
Alistair
Mochuelo
06-01-2025, 09:45 AM
La sensación helada recorriendo cada poro, cada centímetro de su piel, no se alejaba de él por mucho que su cuerpo se intentase acostumbrar a la sensación. "Un paraje que no daba respiro a sus foráneos" era un título que sin duda iba como anillo al dedo, y como si la isla tuviese sus ojos sobre él, quería pensar en la incesante sensación como una prueba más para ser digno de poner pie en tal majestuosidad. Y aunque tenía maneras de fácilmente producir calor alrededor de sí mismo, como la llama Lunarian que en cada combate lo acompañaba sobre sus espaldas, decidió abrir la puerta al aire gélido que lo rodeaba y aceptarlo para que fuese parte de él. Tomar parte de la isla que visitaba, con la finalidad de abrazar la naturaleza a su alrededor, era una decisión que esperaba no lamentar en los tiempos próximos.
La información que sustraía de lo que veía el emplumado no tardaba en producirle más preguntas que respuestas, algo que le hizo achinar los ojos en ligera frustración. A donde se aproximaba, veía un lugar inconexo con lo que había visto desde las alturas, un espacio que parecía mantenerse encerrado en una metafórica burbuja sin tocar por el resto de cosas que componían a la isla, o quizá sería mejor describirlo como "fracturado" de lo demás, existiendo en el mismo espacio pero claramente delimitado de lo demás. No era ajeno a la isla, pero no hacía esfuerzo alguno por integrarse.
Casas dispersas, en buen estado para el clima que diariamente debía aguantar golpeando a la puerta, envueltas en el inquietante silencio que solo se veía en pueblos fantasmas. La sensación de incomodidad no se hizo esperar en lo absoluto, plantando semillas de duda y preocupación por lo que sus ojos podían ver en los alrededores. ¿Les había pasado algo acaso? Era difícil pensar que un asentamiento entero, por pequeño que pudiese ser, de repente coincidiera con todos y cada uno de sus integrantes para una salida campal, o algo de similar e inocente naturaleza que los sacase de casa por todo el día.
Peor todavía y acrecentando el misterio era el aire cargando consigo las cenizas de alimento completamente quemado, llegando al punto de la carbonización, algo que asalto su poderoso olfato sin falta ni falla. Incluso vio la necesidad de colocarse la mano sobre la nariz, juntando los dedos bajo la altura del tabique para cerrar sus fosas nasales un segundo y dejando tan solo un pequeñísimo espacio para que entrara aire, algo que duraría tanto como tardase en acostumbrarse al aroma o se alejase de él.
La vista del lunarian se giraría hacia la que sospechaba era la fuente del aroma, coincidiendo con la fuente de la columna de humo, para definir lo que parecía ser el resultado de cacería siendo preparado para cocinar, pero... El misterio cada vez se hacía mas profundo, añadiendo tal cantidad de irregularidades que simplemente era imposible dejarlas pasar como una simple coincidencia. En un clima así, cada sesión de cacería era no solo una lucha sino el éxito una bendición divina; ningún líder sensato, o siquiera un individuo menos informado, dejaría tal recompensa... sin que algo lo obligase a dejarlo. Frunció el ceño mientras se acercó a la hoguera, interrumpido tras observar de reojo las formas claramente demarcadas en la nieve, revelándose como huellas poco después. La conclusión mas directa sería tomarlas como humanas por su forma, o una criatura con una fisionomía lo suficientemente relacionada, como podrían ser los gigantes o semi-gigantes. ¿O podían ser de un animal? Desconocía al completo la fauna de la región, asi que no tenía manera de denegarlo. Por el tamaño, y cuán bien marcadas quedaban en la nieve además de ser profundas, se trataba de un ser pesado.
Y fuera lo que fuera, no parecía saber cómo, o no tenía intención alguna de ocultar sus pasos por el lugar. Si esto era por falta de inteligencia o un cebo en busca de curiosos, quedaba por ver. Pero incluso entonces, asumir que se trataba de una especie peligrosa también era pegar conclusiones a saltos con poca a ninguna prueba concluyente de nada. Los misterios así eran entretenidos, pero frustrantes a partes iguales.
Alistair se aproximó a la casa mas cercana, cuidadoso con cada uno de sus pasos. Al llegar a su entrada, los nudillos en su diestra tocaron rítmicamente tres veces en la madera en señal de pedir entrada; los modales junto al hábito son lo último que moriría en él. Pero, sin descuidar el bizarro escenario a su alrededor, su zurda se encontró en todo momento sobre el mango de la katana, sujetándolo con firmeza en caso de que necesitase darle uso inmediatamente. Silencio, y más silencio... Y nada más que silencio. Entró suave empujando la puerta, observando a cada esquina que sus ojos le permitieran, siendo recibido por nada más que el viento entrando por cada diminuto orificio en paredes o ventanas, donde quiera que los hubiese. Comida a medio terminar, todo en su sitio... ¿Qué narices había sucedido? Es casi como si algo hubiese chasqueado los dedos y las personas en el sitio de repente hubiesen dejado de existir. No podía aproximarse a la situación con explicación lógica alguna, pues todas acababan en un callejón sin salida.
