Raiga Gin Ebra
-
05-01-2025, 03:41 PM
La decisión de Murray no tarda en llegar. Tras escuchar tus palabras con un semblante serio, asiente lentamente y se dirige hacia ti con paso firme. Puedes notar que en él hay una mueca de aprobación antes de que hable, pero aún así, pronto reafirma la mueca con una frase.
—Está bien, Henry. Tienes razón. Vamos a poner barcos a patrullar por la zona y evitar que esos malnacidos se salgan con la suya. —Su voz denota cansancio, pero también determinación. Hace un gesto para que lo sigas hasta su despacho y se pone a caminar.
Una vez dentro, Murray cierra la puerta tras de sí y se apoya unos segundos en ella, como si el peso de la situación lo estuviera aplastando. Pero no pierde tiempo. Se acerca al escritorio, coge el Den Den Mushi y realiza un par de llamadas rápidas. En poco tiempo, cinco embarcaciones están en camino, coordinándose para cerrar cualquier ruta de escape marítima. La comunicación entre los capitanes de los barcos se establece al instante, formando un perímetro alrededor del archipiélago que deja casi imposible una huida sin ser vista.
—Kuda también está patrullando desde el fondo del mar —añade Murray mientras cuelga la última llamada—. No dejarán que un submarino o algo similar se escape. Si esos piratas intentan algo, estarán acorralados.
El despacho queda en silencio por un momento, interrumpido únicamente por el leve tic-tac de un reloj en la pared que marca el tiempo. Un tiempo que realmente hace pesar el transcurso de los siguientes segundos como si fueran eternos. Pero antes de que puedas decir algo, llaman a la puerta. Murray se gira y te hace un gesto para que abras mientras se pone de pie, para recibir a quien quiera que sea el que llega hasta ahí.
Un hombre con una gran bata entra. Puedes notar que la bata tiene alguna que otra mancha de sangre y el humano parece visiblemente cansado. Al entrar, sabes que es un médico, y éste entra con paso firme, siendo su semblante una mezcla de profesionalismo y gravedad.
—Tengo noticias, sargento Murray, suboficial Henry —dice sin rodeos—. Una buena y una mala.
Un momento de alta tensión os rodea al instante, y el médico continúa, mirando a cada uno a los ojos de manera firme.
—El pirata ha fallecido debido a sus heridas. Lo sentimos, no pudimos hacer nada más que intentarlo —Hace una pausa breve antes de añadir algo—. Pero el soldado Ben, pese a que está grave, está relativamente estable. Estimamos que en un par de días podrá recibir visitas.
Murray, visiblemente aliviado, deja escapar un suspiro profundo y asiente con gratitud.
—Gracias, doctor. —Le hace un gesto para que se retire, y el médico obedece de inmediato, cerrando la puerta tras de sí.
Murray se apoya en el borde del escritorio, mirando al suelo durante unos segundos antes de levantar la vista hacia ti. Su rostro refleja un cansancio que va más allá de lo físico y lo mental. Quizá está preocupado por todo lo sucedido. Lo cierto es que ha sido una montaña rusa de idas y venidas que, sin duda, han afectado bastante al bueno de Murray.
—Henry... he cometido un error fatal. Es parte de mi cargo tomar decisiones que, en ocasiones, afectan a muchos soldados. Pero esta vez... Ha sido un fallo demasiado grande. Muchas vidas se han perdido por mi culpa —Su tono es grave, y su mirada busca la tuya, buscando comprensión, quizá redención—. Asuntos Internos va a investigar todo esto, y probablemente me aparten un tiempo. Y sé que es lo justo.
Sus palabras resuenan en el despacho, llenándolo con el peso de su arrepentimiento. Tras unos segundos de silencio en los que agacha la mirada, endereza la espalda y te ofrece un apretón de manos firme, para proseguir hablando.
—Voy a elaborar un par de informes antes de que eso pase. Pero tú también deberías hacerlo, Henry. Sé sincero. Si necesitas culparme por algo, hazlo. Detalla el comportamiento que tuve en el operativo, siendo tu superior directo, y no te preocupes de decir lo que tengas que decir, es tu deber. No voy a huir de mis responsabilidades —Hace una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Te voy a poner al cargo de todo esto antes de que nada ocurra. Espero que aceptes. Y, sobre todo, que encuentres a esos malditos piratas y les hagas pagar por todo lo que nos han hecho.
Sin esperar una respuesta, Murray se gira y se dirige a la puerta. Se detiene un momento antes de salir, como si quisiera decir algo más, pero finalmente se va, dejándote solo en el despacho. Ahora tienes tiempo para pensar.
Una vez sale, seguramente sientas que el peso de la operación recae enteramente en tus hombros. La habitación parece más grande y silenciosa de lo habitual. En el escritorio hay papeles, mapas y un Den Den Mushi que ahora parece esperar solo tus órdenes.
