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Arthur Soriz
Gramps
02-01-2025, 09:17 PM
El caos se desata en cuestión de segundos... casi como si una tormenta repentina hubiese barrido el callejón. El grandullón apenas tiene tiempo para reaccionar levantando los brazos en un intento desesperado por bloquear el golpe que le lanzas. Aunque logra amortiguar parte del impacto la fuerza de tu puñetazo es imparable. Lo lanzas por los aires como si fuera un muñeco de trapo varios metros para atrás, su cuerpo pesado volando antes de estrellarse contra una pared con un ruido sordo que resuena en el estrecho espacio. El golpe es brutal y el crujir de la madera detrás suyo sugiere que parte de la estructura ha cedido ante la fuerza del impacto por el peso de su cuerpo.
No se queda inmóvil por mucho tiempo. Gruñe con un tono grave y cargado de furia sacudiendo la cabeza como si intentara despejarse de un mareo mientras se pone de pie lentamente. Su respiración es pesada... casi animal, y sus ojos destellan con una mezcla de dolor y enojo. Se lleva una mano a la mandíbula comprobando si sigue entera antes de escupir un denso chorro de saliva y sangre al suelo.
— ¿Así que vienes a jugar a ser héroe, eh? —ruge con una voz ronca cargada de un tono burlón a pesar de su evidente molestia—. ¿Sabes con quién te estás metiendo, imbécil? ¡La Mano Negra no olvida, y te aseguro que tampoco perdona!
Sin perder más tiempo se lanza hacia ti con todo el peso de su cuerpo. Su corpulencia hace que el suelo retumbe ligeramente con cada pisada como si fuera una fuerza de la naturaleza imparable. Sus movimientos aunque toscos y no especialmente rápidos, son contundentes. Lanza una serie de puñetazos dirigidos con precisión hacia ti, sin preocuparse por protegerse. Cada golpe busca desgastarte, una táctica agresiva y directa que refleja más su rabia descontrolada que cualquier estrategia real.
— ¡Voy a romperte todos los huesos! —grita, su voz un rugido que resuena en el angosto callejón.
Mientras tanto el hombre más bajo y delgado no pierde el tiempo. Había logrado esquivar a Isis por puro instinto, pero la garra del halcón dejó una marca en su mejilla. Un delgado hilo de sangre corre por su rostro y su expresión se transforma en una mueca de furia. Se lleva una mano a la cara notando la sangre en sus dedos y sus ojos se entrecierran, brillando con una mezcla de pánico y enojo.
— ¡Mierda! ¿Un halcón ahora? ¡Este tipo está loco! —exclama, retrocediendo un par de pasos mientras evalúa la situación.
Sin embargo la histeria inicial da paso a una resolución fría. Rápidamente mete la mano en su chaqueta y saca una pistola, un arma de aspecto gastado pero funcional. Con un movimiento fluido la desenfunda y la apunta directamente hacia ti, su dedo temblando apenas en el gatillo. La sangre gotea de la herida en su rostro pero no parece importarle.
— ¡Maldito entrometido! ¡Nadie desafía a la Mano Negra y vive para contarlo! —grita con su voz aguda resonando en el aire.
Sin dudarlo aprieta el gatillo. Un estallido corta el aire, resonando en las paredes del callejón y silenciando momentáneamente el bullicio lejano de la ciudad. La bala surca el aire con un silbido mortal, dirigida directamente a tu torso. Sus movimientos son calculados, intentando mantener una distancia segura mientras dispara.
— ¡Dame apoyo, idiota! —le grita al grandullón, aunque la desesperación en su tono traiciona cualquier confianza que pudiera aparentar.
El enfrentamiento es caótico una danza de rabia, disparos y ataques descontrolados. Cada acción de estos hombres refleja su desesperación por retomar el control de una situación que claramente les está desbordando. Aunque intentan intimidarte con palabras, sus expresiones delatan el temor latente. La Mano Negra puede ser temida en varios lugares, pero estos dos claramente no estaban preparados para enfrentarse a alguien este día.
No se queda inmóvil por mucho tiempo. Gruñe con un tono grave y cargado de furia sacudiendo la cabeza como si intentara despejarse de un mareo mientras se pone de pie lentamente. Su respiración es pesada... casi animal, y sus ojos destellan con una mezcla de dolor y enojo. Se lleva una mano a la mandíbula comprobando si sigue entera antes de escupir un denso chorro de saliva y sangre al suelo.
— ¿Así que vienes a jugar a ser héroe, eh? —ruge con una voz ronca cargada de un tono burlón a pesar de su evidente molestia—. ¿Sabes con quién te estás metiendo, imbécil? ¡La Mano Negra no olvida, y te aseguro que tampoco perdona!
Sin perder más tiempo se lanza hacia ti con todo el peso de su cuerpo. Su corpulencia hace que el suelo retumbe ligeramente con cada pisada como si fuera una fuerza de la naturaleza imparable. Sus movimientos aunque toscos y no especialmente rápidos, son contundentes. Lanza una serie de puñetazos dirigidos con precisión hacia ti, sin preocuparse por protegerse. Cada golpe busca desgastarte, una táctica agresiva y directa que refleja más su rabia descontrolada que cualquier estrategia real.
— ¡Voy a romperte todos los huesos! —grita, su voz un rugido que resuena en el angosto callejón.
Mientras tanto el hombre más bajo y delgado no pierde el tiempo. Había logrado esquivar a Isis por puro instinto, pero la garra del halcón dejó una marca en su mejilla. Un delgado hilo de sangre corre por su rostro y su expresión se transforma en una mueca de furia. Se lleva una mano a la cara notando la sangre en sus dedos y sus ojos se entrecierran, brillando con una mezcla de pánico y enojo.
— ¡Mierda! ¿Un halcón ahora? ¡Este tipo está loco! —exclama, retrocediendo un par de pasos mientras evalúa la situación.
Sin embargo la histeria inicial da paso a una resolución fría. Rápidamente mete la mano en su chaqueta y saca una pistola, un arma de aspecto gastado pero funcional. Con un movimiento fluido la desenfunda y la apunta directamente hacia ti, su dedo temblando apenas en el gatillo. La sangre gotea de la herida en su rostro pero no parece importarle.
— ¡Maldito entrometido! ¡Nadie desafía a la Mano Negra y vive para contarlo! —grita con su voz aguda resonando en el aire.
Sin dudarlo aprieta el gatillo. Un estallido corta el aire, resonando en las paredes del callejón y silenciando momentáneamente el bullicio lejano de la ciudad. La bala surca el aire con un silbido mortal, dirigida directamente a tu torso. Sus movimientos son calculados, intentando mantener una distancia segura mientras dispara.
— ¡Dame apoyo, idiota! —le grita al grandullón, aunque la desesperación en su tono traiciona cualquier confianza que pudiera aparentar.
El enfrentamiento es caótico una danza de rabia, disparos y ataques descontrolados. Cada acción de estos hombres refleja su desesperación por retomar el control de una situación que claramente les está desbordando. Aunque intentan intimidarte con palabras, sus expresiones delatan el temor latente. La Mano Negra puede ser temida en varios lugares, pero estos dos claramente no estaban preparados para enfrentarse a alguien este día.