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Horus
El Sol
31-12-2024, 05:35 AM
Esa mujer no sería capaz de ver ni el menor rastro de duda en mi mirada. Mi determinación era totalmente firme ante tal injusticia. En mi hogar, Arabasta, me crié en la capital real de Alubarna; era posiblemente el lugar más seguro del país en esos momentos, con la guardia real vigilando las calles. Allí jamás se habría permitido una injusticia como esa. De hecho, más de una vez pude ver cómo algunos maleantes eran reprendidos por las autoridades. Era el poder que solo un reino grande y próspero podía disponer, aunque en otras regiones del país había sombras bien asentadas; no es oro todo lo que reluce. Pero seguía viendo intolerable que en una sola ciudad, con un supuesto cuartel de la Marina, estuviera ocurriendo esto.
— Ya le dije que no debe preocuparse por nada, no es necesario que me pague con nada. Simplemente no puedo tolerar que gente así siga campando a sus anchas. Hoy ha sido usted, mañana puede ser su vecino, y en un tiempo pueden ser sus propios nietos víctimas de ellos. El mal debe extirparse de raíz — le diría con total determinación.
Me mantuve escuchando atentamente la explicación de la anciana. No me extrañaba que esa gente se asentara en el casino, puesto que esos tipos de negocio solían atraer a todo tipo de personas no tan fiables. Eran el núcleo perfecto del vicio y la depravación, aunque claro, no digo que todos los que iban allí fueran malos; también había pobres víctimas de la ludopatía y de las prácticas mafiosas, y una minoría que intentaba ir allí a pasar un buen rato y terminaba arruinada o presa de las redes de ese sistema de negocio bien montado. Desde luego, no digo eso porque alguna vez me haya arruinado mi paga en un sitio de estos; no, para nada, absolutamente nada, jamás pasaría. Bueno... alguna vez sí.
Por la descripción que esa mujer me daba, llegué a barajar que esos dos maleantes eran en realidad un grupo de dos, luciendo unos estandartes bien pomposos para aparentar ser más de lo que realmente son. Aunque tal vez eran solo ellos dos y, como mucho, un par de compinches de poca monta más, pero eso no importaba. Mi determinación en ese momento era bien firme y decidida; me daba igual enfrentar a dos matados o medio centenar de sicarios. No pensaba tolerar que hicieran algo así a una pobre mujer.
— Bien, sabiendo por dónde se mueven y cómo son, es más que suficiente para mí. Si tienen una arrogancia y prepotencia como me ha descrito, no creo que tarden nada en mostrarse públicamente si rondo un poco la zona — diría bien decidido — Usted, por favor, cuídese y mantenga la esperanza. Verá cómo pueden tener una feliz Navidad usted y sus nietos, aunque vigile con el frío — le diría mientras la ayudaba a ajustarse su manta.
La mujer, al ver que sería imposible detenerme ante mi determinación y firmes palabras, no pudo hacer más que desearme suerte en mi empresa algo kamikaze. Pero bueno, yo contaba con fieles compañeros que me ayudarían; no estaba solo para nada.
— ¡Confíe en mí! — diría mientras partía, alejándome por la calle.
Junto a mis pasos seguros hacia la zona lúdica de la ciudad, donde se ubicaba el casino, realicé un silbido sostenido y largo que no pasó desapercibido para las personas que se encontraban en las proximidades. Aunque eso no frenaría mi movimiento en lo más mínimo y tan solo ladeé mi mirada con el fin de observar a las personas de mi entorno, buscando a dos sujetos que se parecieran a los que me habían descrito. Tenía dichas descripciones bien formadas en mi memoria; no se me escaparían.
No tardaron mucho en responder a mi llamado mis más fieles y leales compañeros. Isis, el halcón que me acompaña desde que era un niño, entrenada con ayuda de mis padres por mí mismo y una compañera inseparable de aventuras, descendió de los cielos tras aparecer cruzando los tejados hasta posarse en mi brazo nada más lo alcé con la postura correcta. Y, por otro lado, con un paso raudo y veloz de las calles, apareció Anubis, el más noble y leal de los chacales que jamás habría conocido. Nuestra amistad se remonta desde mis quince años y, desde entonces, hemos sido inseparables compañeros. Ambos estaban desperdigados por la ciudad, explorándola un poco a su antojo, como hacía yo. Pero ante esta situación, era mejor contar con ellos; ambos podrían resultarme de ayuda llegado el momento.
— Isis, querida, necesito que me ayudes a buscar desde los cielos a dos hombres. Mantén el vuelo alto para no llamar la atención — le diría a mi fiel compañera.
Tras eso, describí a la inteligente halcón las descripciones que la anciana me dio. Ella me entendió al momento y alzó el vuelo, entrando en su posición de caza, buscando a las presas designadas para estar lista para la caza; era muy buena cazadora. Mientras tanto, Anubis y yo avanzaríamos por las calles hasta llegar a la zona del casino, donde me pondría a realizar una búsqueda más exhaustiva de los posibles delincuentes. También me valía cruzar la mirada con alguien más que luciera el emblema de una mano negra con tanto descaro.
— Anubis, colega, será mejor que permanezcas un poco atrás de mí. Si me los cruzo de frente, prefiero que seas un factor sorpresa a mi señal — se notaba mi confianza en él con solo oírme.