Visitar las demás residencias de manera similar, aunque más apresurada que en la primera, no entregó resultado alguno que se diferenciara del original. No había nada, y eso era lo que más le perturbaba. La única manera de empezar a siquiera dar un primer paso en aquel intento de investigación era ver fuera del marco, de la pared y de toda la casa en esa metáfora, intentando mantenerse abierto a cada descabellada posibilidad que pasara por su cabeza. Ciertamente era más productivo que ver lo que sus ojos captaban en ese momento, y mas beneficioso para su salud mental que solo asumir un misterio sin respuesta. Al menos improvisando en su cabeza tendría algo con lo cual distraerse en lo que encontraba una pista autoconcluyente.
Sin más por donde seguir, Alistair regresó a lo único que parecía conducirlo a algún sitio: Las colosales huellas alrededor de la hoguera, que ahora añadían un nuevo elemento sin detectar inicialmente: Sangre congelada, difícil de percibir. Era difícil medir si su estado de congelación indicaba antigüedad en el sitio, pues aire tan gélido congelaría muestras tan pequeñas de líquido en un parpadeo. Lo mismo tenía horas como podía haber caído justo antes de su llegada hasta el lugar, y debatirlo consigo mismo no le otorgaba nada más que mas incertidumbre al bote de ideas inconclusas. Por lo menos ahora contaba con un dato más: Que, si había sido una toma de personas, tenían la suficiente consciencia de su situación como para intentar resistirse, o como mínimo era el caso para uno de ellos. Con eso podía asegurar que no se trataba de un proceso voluntario.
Solo quedaba la peor idea que había tenido en el día: Seguir el cebo, intencional o no, hasta las fauces del lobo para ver el cánido a los ojos y entender su verdad.
Empezaría a seguir el rastro de huellas de regreso a... ¿Qué podía encontrar? Ni siquiera podía acabar de imaginarlo, pero una vez envuelto tan a fondo en el misterio, no quedaba marcha atrás para dar.
Un aire extenuante, agobiante y traicionero le rodeaba. Incluso los rayos de luz que le rodeaban se sentían falsos, atisbos de esperanza que ahora servían para burlarse de su decisión de adentrarse en vez de dejar el misterio perecer en el silencio que brindaba la fría nieve. Aún así, aplicar cautela en cada paso que daba era una práctica que había memorizado hasta convertirla en un hábito, conociendo las consecuencias de un agente revolucionario incapaz de usar el subterfugio como su aliado.
Un destello blanco se escurre entre los árboles, fieles bloqueos visuales de las criaturas que seguramente habitaban el bosque mucho antes de lo que Alistair pudiera concebir la amenaza acechante en éste. Y así, una segunda y hasta una tercera vez, nunca consiguiendo dar con la fuente de lo que ahora sospechaba era su paranoia. Antes de lo que pudiese darse cuenta, su cuerpo instintivamente había arrojado su mano al mango de su katana en preparación para algo que, al final del día, no pudo siquiera asignarle un rostro. El lugar no era seguro, y menos para un forastero que no sabía en lo que se metía.
Pero no se trataba de un forastero desprovisto de recursos.
Inhalar, exhalar. Parpadea una vez, y verás el mundo a tu alrededor con los ojos del alma. Un ejercicio de concentración que se enseñó para dominar bajo presión la técnica de observación, el Kenbunshoku, el cual se extendió rápidamente hasta alcanzar su límite máximo de alcance, buscando revelar las presencias que sus ojos no fueran capaces de capturar, o al menos mantenerlo alerta a aquellas que buscasen derramar sangre Lunarian en la nieve.
Si tenía suerte, quizá su Kenbunshoku sería capaz de encontrar también la presencia de las personas desaparecidas, o una de ellas, y así permitirle aproximarse a la situación de manera no solo mas estratégica, sino mejor informada que con lo que contaba ahora. Y si, en su defecto, su don de observación tan solo podía detectar la presencia que el emplumado sospechaba lo estaba rodeando y estudiando, intentaría fingir indiferencia ante ésta. Su hoja solo se desenfundaría en defensa propia, o en la de alguien más.
