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Donatella Pavone
La Garra de Pavone
01-01-2025, 07:10 PM
El Torpedo Emplumado, aún tembloroso por los estragos de la tormenta, se deslizó con una suavidad antinatural hacia el puerto de Rubek, como si incluso las aguas que rodeaban la isla entendieran la necesidad de silencio absoluto. Desde la ventana frontal del submarino, Donatella Pavone observaba el paisaje que se extendía frente a ella, un contraste absoluto con el caos que había dejado atrás. A su alrededor, el aire parecía cargado de algo más que tranquilidad; era una calma pesada, opresiva, que la obligaba a ser consciente incluso de su propia respiración.
Cuando finalmente salió del submarino, el frío del invierno mordió su piel a pesar del grueso abrigo que la envolvía. El sonido de sus botas resonó ligeramente contra los adoquines del puerto, un ruido que parecía ser absorbido rápidamente por la atmósfera insondable de Rubek. La vista de Salzburgia la detuvo un momento, su arquitectura monumental bañada en tonos grises bajo la luz tenue del amanecer. “Fascinante.” Pensó, temiendo que cualquier sonido más fuerte pudiera romper la delicada armonía del lugar. A pesar de su usual confianza, había algo en Rubek que la hacía sentir pequeña, como si estuviera siendo observada por ojos invisibles que juzgaban cada uno de sus movimientos.
Mientras avanzaba, las plazas desiertas y las estatuas de compositores inmóviles reforzaban la sensación de estar atrapada en un cuadro detenido en el tiempo. Donatella se obligó a enfocar su mente en lo práctico, en lo que necesitaba hacer ahora que había llegado. La tormenta había separado a las embarcaciones, y aún no sabía cuántos habían llegado sanos y salvos, si es que alguien más lo había logrado. Pero lo más importante: ¿estarían aquí su hermano o alguno de los miembros de su guardia real? Esa pregunta era un peso constante en su pecho, un eco que resonaba incluso en el silencio absoluto de Rubek.
Rubek, con su misticismo y su quietud, parecía el lugar perfecto para enfrentar sus propias dudas. ¿Había tomado la decisión correcta al venir al Mar del Norte? ¿Había abandonado demasiado en el East Blue, demasiados cabos sueltos? Pero incluso en medio de sus incertidumbres, una cosa era segura: si su hermano o sus guardias reales estaban en este mar, ella los encontraría. Y si no lo estaban, seguiría avanzando, porque eso era lo que hacía La Garra de Pavone, no se detenía, jamás retrocedía.
Cuando finalmente salió del submarino, el frío del invierno mordió su piel a pesar del grueso abrigo que la envolvía. El sonido de sus botas resonó ligeramente contra los adoquines del puerto, un ruido que parecía ser absorbido rápidamente por la atmósfera insondable de Rubek. La vista de Salzburgia la detuvo un momento, su arquitectura monumental bañada en tonos grises bajo la luz tenue del amanecer. “Fascinante.” Pensó, temiendo que cualquier sonido más fuerte pudiera romper la delicada armonía del lugar. A pesar de su usual confianza, había algo en Rubek que la hacía sentir pequeña, como si estuviera siendo observada por ojos invisibles que juzgaban cada uno de sus movimientos.
Mientras avanzaba, las plazas desiertas y las estatuas de compositores inmóviles reforzaban la sensación de estar atrapada en un cuadro detenido en el tiempo. Donatella se obligó a enfocar su mente en lo práctico, en lo que necesitaba hacer ahora que había llegado. La tormenta había separado a las embarcaciones, y aún no sabía cuántos habían llegado sanos y salvos, si es que alguien más lo había logrado. Pero lo más importante: ¿estarían aquí su hermano o alguno de los miembros de su guardia real? Esa pregunta era un peso constante en su pecho, un eco que resonaba incluso en el silencio absoluto de Rubek.
Rubek, con su misticismo y su quietud, parecía el lugar perfecto para enfrentar sus propias dudas. ¿Había tomado la decisión correcta al venir al Mar del Norte? ¿Había abandonado demasiado en el East Blue, demasiados cabos sueltos? Pero incluso en medio de sus incertidumbres, una cosa era segura: si su hermano o sus guardias reales estaban en este mar, ella los encontraría. Y si no lo estaban, seguiría avanzando, porque eso era lo que hacía La Garra de Pavone, no se detenía, jamás retrocedía.