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Arthur Soriz
Gramps
31-12-2024, 07:35 AM
La plaza se mantiene en absoluto silencio. El aire parece cargado de electricidad... cada respiración de la multitud se suspende en un instante, como si el tiempo mismo estuviera conteniendo el aliento. Los ojos del Forastero se fijan en los tuyos, sin parpadear... sin apartar la mirada. Es como si estuviera desnudando tu alma con solo observarte, midiendo la disposición de tu cuerpo, la suavidad de tus movimientos, el compás con el que respirabas. Un espadachín experimentado no se limita a ver lo que está frente a él sino que siente el pulso de su oponente, lee cada pequeño gesto en su cuerpo. Y lo sabe. Sabe que no estás aquí por simple curiosidad ni por suerte. Ha reconocido la mirada de un verdadero espadachín.
Ve que tu postura es calmada... casi relajada, un contraste perfecto con el aire de expectación que ahora rodea la escena. A pesar de las miradas que clavan en ti desde todas partes, tu mente permanece tranquila. Sientes la tensión en el aire pero no de manera ansiosa. Más bien como si las fuerzas que te rodean fueran solo un juego de energía que se mantiene suspendida a la espera de un solo movimiento. Tú y él, el Forastero, son dos figuras que se entienden sin necesidad de palabras.
El Forastero con su espada de madera en mano no tensa su cuerpo en ningún momento. Al contrario... se relaja de manera casi imperceptible. Es como si el tiempo y el espacio ya no importaran para él. Su cuerpo fluye despojándose de cualquier rigidez. Cada movimiento parece natural como si la espada fuera parte de él, tan conectada con su ser que no necesita hacer ningún esfuerzo para usarla. La suavidad con la que se mueve parece desafiar las leyes de la física, pero esto no es nada nuevo para ti... sabes que un verdadero espadachín siempre termina siendo uno con sus armas.
Tu mirada y la suya se cruzan. Un momento de respeto compartido aunque no de palabras. El Forastero se acerca a ti paso a paso. La distancia entre ambos se reduce y es como si los latidos de ambos se sincronizaran en un mismo ritmo. El organizador del evento siquiera ha dicho que empezara el combate... es incapaz de formular palabra alguna ante lo emocionante que se ve esto. La punta de su espada toca la tuya, no con violencia sino con una suavidad apenas perceptible. El roce de las maderas es tan sutil que casi parece un susurro en el aire. El Forastero mide cada uno de tus movimientos... su atención tan afilada como la espada que envainada carga a un lado de su cintura.
Y entonces en un abrir y cerrar de ojos, actúa.
La velocidad con la que el Forastero ejecuta su primer ataque es tal que el aire mismo parece cortarse a su paso. El movimiento es un destello, una fracción de segundo. Tan rápido que a pesar de tus reflejos, es prácticamente imposible esquivarlo. Pero no tiene la intención de herirte. No. El tajo se desliza solo por el borde de tu prenda oscura apenas rozándola, una fracción de un centímetro que te hace sentir el filo de la velocidad, no la violencia. El Forastero no busca dañar sino evaluar. Un cálculo. Un juego silencioso de estrategia entre dos espadachines... un momento donde el respeto se intercambia sin necesidad de mostrar agresión.
Su ataque aunque tan rápido, no deja de ser una prueba de tus reflejos, un examen de tu capacidad para reaccionar bajo presión. Como si te estuviera diciendo, "a ver cuánto te falta aprender". Y por supuesto, la respuesta está en tus ojos, en tu postura. Aún así, lo ves satisfecho.
El Forastero vuelve a su posición tan natural como antes y una ligera sonrisa, casi imperceptible, se forma en sus labios. No es de satisfacción por el golpe, sino de reconocimiento. Ha visto lo que necesitaba ver... no quiere burlarse, no busca humillarte. Busca en ti un igual, aunque no lo ha encontrado quiere divertirse un poco... y quién sabe, tal vez darle un buen show a la gente.
El Forastero se mantiene cerca de ti, sus ojos nunca dejan de mirarte. El espacio casi inexistente entre las dos espadas de madera. El roce de las puntas es ahora un recordatorio de que la próxima decisión puede ser la clave. Él está observando tu cuerpo con atención meticulosa... los hombros que se relajan, los pequeños ajustes en tus pies cómo se mueven tus muñecas... todo lo que pueda darle una pista sobre tu siguiente movimiento. No hay un solo momento en el que se descuide. Es un juego de anticipación, y sabe que la victoria no se logra solo con destreza física, sino con el dominio de la mente del oponente.