Siguió el rastro de sangre, concentrado, notando cómo empezaba a variar en su forma y dándole una simple revelación: Lo que sea que lo hubiese dejado, cada vez restaba más distancia y eventualmente llegaría hasta ella. Y lo que sea que estuviese del otro lado, estaría preparado para enfrentarlo. Al menos eso se decía, y eso quería pensar. Si este era el caso, o era una dulce mentira, los dioses de Skjoldheim lo decidirían.
La información que sustraía de lo que veía el emplumado no tardaba en producirle más preguntas que respuestas, algo que le hizo achinar los ojos en ligera frustración. A donde se aproximaba, veía un lugar inconexo con lo que había visto desde las alturas, un espacio que parecía mantenerse encerrado en una metafórica burbuja sin tocar por el resto de cosas que componían a la isla, o quizá sería mejor describirlo como "fracturado" de lo demás, existiendo en el mismo espacio pero claramente delimitado de lo demás. No era ajeno a la isla, pero no hacía esfuerzo alguno por integrarse.
Casas dispersas, en buen estado para el clima que diariamente debía aguantar golpeando a la puerta, envueltas en el inquietante silencio que solo se veía en pueblos fantasmas. La sensación de incomodidad no se hizo esperar en lo absoluto, plantando semillas de duda y preocupación por lo que sus ojos podían ver en los alrededores. ¿Les había pasado algo acaso? Era difícil pensar que un asentamiento entero, por pequeño que pudiese ser, de repente coincidiera con todos y cada uno de sus integrantes para una salida campal, o algo de similar e inocente naturaleza que los sacase de casa por todo el día.
Peor todavía y acrecentando el misterio era el aire cargando consigo las cenizas de alimento completamente quemado, llegando al punto de la carbonización, algo que asalto su poderoso olfato sin falta ni falla. Incluso vio la necesidad de colocarse la mano sobre la nariz, juntando los dedos bajo la altura del tabique para cerrar sus fosas nasales un segundo y dejando tan solo un pequeñísimo espacio para que entrara aire, algo que duraría tanto como tardase en acostumbrarse al aroma o se alejase de él.
La vista del lunarian se giraría hacia la que sospechaba era la fuente del aroma, coincidiendo con la fuente de la columna de humo, para definir lo que parecía ser el resultado de cacería siendo preparado para cocinar, pero... El misterio cada vez se hacía mas profundo, añadiendo tal cantidad de irregularidades que simplemente era imposible dejarlas pasar como una simple coincidencia. En un clima así, cada sesión de cacería era no solo una lucha sino el éxito una bendición divina; ningún líder sensato, o siquiera un individuo menos informado, dejaría tal recompensa... sin que algo lo obligase a dejarlo. Frunció el ceño mientras se acercó a la hoguera, interrumpido tras observar de reojo las formas claramente demarcadas en la nieve, revelándose como huellas poco después. La conclusión mas directa sería tomarlas como humanas por su forma, o una criatura con una fisionomía lo suficientemente relacionada, como podrían ser los gigantes o semi-gigantes. ¿O podían ser de un animal? Desconocía al completo la fauna de la región, asi que no tenía manera de denegarlo. Por el tamaño, y cuán bien marcadas quedaban en la nieve además de ser profundas, se trataba de un ser pesado.
Y fuera lo que fuera, no parecía saber cómo, o no tenía intención alguna de ocultar sus pasos por el lugar. Si esto era por falta de inteligencia o un cebo en busca de curiosos, quedaba por ver. Pero incluso entonces, asumir que se trataba de una especie peligrosa también era pegar conclusiones a saltos con poca a ninguna prueba concluyente de nada. Los misterios así eran entretenidos, pero frustrantes a partes iguales.
Alistair se aproximó a la casa mas cercana, cuidadoso con cada uno de sus pasos. Al llegar a su entrada, los nudillos en su diestra tocaron rítmicamente tres veces en la madera en señal de pedir entrada; los modales junto al hábito son lo último que moriría en él. Pero, sin descuidar el bizarro escenario a su alrededor, su zurda se encontró en todo momento sobre el mango de la katana, sujetándolo con firmeza en caso de que necesitase darle uso inmediatamente. Silencio, y más silencio... Y nada más que silencio. Entró suave empujando la puerta, observando a cada esquina que sus ojos le permitieran, siendo recibido por nada más que el viento entrando por cada diminuto orificio en paredes o ventanas, donde quiera que los hubiese. Comida a medio terminar, todo en su sitio... ¿Qué narices había sucedido? Es casi como si algo hubiese chasqueado los dedos y las personas en el sitio de repente hubiesen dejado de existir. No podía aproximarse a la situación con explicación lógica alguna, pues todas acababan en un callejón sin salida.
