero no se inmuta... en el último instante da un paso lateral, apenas esquivando el ataque con una fluidez desconcertante. La espada del joven corta el aire vacío con un zumbido breve pero agudo.
La respuesta del Forastero es inmediata, casi imperceptible para los ojos menos entrenados. Un movimiento mínimo de muñeca, una estocada precisa que apunta al hombro del retador. El impacto resuena como un golpe seco y contundente y el joven tropieza hacia atrás... sorprendido por la rapidez.
El público estalla en murmullos. Alguien cerca de ti susurra con asombro.
— No hay duda, es como si viera cada movimiento antes de que suceda.
El retador se recupera y vuelve al ataque, esta vez con un corte descendente que busca romper la defensa del Forastero. Pero su espada de madera se encuentra con una guardia impecable. El sonido del choque de maderas resuena en la plaza, un eco agudo que corta el frío aire invernal. El Forastero desvía el golpe con un giro suave de su muñeca y con una agilidad casi inhumana gira sobre su pie trasero, desplazándose fuera del alcance del siguiente ataque.
Cada movimiento suyo es elegante, preciso, casi como si estuviera ejecutando una coreografía ensayada. Pero sabes que no hay nada ensayado en esto... es pura habilidad. Los pies del Forastero apenas hacen ruido al moverse en contraste con los golpes ruidosos y frenéticos de su oponente.
El retador intenta un ataque lateral cambiando el ritmo en un intento desesperado de sorprender a su oponente. Pero el Forastero lo anticipa con facilidad. Su espada de madera se eleva en un ángulo perfecto para bloquear el golpe, desviándolo con un giro rápido. Sin perder tiempo da un paso adelante y lanza un golpe limpio al costado del joven.
— ¡Punto! —grita el organizador, rompiendo la tensión mientras el joven se detiene jadeante y con una sonrisa forzada.
El Forastero retrocede un paso inclinándose ligeramente hacia su oponente en un gesto de respeto. Aunque no hay palabras su mirada transmite reconocimiento. El joven aún recuperando el aliento murmura algo inaudible antes de retirarse bajo los aplausos y vítores del público.
— ¡Y sigue invicto! —exclama el organizador girándose hacia la multitud. — ¿Quién será el próximo valiente en enfrentarse al invencible Forastero?
La multitud murmura emocionada pero cautelosa. Mientras tanto el Forastero se coloca nuevamente en su posición, relajado pero alerta. La nieve sigue cayendo acumulándose a su alrededor, pero él parece inmune al frío. Su espada de madera aunque desgastada parece casi un arma de otro mundo en sus manos, capaz de ejecutar movimientos que bordean lo sobrenatural.
El organizador mira a su alrededor buscando entre los rostros de la multitud. Sus ojos se posan en ti y de repente, una chispa de emoción cruza su rostro.
— ¡Tú! —exclama, señalándote con un dedo enfundado en un guante de lana. — ¡El hombre solitario! Ven aquí, muéstranos de qué estás hecho.
El murmullo de la multitud crece a tu alrededor, una mezcla de expectativas y emoción contenida. El Forastero, al escucharlo dirige su mirada hacia ti. Sus ojos tranquilos pero intensos te examinan brevemente antes de inclinar la cabeza, como invitándote al desafío.
No parece cansado... ni siquiera ligeramente fatigado después de tantos combates. Su expresión sigue siendo la misma... serena, casi afable. Pero en su postura hay algo más, algo que reconoces al instante. No es arrogancia ni desdén... es pura confianza en su habilidad, una confianza que solo los verdaderos maestros pueden exhibir sin caer en la prepotencia.