Ares Brotoloigos
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04-01-2025, 09:04 PM
(Última modificación: 04-01-2025, 09:46 PM por Ares Brotoloigos.)
Contrariamente a otros días, ese parecía que iba a ser ajetreado o, al menos, entretenido. Durante la mañana había tenido que resolver un caso de mocosos adolescentes problemáticos y cajas de adornos navideños desaparecidos. Era algo sencillo, aburrido y que Ares consideraba que no era trabajo de un suboficial de la Marina. Había comenzado a ganarse cierta reputación (no siempre buena), entre la base de Loguetown y entre los reclutas que habían entrado a la susodicha de manera más reciente. La cuestión, era que había sido llamado para acudir a la plaza central de Loguetown. Últimamente parecía que se la pasaba más en ese lugar que en el propio cuartel como tal. No se quejaba, pero necesitaba algo más de acción. Patrullar por la ciudad estaba bien, sobre todo cuando había que arrestar a algún idiota o, al menos, desmantelar alguna cosa ilegal en los bajos fondos.
Ahora bien, para cuando llegó al lugar en concreto, se encontró no solo con Dan, a quien ya conocía anteriormente y había compartido alguna que otra misión. Como la de aquel almacén con barriles explosivos. Apenas una sonrisa ligera y un tanto divertida se dibujó, durante un par de segundos, en sus fauces, al recordar aquello. Pero pronto su expresión cambió a una de taimada curiosidad cuando vió a aquella... cosa. Ares tuvo que alzar la cabeza. Y mira que él era alto en comparación con los humanos, y de estatura promedio-alta para los estándares de su raza en ocasiones (aunque ignoraba si había más como él en la actualidad)... Pero es que aquello se pasaba de rosca.
¿De dónde había salido tamaño armatoste? Porque eso eran más de diez o doce metros de altura, se apostaba la cola en ello. Definitivamente, un tipo como aquel no servía para una misión de sigilo. Porque destacaba incluso por sobre algún que otro edificio de Loguetown. Cuando dejó de mirar, volvió la vista al frente, topándose con el superior que, al parecer, les había citado allí.
Se mantuvo inicialmente estoico, hasta que enarcó una ceja y su expresión cambió a una de hartazgo. ¿En serio? ¿De nuevo?
— . . . — Alguien aquí le odiaba, y mucho.
Ares detestaba la Navidad. Bueno, no es que la detestase como tal, es que simplemente no tenía espíritu navideño. De niño nunca había podido disfrutarla como cualquier otro infante con ilusión, pues por desgracia tenía otras prioridades en ese momento: sobrevivir. Por lo que toda aquella parafernalia de luces y felicidad ajena se le escapaba de entre las manos.
Simplemente, no la entendía.
Ahora bien, el que fuese precisamente felicitado por la tarea mañanera, delante de sus compañeros, le hizo suspirar. No le hacía especialmente gracia, puesto que solo había sermoneado a un trío de adolescentes problemáticos.
— ¿Esto no debería ser trabajo para los reclutas más jóvenes? — Sí, ahí estaba su vena rebelde. ¿Tenía que perder el tiempo con adornos navideños? ¿Adornando una plaza?
¿Qué era la Marina ahora? ¿Una guardería? Que él supiese, no tenía estudios de decorador de interior. Ni de exterior en este caso. Podía negarse, pero seguramente la siguiente tarea que le encomendasen sería todavía más aburrida y soporífera, como castigo.
Chasqueó la lengua con una clara incomodidad mientras miraba los adornos coloridos y repletos de luces y otras parafernalias similares. Incluso se atrevió a coger uno entre las garras y contemplarlo. Una bola con adornos brillantes de purpurina que le hizo arrugar el morro de forma graciosa. Cuando el mandamás se retiró, no dudó en acercar la caja hacia el grandullón. ¿Alaric había dicho su superior que se llamaba? Bueno, pues eso.
— Tú puedes llegar a la zonas más altas para colgar estas cosas. — Sí, se estaba desentendiendo un poquito de todo aquello.