Con mis compañeros listos y entendiendo sus papeles e instrucciones, empecé a moverme por la zona del casino, en busca de aquellos dos sujetos. Esperaba poder encontrarlos rápido, pero aunque normalmente se muevan por aquí, no descartaba la posibilidad de que se hubieran ido a extorsionar a alguien más, como la pobre anciana, y se encontraran lejos. Pero claro, si su base estaba por aquí cerca, acabarían volviendo y nada escaparía de la vista de mi buena amiga Isis.
— Ya le dije que no debe preocuparse por nada, no es necesario que me pague con nada. Simplemente no puedo tolerar que gente así siga campando a sus anchas. Hoy ha sido usted, mañana puede ser su vecino, y en un tiempo pueden ser sus propios nietos víctimas de ellos. El mal debe extirparse de raíz — le diría con total determinación.
Me mantuve escuchando atentamente la explicación de la anciana. No me extrañaba que esa gente se asentara en el casino, puesto que esos tipos de negocio solían atraer a todo tipo de personas no tan fiables. Eran el núcleo perfecto del vicio y la depravación, aunque claro, no digo que todos los que iban allí fueran malos; también había pobres víctimas de la ludopatía y de las prácticas mafiosas, y una minoría que intentaba ir allí a pasar un buen rato y terminaba arruinada o presa de las redes de ese sistema de negocio bien montado. Desde luego, no digo eso porque alguna vez me haya arruinado mi paga en un sitio de estos; no, para nada, absolutamente nada, jamás pasaría. Bueno... alguna vez sí.
Por la descripción que esa mujer me daba, llegué a barajar que esos dos maleantes eran en realidad un grupo de dos, luciendo unos estandartes bien pomposos para aparentar ser más de lo que realmente son. Aunque tal vez eran solo ellos dos y, como mucho, un par de compinches de poca monta más, pero eso no importaba. Mi determinación en ese momento era bien firme y decidida; me daba igual enfrentar a dos matados o medio centenar de sicarios. No pensaba tolerar que hicieran algo así a una pobre mujer.
— Bien, sabiendo por dónde se mueven y cómo son, es más que suficiente para mí. Si tienen una arrogancia y prepotencia como me ha descrito, no creo que tarden nada en mostrarse públicamente si rondo un poco la zona — diría bien decidido — Usted, por favor, cuídese y mantenga la esperanza. Verá cómo pueden tener una feliz Navidad usted y sus nietos, aunque vigile con el frío — le diría mientras la ayudaba a ajustarse su manta.
La mujer, al ver que sería imposible detenerme ante mi determinación y firmes palabras, no pudo hacer más que desearme suerte en mi empresa algo kamikaze. Pero bueno, yo contaba con fieles compañeros que me ayudarían; no estaba solo para nada.
— ¡Confíe en mí! — diría mientras partía, alejándome por la calle.
Junto a mis pasos seguros hacia la zona lúdica de la ciudad, donde se ubicaba el casino, realicé un silbido sostenido y largo que no pasó desapercibido para las personas que se encontraban en las proximidades. Aunque eso no frenaría mi movimiento en lo más mínimo y tan solo ladeé mi mirada con el fin de observar a las personas de mi entorno, buscando a dos sujetos que se parecieran a los que me habían descrito. Tenía dichas descripciones bien formadas en mi memoria; no se me escaparían.
No tardaron mucho en responder a mi llamado mis más fieles y leales compañeros. Isis, el halcón que me acompaña desde que era un niño, entrenada con ayuda de mis padres por mí mismo y una compañera inseparable de aventuras, descendió de los cielos tras aparecer cruzando los tejados hasta posarse en mi brazo nada más lo alcé con la postura correcta. Y, por otro lado, con un paso raudo y veloz de las calles, apareció Anubis, el más noble y leal de los chacales que jamás habría conocido. Nuestra amistad se remonta desde mis quince años y, desde entonces, hemos sido inseparables compañeros. Ambos estaban desperdigados por la ciudad, explorándola un poco a su antojo, como hacía yo. Pero ante esta situación, era mejor contar con ellos; ambos podrían resultarme de ayuda llegado el momento.
— Isis, querida, necesito que me ayudes a buscar desde los cielos a dos hombres. Mantén el vuelo alto para no llamar la atención — le diría a mi fiel compañera.
Tras eso, describí a la inteligente halcón las descripciones que la anciana me dio. Ella me entendió al momento y alzó el vuelo, entrando en su posición de caza, buscando a las presas designadas para estar lista para la caza; era muy buena cazadora. Mientras tanto, Anubis y yo avanzaríamos por las calles hasta llegar a la zona del casino, donde me pondría a realizar una búsqueda más exhaustiva de los posibles delincuentes. También me valía cruzar la mirada con alguien más que luciera el emblema de una mano negra con tanto descaro.
— Anubis, colega, será mejor que permanezcas un poco atrás de mí. Si me los cruzo de frente, prefiero que seas un factor sorpresa a mi señal — se notaba mi confianza en él con solo oírme.
Con mis compañeros listos y entendiendo sus papeles e instrucciones, empecé a moverme por la zona del casino, en busca de aquellos dos sujetos. Esperaba poder encontrarlos rápido, pero aunque normalmente se muevan por aquí, no descartaba la posibilidad de que se hubieran ido a extorsionar a alguien más, como la pobre anciana, y se encontraran lejos. Pero claro, si su base estaba por aquí cerca, acabarían volviendo y nada escaparía de la vista de mi buena amiga Isis.