Con cada paso que daba, mi determinación no cedía ni un mísero ápice. Estaba completamente decidido a ir tras esa gente y hacer que le devolvieran a la mujer su dinero. Y no solo eso; estaba más claro que el agua en mi mente que le iban a devolver todo y con intereses para compensar los destrozos que le habían causado en su tienda. Evidentemente, recuperar lo perdido no era suficiente; iban a pagar hasta por el más mínimo desperfecto causado en el local y, si podía, cobraría un extra por los daños psicológicos sufridos por la mujer. Había que ser un ser despreciable y bajo para no solo conformarse con quitarle a una pobre anciana todo lo que tenía, sino que, además, destruir lo que no podían quitarle para dejarla en una situación aún peor. Sin duda, solo pensarlo me hervía la sangre hasta tal punto que fácilmente podría fundir yo mismo la nieve a mi alrededor si la tocaba directamente; podríamos decir que en esos momentos yo era una persona peligrosa.
Observaba el vuelo de Isis en el cielo, majestuoso como siempre, aunque este clima no le hacía justicia a su plumaje. Ella lucía espléndida con el álgido sol del mediodía, aunque el inminente ocaso se reflejaría bien en su plumaje y ojos, aunque para notarlo en esto último, debería descender su vuelo. En esos momentos no había lugar para distracciones como esa; ella tenía una importante tarea como ojo en el cielo, siempre atenta y pendiente de todo lo que ocurre bajo su sombra, para no dejar escapar jamás a su presa. Esa vista me había sido muy útil en múltiples ocasiones en mis viajes; también me ayuda algunas veces cuando nota algún posible peligro en las proximidades para avisarme y que me movilice de una forma más cauta.
Finalmente, pude notar cómo su vuelo se desviaba de forma brusca, alejándose de la trayectoria que yo llevaba. Era una señal inequívoca de que había encontrado algo. Me introduje en esa ruta cercana al casino y noté cómo el ambiente se había tornado un poco más frío y misterioso, una calle de susurros y secretos donde todo el mundo parecía estar inmerso en sus asuntos y miraban con desconfianza a alguien como yo si percibían que mis pasos se alejaban de lo que les interesaba a ellos, como si calcularan a cuántos pasos sus susurros podían empezar a ser captados por un agudo oído, aunque no era mi caso; para eso ya contaba con fieles compañeros que tenían mejores sentidos que los míos. Aunque tampoco me interesaban las artimañas de esa gente; ninguno encajaba con la descripción de la anciana, ni portaban algún símbolo con una mano negra en sus atuendos, así que no eran mis objetivos.
Por lo menos pensaba eso, hasta que al final unas voces que no intentaban disimular para nada alcanzaron mis oídos. Sin duda eran las voces de gente despreocupada y que contaban con demasiada confianza. Al parecer, les había ido bien en sus "negocios", lo cual podía estar propiciando que andaran con un tono y volumen tan rimbombantes. Todo parecía incluso normal en aquellas calles, hasta que mencionaron volver con la anciana. Allí mi sangre comenzó a hervir y por poco no libero un aura de furia descontrolada a mi alrededor que podría haber llegado a ser visible para todos los presentes. La posición de Isis, en un vuelo trazando círculos en la zona, indicaba que habíamos dado con nuestros objetivos.
Cuando aquellas voces torcieron la esquina y se toparon directamente conmigo, supe de un vistazo rápido que sus descripciones encajaban perfectamente con las que me dio la abuelita. En especial, me fijé en el claro blasón de una mano negra en sus ropas; no pude reprimir mis instintos cuando los vi. Sin dudarlo ni un instante, lancé un gancho ascendente sin titubear ni contenerme ni una pizca contra el más grande y calvo de los dos, propiciando un golpe directo que buscaba hacerle temblar la mandíbula y desencajársela de cuajo.
— ¡Malditas sabandijas extorsionadoras! — gritaría con gran furia — ¡Os vais a arrepentir del día que empezasteis a robar y amenazar a la gente! — estaba enajenado.
CON101
CONTUNDENTE
Ofensiva Activa
Tier 1
No Aprendida
17
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1
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Dando un firme paso en el que el usuario buscará generar toda la potencia de impulso y una cierta inercia con la que golpeara con su arma sin compasión a su objetivo causando un [Empuje] de 5 metros.
Golpe Básico + [FUEx2] de [Daño contundente]
Justo al mismo tiempo, Anubis haría acto de presencia, saliendo tras de mí en una carrera a toda velocidad. El animal era un cazador por excelencia, un canino entrenado para captar aromas incluso en los cambiantes desiertos donde las arenas se movían constantemente por la mínima brisa y los olores podían perderse con facilidad. Su cuerpo era delgado y ágil, elegante y, sobre todo, letal. Sus fauces eran prominentes y podían causar una mordida extremadamente peligrosa que podía llegar a alcanzar el hueso de sus presas, afianzándose con ferocidad contra cualquiera que intentara amenazarme o dándome un gran apoyo en mis batallas. Como en este caso, que, tras su incesante carrera, el animal se lanzaba contra el calvo al que había golpeado, identificándolo por su tamaño como un objetivo peligroso, aferrándose el chacal a la muñeca derecha del grandullón, clavándole sus colmillos con todas sus fuerzas para que el mínimo gesto desgarrara la carne de la misma.
Pero evidentemente no me olvidé del sujeto más bajito y con exceso de gomina. Ya sabía que Isis entendería perfectamente que, si yo me centraba en el más grande, ella debería darme cobertura con el otro para que no me estorbara. Su ataque sería, como siempre, furtivo y preciso: un vuelo en picado directo contra el sujeto con el sol a su espalda. Es decir, que, si intentabas desviar la mirada hacia ella, te toparías con el resplandor del sol del atardecer de frente, cegándote y apenas dejándote ver su silueta a contraluz. El objetivo del halcón era usar sus garras para clavarse directamente en los dos ojos del engominado, buscando cegarle para que no pudiera defenderse ni apoyar a su compañero. En ocasiones, Isis era un poco bestia, pero en esta ocasión no se lo reprocharía.
Una ofensiva directa y coordinada de nosotros tres, solo alcanzada por nuestros lazos forjados a lo largo de muchos años y aventuras.