Arthur Soriz
Gramps
01-01-2025, 10:32 PM
Battle Music • Hajime!
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El aire gélido acaricia tu rostro pero tu atención está fija únicamente en el hombre frente a ti. El Forastero se mueve con una fluidez antinatural... sus pasos ligeros y calculados como si su ser completo pesara lo mismo que una pluma. Su cuerpo no parece humano... es como si cada músculo, cada movimiento, hubiera sido diseñado para esta danza entre espadachines adeptos. Las puntas de las espadas de madera se cruzan nuevamente, emitiendo ese chirrido suave una vez más.
Empieza a atacar nuevamente, pero siempre buscando que el filo de su espada chocara contra la tuya, enfrentándose en un duelo de choques una y otra vez. No es que quiera ganar, es que quiere brindarle entretenimiento tal vez no a las personas que los rodean... pero a ti y a si mismo. Como si añorara algo así desde hace muchos años.
El choque de las espadas hace vibrar el aire, un sonido que no debería provenir de la madera sino de un acero divino forjado en las entrañas del mundo. Cada impacto es una sinfonía caótica... una mezcla de notas altas y profundas que golpean los corazones de los presentes. No luchas solo contra un hombre... luchas contra una corriente imparable, una tormenta que no muestra piedad ni duda. Y sin embargo esa tormenta te invita a unirte a su danza.
El Forastero no ataca con violencia, sino con un ritmo preciso y armonioso. Sus movimientos parecen seguir un compás que solo él escucha pero que gradualmente tú te aprendes también. Su espada fluye como agua, deslizándose de un ángulo a otro con una suavidad que contradice la fuerza de sus golpes. Cada vez que intentas atacarlo, él no te detiene... simplemente no está ahí. Su cuerpo parece desvanecerse solo para reaparecer justo fuera de tu alcance. La multitud no puede evitar contener la respiración ante cada intercambio.
A pesar de la presión seguramente no te dejas intimidar. A medida que avanzan los minutos que se sienten como una pequeña eternidad... vas aprendiendo sus patrones, o quizás... él deja que los aprendas. Sus movimientos se van haciendo los tuyos. Poco a poco comienzas a ver la lógica en su estilo. Su danza tiene un patrón, un propósito. No es invencible pero se mueve con tal gracia que desafía cualquier intento de encajonarlo en una estrategia tradicional. Este no es un duelo para vencer por fuerza bruta. Es un juego de mentes tanto como de espadas.
Y entonces... después de lo que parece una dulce eternidad, algo cambia. No es un error, no es un descuido. Es un regalo. En el último momento, cuando sus espadas chocan una vez más, el Forastero detiene su movimiento, bajando la guardia justo lo suficiente para que tu ataque final conecte. No lo hace con torpeza, sino con una deliberación que resulta imposible de malinterpretar. Su mirada te lo dice todo... ha decidido que el combate termina aquí. No con un vencedor claro, sino con un entendimiento mutuo.
Tu espada golpea suavemente su pecho, marcando el punto donde la victoria sería tuya. Pero el Forastero no retrocede ni pierde su compostura. Baja su arma lentamente y te observa, sus labios curvándose en una ligera sonrisa que aunque sutil carga una calidez inesperada.
— Hace tiempo que no me divertía tanto. — dice con una voz profunda y serena que rompe el silencio. Es la primera vez que habla y el impacto es tal que incluso el organizador parece sorprendido. La multitud estalla en vítores y aplausos, sus gritos ensordecedores llenando la plaza. No es un clamor por un vencedor o un derrotado, sino por un espectáculo que ha dejado una marca en todos los presentes.
Sin dudar, el Forastero extiende su auténtica espada hacia ti. Aunque vieja, la madera de su funda aún brilla con el cuidado y la devoción de años de batallas, y su filo tan brillante como el día en el que la hicieron. — Cuídala tanto como yo lo hice. — te dice, sus ojos fijos en los tuyos con una sinceridad que no puede ser fingida. Hay respeto en su gesto, una aceptación que no necesita palabras adicionales.
El organizador alienta al público a vitorear nuevamente, y esta vez el sonido parece hacer temblar el suelo. Te sientes envuelto por la energía de la multitud, pero tu atención está aún en el hombre que acaba de entregarte su arma. Cuando los vítores comienzan a disminuir, el Forastero da un paso adelante y coloca una mano sobre tu hombro.
— Vamos a beber algo, yo invito. — dice con una sonrisa más amplia. — El Festival de las Estrellas recién empieza y hace frío. Además con esta nieve será más agradable junto a una hoguera.