Ahora es tu turno. El Forastero te ha dado la oportunidad de mostrar lo que eres capaz de hacer. Su desafío claramente no está en la intención de herir... ni tu cuerpo ni tu orgullo... sino de saber si eres capaz de seguirle el ritmo en esta danza.
¿Cómo responderás a su invitación?
Ve que tu postura es calmada... casi relajada, un contraste perfecto con el aire de expectación que ahora rodea la escena. A pesar de las miradas que clavan en ti desde todas partes, tu mente permanece tranquila. Sientes la tensión en el aire pero no de manera ansiosa. Más bien como si las fuerzas que te rodean fueran solo un juego de energía que se mantiene suspendida a la espera de un solo movimiento. Tú y él, el Forastero, son dos figuras que se entienden sin necesidad de palabras.
El Forastero con su espada de madera en mano no tensa su cuerpo en ningún momento. Al contrario... se relaja de manera casi imperceptible. Es como si el tiempo y el espacio ya no importaran para él. Su cuerpo fluye despojándose de cualquier rigidez. Cada movimiento parece natural como si la espada fuera parte de él, tan conectada con su ser que no necesita hacer ningún esfuerzo para usarla. La suavidad con la que se mueve parece desafiar las leyes de la física, pero esto no es nada nuevo para ti... sabes que un verdadero espadachín siempre termina siendo uno con sus armas.
Tu mirada y la suya se cruzan. Un momento de respeto compartido aunque no de palabras. El Forastero se acerca a ti paso a paso. La distancia entre ambos se reduce y es como si los latidos de ambos se sincronizaran en un mismo ritmo. El organizador del evento siquiera ha dicho que empezara el combate... es incapaz de formular palabra alguna ante lo emocionante que se ve esto. La punta de su espada toca la tuya, no con violencia sino con una suavidad apenas perceptible. El roce de las maderas es tan sutil que casi parece un susurro en el aire. El Forastero mide cada uno de tus movimientos... su atención tan afilada como la espada que envainada carga a un lado de su cintura.
Y entonces en un abrir y cerrar de ojos, actúa.
La velocidad con la que el Forastero ejecuta su primer ataque es tal que el aire mismo parece cortarse a su paso. El movimiento es un destello, una fracción de segundo. Tan rápido que a pesar de tus reflejos, es prácticamente imposible esquivarlo. Pero no tiene la intención de herirte. No. El tajo se desliza solo por el borde de tu prenda oscura apenas rozándola, una fracción de un centímetro que te hace sentir el filo de la velocidad, no la violencia. El Forastero no busca dañar sino evaluar. Un cálculo. Un juego silencioso de estrategia entre dos espadachines... un momento donde el respeto se intercambia sin necesidad de mostrar agresión.
Su ataque aunque tan rápido, no deja de ser una prueba de tus reflejos, un examen de tu capacidad para reaccionar bajo presión. Como si te estuviera diciendo, "a ver cuánto te falta aprender". Y por supuesto, la respuesta está en tus ojos, en tu postura. Aún así, lo ves satisfecho.
El Forastero vuelve a su posición tan natural como antes y una ligera sonrisa, casi imperceptible, se forma en sus labios. No es de satisfacción por el golpe, sino de reconocimiento. Ha visto lo que necesitaba ver... no quiere burlarse, no busca humillarte. Busca en ti un igual, aunque no lo ha encontrado quiere divertirse un poco... y quién sabe, tal vez darle un buen show a la gente.
El Forastero se mantiene cerca de ti, sus ojos nunca dejan de mirarte. El espacio casi inexistente entre las dos espadas de madera. El roce de las puntas es ahora un recordatorio de que la próxima decisión puede ser la clave. Él está observando tu cuerpo con atención meticulosa... los hombros que se relajan, los pequeños ajustes en tus pies cómo se mueven tus muñecas... todo lo que pueda darle una pista sobre tu siguiente movimiento. No hay un solo momento en el que se descuide. Es un juego de anticipación, y sabe que la victoria no se logra solo con destreza física, sino con el dominio de la mente del oponente.
Ahora es tu turno. El Forastero te ha dado la oportunidad de mostrar lo que eres capaz de hacer. Su desafío claramente no está en la intención de herir... ni tu cuerpo ni tu orgullo... sino de saber si eres capaz de seguirle el ritmo en esta danza.
¿Cómo responderás a su invitación?