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Takahiro
La saeta verde
02-01-2025, 08:52 PM
En ese momento Takahiro lo tuvo muy claro: él no estaba hecho para volar. ¿La razón? La travesía en aquel dichoso pulpo volador no había sido la idónea. En cuanto abandonaron el puerto de Loguetown se vieron envuelto en una tormenta bastante aparatosa, en la que con cada movimiento perdía el equilibrio y se golpeaba con algo. En los tramos más tranquilos —si es que hubo alguno— observó por la ventana y no era capaz de ver nada. Estaba a tanta altura que, incluso, se sentía algo mareado, como si le faltara el aire de alguna manera. En otro de los vistazos que echó le pareció ver algo raro sobre la red line, pero quizá fueron lucubraciones de su ente imaginativa. Entonces, un relámpago que iluminó y luego ensombreció de golpe el barco en el que se encontraba. Los minutos pasaban lentos y apenas nadie hablaba. Era una situación tensa, aunque nadie quisiera decirlo en voz alta, porque no se veía nada.
—Espero que los pulpos voladores estos tengan buena orientación o a saber donde acabamos —comentó Takahiro, tratando de romper ese silencio tan incómodo, mientras mostraba una sonrisa de oreja a oreja bastante apacible—. Aunque, por otro lado, me encantaría que nos dejaran en algún lugar extraño en el que poder tener alguna aventura entretenida. ¿Tú qué dices, grandullona? —le preguntó a la Oni, mientras a su agudizado olfato le llegaba el horrible olor a chocomenta que desprendía la novata—. ¿Aún sigues comiendo esa guarrada, Alex?
Finalmente, en cuanto el casco del barco tocó de nuevo el elemento para el que había sido fabricado, es decir, las frías aguas del mar del norte, el peliverde se tropezó de nuevo y se cayó al suelo, aunque no había sido el único.
Octojin se puso a reparar el barco para prevenir males mayores. Era increíble como alguien tan basto como él, era capaz de ser tan meticuloso y perfeccionista. Era un artista de la madera y eso le hacía admirarlo aún más todavía, incluso le daba envidia.
«Quizá algún día yo también pueda ser un buen carpintero… O quizá no, porque conociéndome me daría pereza», pensó para sus adentros.
En cuanto pudo salió a la cubierta y observó el horizonte, se estaban acercando a una isla. Revisó las pertenencias que tenía encima, apoyó su mano sobre la empuñadura de su espada y se fue hacia donde se encontraba Octo.
—¿Les quedará mucho a estás dos? —le preguntó, observando el paisaje que estaba frente a ellos.
—Espero que los pulpos voladores estos tengan buena orientación o a saber donde acabamos —comentó Takahiro, tratando de romper ese silencio tan incómodo, mientras mostraba una sonrisa de oreja a oreja bastante apacible—. Aunque, por otro lado, me encantaría que nos dejaran en algún lugar extraño en el que poder tener alguna aventura entretenida. ¿Tú qué dices, grandullona? —le preguntó a la Oni, mientras a su agudizado olfato le llegaba el horrible olor a chocomenta que desprendía la novata—. ¿Aún sigues comiendo esa guarrada, Alex?
Finalmente, en cuanto el casco del barco tocó de nuevo el elemento para el que había sido fabricado, es decir, las frías aguas del mar del norte, el peliverde se tropezó de nuevo y se cayó al suelo, aunque no había sido el único.
Octojin se puso a reparar el barco para prevenir males mayores. Era increíble como alguien tan basto como él, era capaz de ser tan meticuloso y perfeccionista. Era un artista de la madera y eso le hacía admirarlo aún más todavía, incluso le daba envidia.
«Quizá algún día yo también pueda ser un buen carpintero… O quizá no, porque conociéndome me daría pereza», pensó para sus adentros.
En cuanto pudo salió a la cubierta y observó el horizonte, se estaban acercando a una isla. Revisó las pertenencias que tenía encima, apoyó su mano sobre la empuñadura de su espada y se fue hacia donde se encontraba Octo.
—¿Les quedará mucho a estás dos? —le preguntó, observando el paisaje que estaba frente a ellos.