Visitar las demás residencias de manera similar, aunque más apresurada que en la primera, no entregó resultado alguno que se diferenciara del original. No había nada, y eso era lo que más le perturbaba. La única manera de empezar a siquiera dar un primer paso en aquel intento de investigación era ver fuera del marco, de la pared y de toda la casa en esa metáfora, intentando mantenerse abierto a cada descabellada posibilidad que pasara por su cabeza. Ciertamente era más productivo que ver lo que sus ojos captaban en ese momento, y mas beneficioso para su salud mental que solo asumir un misterio sin respuesta. Al menos improvisando en su cabeza tendría algo con lo cual distraerse en lo que encontraba una pista autoconcluyente.
Sin más por donde seguir, Alistair regresó a lo único que parecía conducirlo a algún sitio: Las colosales huellas alrededor de la hoguera, que ahora añadían un nuevo elemento sin detectar inicialmente: Sangre congelada, difícil de percibir. Era difícil medir si su estado de congelación indicaba antigüedad en el sitio, pues aire tan gélido congelaría muestras tan pequeñas de líquido en un parpadeo. Lo mismo tenía horas como podía haber caído justo antes de su llegada hasta el lugar, y debatirlo consigo mismo no le otorgaba nada más que mas incertidumbre al bote de ideas inconclusas. Por lo menos ahora contaba con un dato más: Que, si había sido una toma de personas, tenían la suficiente consciencia de su situación como para intentar resistirse, o como mínimo era el caso para uno de ellos. Con eso podía asegurar que no se trataba de un proceso voluntario.
Solo quedaba la peor idea que había tenido en el día: Seguir el cebo, intencional o no, hasta las fauces del lobo para ver el cánido a los ojos y entender su verdad.
Empezaría a seguir el rastro de huellas de regreso a... ¿Qué podía encontrar? Ni siquiera podía acabar de imaginarlo, pero una vez envuelto tan a fondo en el misterio, no quedaba marcha atrás para dar.
Un aire extenuante, agobiante y traicionero le rodeaba. Incluso los rayos de luz que le rodeaban se sentían falsos, atisbos de esperanza que ahora servían para burlarse de su decisión de adentrarse en vez de dejar el misterio perecer en el silencio que brindaba la fría nieve. Aún así, aplicar cautela en cada paso que daba era una práctica que había memorizado hasta convertirla en un hábito, conociendo las consecuencias de un agente revolucionario incapaz de usar el subterfugio como su aliado.
Un destello blanco se escurre entre los árboles, fieles bloqueos visuales de las criaturas que seguramente habitaban el bosque mucho antes de lo que Alistair pudiera concebir la amenaza acechante en éste. Y así, una segunda y hasta una tercera vez, nunca consiguiendo dar con la fuente de lo que ahora sospechaba era su paranoia. Antes de lo que pudiese darse cuenta, su cuerpo instintivamente había arrojado su mano al mango de su katana en preparación para algo que, al final del día, no pudo siquiera asignarle un rostro. El lugar no era seguro, y menos para un forastero que no sabía en lo que se metía.
Pero no se trataba de un forastero desprovisto de recursos.
Inhalar, exhalar. Parpadea una vez, y verás el mundo a tu alrededor con los ojos del alma. Un ejercicio de concentración que se enseñó para dominar bajo presión la técnica de observación, el Kenbunshoku, el cual se extendió rápidamente hasta alcanzar su límite máximo de alcance, buscando revelar las presencias que sus ojos no fueran capaces de capturar, o al menos mantenerlo alerta a aquellas que buscasen derramar sangre Lunarian en la nieve.
kenb401
KENBUNSHOKU
Haki básico
Tier 4
No Aprendida
7

2

Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones muy fuertes que exterioricen como un sufrimiento fuerte o un gran instinto asesino, etc. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +5 [Reflejos].
Área: [VOLx12] metros. +5 [REF]
Si tenía suerte, quizá su Kenbunshoku sería capaz de encontrar también la presencia de las personas desaparecidas, o una de ellas, y así permitirle aproximarse a la situación de manera no solo mas estratégica, sino mejor informada que con lo que contaba ahora. Y si, en su defecto, su don de observación tan solo podía detectar la presencia que el emplumado sospechaba lo estaba rodeando y estudiando, intentaría fingir indiferencia ante ésta. Su hoja solo se desenfundaría en defensa propia, o en la de alguien más.
Siguió el rastro de sangre, concentrado, notando cómo empezaba a variar en su forma y dándole una simple revelación: Lo que sea que lo hubiese dejado, cada vez restaba más distancia y eventualmente llegaría hasta ella. Y lo que sea que estuviese del otro lado, estaría preparado para enfrentarlo. Al menos eso se decía, y eso quería pensar. Si este era el caso, o era una dulce mentira, los dioses de Skjoldheim lo decidirían.