Depende de ti aceptar o no esta invitación. Pero se nota en el rostro del Forastero su sincera felicidad, de pasar la batuta a generaciones futuras. Es mucho mayor que tú... eso está claro en su rostro. Quizá... te hayas quedado con gusto a poco, pero hay algo en sus palabras, en la forma en la que pelearon... que te inspiran a seguir adelante.
Tal vez hayas encontrado un buen colega en él.
Empieza a atacar nuevamente, pero siempre buscando que el filo de su espada chocara contra la tuya, enfrentándose en un duelo de choques una y otra vez. No es que quiera ganar, es que quiere brindarle entretenimiento tal vez no a las personas que los rodean... pero a ti y a si mismo. Como si añorara algo así desde hace muchos años.
El choque de las espadas hace vibrar el aire, un sonido que no debería provenir de la madera sino de un acero divino forjado en las entrañas del mundo. Cada impacto es una sinfonía caótica... una mezcla de notas altas y profundas que golpean los corazones de los presentes. No luchas solo contra un hombre... luchas contra una corriente imparable, una tormenta que no muestra piedad ni duda. Y sin embargo esa tormenta te invita a unirte a su danza.
El Forastero no ataca con violencia, sino con un ritmo preciso y armonioso. Sus movimientos parecen seguir un compás que solo él escucha pero que gradualmente tú te aprendes también. Su espada fluye como agua, deslizándose de un ángulo a otro con una suavidad que contradice la fuerza de sus golpes. Cada vez que intentas atacarlo, él no te detiene... simplemente no está ahí. Su cuerpo parece desvanecerse solo para reaparecer justo fuera de tu alcance. La multitud no puede evitar contener la respiración ante cada intercambio.
A pesar de la presión seguramente no te dejas intimidar. A medida que avanzan los minutos que se sienten como una pequeña eternidad... vas aprendiendo sus patrones, o quizás... él deja que los aprendas. Sus movimientos se van haciendo los tuyos. Poco a poco comienzas a ver la lógica en su estilo. Su danza tiene un patrón, un propósito. No es invencible pero se mueve con tal gracia que desafía cualquier intento de encajonarlo en una estrategia tradicional. Este no es un duelo para vencer por fuerza bruta. Es un juego de mentes tanto como de espadas.
Y entonces... después de lo que parece una dulce eternidad, algo cambia. No es un error, no es un descuido. Es un regalo. En el último momento, cuando sus espadas chocan una vez más, el Forastero detiene su movimiento, bajando la guardia justo lo suficiente para que tu ataque final conecte. No lo hace con torpeza, sino con una deliberación que resulta imposible de malinterpretar. Su mirada te lo dice todo... ha decidido que el combate termina aquí. No con un vencedor claro, sino con un entendimiento mutuo.
Tu espada golpea suavemente su pecho, marcando el punto donde la victoria sería tuya. Pero el Forastero no retrocede ni pierde su compostura. Baja su arma lentamente y te observa, sus labios curvándose en una ligera sonrisa que aunque sutil carga una calidez inesperada.
— Hace tiempo que no me divertía tanto. — dice con una voz profunda y serena que rompe el silencio. Es la primera vez que habla y el impacto es tal que incluso el organizador parece sorprendido. La multitud estalla en vítores y aplausos, sus gritos ensordecedores llenando la plaza. No es un clamor por un vencedor o un derrotado, sino por un espectáculo que ha dejado una marca en todos los presentes.
Sin dudar, el Forastero extiende su auténtica espada hacia ti. Aunque vieja, la madera de su funda aún brilla con el cuidado y la devoción de años de batallas, y su filo tan brillante como el día en el que la hicieron. — Cuídala tanto como yo lo hice. — te dice, sus ojos fijos en los tuyos con una sinceridad que no puede ser fingida. Hay respeto en su gesto, una aceptación que no necesita palabras adicionales.
El organizador alienta al público a vitorear nuevamente, y esta vez el sonido parece hacer temblar el suelo. Te sientes envuelto por la energía de la multitud, pero tu atención está aún en el hombre que acaba de entregarte su arma. Cuando los vítores comienzan a disminuir, el Forastero da un paso adelante y coloca una mano sobre tu hombro.
— Vamos a beber algo, yo invito. — dice con una sonrisa más amplia. — El Festival de las Estrellas recién empieza y hace frío. Además con esta nieve será más agradable junto a una hoguera.
Depende de ti aceptar o no esta invitación. Pero se nota en el rostro del Forastero su sincera felicidad, de pasar la batuta a generaciones futuras. Es mucho mayor que tú... eso está claro en su rostro. Quizá... te hayas quedado con gusto a poco, pero hay algo en sus palabras, en la forma en la que pelearon... que te inspiran a seguir adelante.
Tal vez hayas encontrado un buen colega en él.