Es momento de decidir qué pasos tomar. La caza de los piratas continúa, y el tiempo corre en su favor si no actúas con rapidez. Es el momento perfecto para elaborar el informe y pensar si realmente quieres esa responsabilidad o si prefieres que se encargue otra persona.
—Está bien, Henry. Tienes razón. Vamos a poner barcos a patrullar por la zona y evitar que esos malnacidos se salgan con la suya. —Su voz denota cansancio, pero también determinación. Hace un gesto para que lo sigas hasta su despacho y se pone a caminar.
Una vez dentro, Murray cierra la puerta tras de sí y se apoya unos segundos en ella, como si el peso de la situación lo estuviera aplastando. Pero no pierde tiempo. Se acerca al escritorio, coge el Den Den Mushi y realiza un par de llamadas rápidas. En poco tiempo, cinco embarcaciones están en camino, coordinándose para cerrar cualquier ruta de escape marítima. La comunicación entre los capitanes de los barcos se establece al instante, formando un perímetro alrededor del archipiélago que deja casi imposible una huida sin ser vista.
—Kuda también está patrullando desde el fondo del mar —añade Murray mientras cuelga la última llamada—. No dejarán que un submarino o algo similar se escape. Si esos piratas intentan algo, estarán acorralados.
El despacho queda en silencio por un momento, interrumpido únicamente por el leve tic-tac de un reloj en la pared que marca el tiempo. Un tiempo que realmente hace pesar el transcurso de los siguientes segundos como si fueran eternos. Pero antes de que puedas decir algo, llaman a la puerta. Murray se gira y te hace un gesto para que abras mientras se pone de pie, para recibir a quien quiera que sea el que llega hasta ahí.
Un hombre con una gran bata entra. Puedes notar que la bata tiene alguna que otra mancha de sangre y el humano parece visiblemente cansado. Al entrar, sabes que es un médico, y éste entra con paso firme, siendo su semblante una mezcla de profesionalismo y gravedad.
—Tengo noticias, sargento Murray, suboficial Henry —dice sin rodeos—. Una buena y una mala.
Un momento de alta tensión os rodea al instante, y el médico continúa, mirando a cada uno a los ojos de manera firme.
—El pirata ha fallecido debido a sus heridas. Lo sentimos, no pudimos hacer nada más que intentarlo —Hace una pausa breve antes de añadir algo—. Pero el soldado Ben, pese a que está grave, está relativamente estable. Estimamos que en un par de días podrá recibir visitas.
Murray, visiblemente aliviado, deja escapar un suspiro profundo y asiente con gratitud.
—Gracias, doctor. —Le hace un gesto para que se retire, y el médico obedece de inmediato, cerrando la puerta tras de sí.
Murray se apoya en el borde del escritorio, mirando al suelo durante unos segundos antes de levantar la vista hacia ti. Su rostro refleja un cansancio que va más allá de lo físico y lo mental. Quizá está preocupado por todo lo sucedido. Lo cierto es que ha sido una montaña rusa de idas y venidas que, sin duda, han afectado bastante al bueno de Murray.
—Henry... he cometido un error fatal. Es parte de mi cargo tomar decisiones que, en ocasiones, afectan a muchos soldados. Pero esta vez... Ha sido un fallo demasiado grande. Muchas vidas se han perdido por mi culpa —Su tono es grave, y su mirada busca la tuya, buscando comprensión, quizá redención—. Asuntos Internos va a investigar todo esto, y probablemente me aparten un tiempo. Y sé que es lo justo.
Sus palabras resuenan en el despacho, llenándolo con el peso de su arrepentimiento. Tras unos segundos de silencio en los que agacha la mirada, endereza la espalda y te ofrece un apretón de manos firme, para proseguir hablando.
—Voy a elaborar un par de informes antes de que eso pase. Pero tú también deberías hacerlo, Henry. Sé sincero. Si necesitas culparme por algo, hazlo. Detalla el comportamiento que tuve en el operativo, siendo tu superior directo, y no te preocupes de decir lo que tengas que decir, es tu deber. No voy a huir de mis responsabilidades —Hace una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Te voy a poner al cargo de todo esto antes de que nada ocurra. Espero que aceptes. Y, sobre todo, que encuentres a esos malditos piratas y les hagas pagar por todo lo que nos han hecho.
Sin esperar una respuesta, Murray se gira y se dirige a la puerta. Se detiene un momento antes de salir, como si quisiera decir algo más, pero finalmente se va, dejándote solo en el despacho. Ahora tienes tiempo para pensar.
Una vez sale, seguramente sientas que el peso de la operación recae enteramente en tus hombros. La habitación parece más grande y silenciosa de lo habitual. En el escritorio hay papeles, mapas y un Den Den Mushi que ahora parece esperar solo tus órdenes.
Es momento de decidir qué pasos tomar. La caza de los piratas continúa, y el tiempo corre en su favor si no actúas con rapidez. Es el momento perfecto para elaborar el informe y pensar si realmente quieres esa responsabilidad o si prefieres que se encargue otra persona.