Arthur Soriz
Gramps
07-01-2025, 12:36 AM
El viejo pirata se toma su tiempo al momento para indicarte el lugar al que deberás ir, disfrutando del suspenso que su actuación genera. Ves cómo desliza su mano callosa entre los dobleces de su gastada gabardina con movimientos lentos y deliberados. Su postura parece despreocupada pero percibes una precisión calculada en cada gesto. Mantiene la brújula oculta esquivando cualquier intento tuyo de desentrañar el misterio que guarda con tanto recelo.
— Ahora, vamos a ver… — murmura de manera apenas audible, como si hablara consigo mismo o con esa brújula.
Sin revelar la brújula realiza un giro sutil de la muñeca, ajustando su agarre mientras su ojo entrecerrados parecen medir el horizonte. De repente señala hacia un punto cualquiera, un gesto que aunque aparentemente casual lleva una intención medida. Su expresión no delata nada, pero captas un destello fugaz en su mirada, como si le encantara tu curiosidad juvenil; algo que hacía mucho tiempo no tenía la oportunidad de gozar.
— Allá, muchacho — te dice con un ademán suave pero firme, indicando una dirección que se pierde entre las callejuelas de Champa. —. Allá encontrarás mi ron favorito.
Sigues la dirección que te ha señalado, y no pasa mucho tiempo antes de que encuentres una taberna en el camino. Con tantas en Champa, cualquier indicación podría llevarte a un lugar similar pero eso no por eso tiene que disminuir tu entusiasmo; esto podría haberle sucedido a cualquiera y a diferencia de los demás con los que intentaste hablar, al menos el viejos se ha tomado las molestias de contarte cosas. Sean verdades o no pues eso ya depende de ti descifrar.
La taberna que eliges está bien surtida, y pronto te encuentras de regreso con una botella de ron en la mano.
El viejo te espera donde lo dejaste y apenas llegas te arrebata la botella de las manos con una destreza sorprendente. Sin siquiera agradecerte, arranca el corcho con los dientes escupiéndolo a un lado y se empina la botella para tomar un largo trago. El ardor del licor le provoca un carraspeo áspero, pero eso no parece importarle.
— Ah…~ — exhala con satisfacción, limpiándose los labios con el dorso de la mano. — Nada como un buen ron para abrir la mente y aflojar la lengua, ¿no crees?
Se reclina contra los barriles que le sirven de asiento y notas cómo su semblante se relaja, ofreciéndote un trago de ese ron. Si acaso te dignas a aceptar su invitación de compartir un poco de ese brebaje destilado, es tan fuerte que te arde toda la boca y el comienzo de la garganta. Bueno para calentar el cogote y las tripas en un día frío de invierno. Pésimo para el hígado.
— Los Tribulantes, esos fantasmas... — comienza de nuevo, su voz adoptando un tono conspirador. — No todos saben que Ætherius, su líder, tenía un anillo. Un anillo que según cuentan podía conjurar tormentas o calmar los mares con un simple giro. Fue forjado en el corazón de un volcán, por un herrero que perdió su alma al crear algo tan poderoso.
Hace una pausa dejando que sus palabras llegasen a ti, su tono ahora más oscuro y grave. Sus manos se mueven ágilmente, llevándose el pico de la botella de nuevo a la boca y dándole otro buen trago al ron antes de seguir hablando. Arrastra un poco las palabras pero te das cuenta que el viejo tiene su buen aguante; cultura alcohólica andante.
— Pero no fue el anillo lo que lo hizo legendario, no… fue el haber hecho de isla Tortuga lo que es ahora, ¡él mismo mató a la tortuga de mar sobre la que ahora estamos parados! — suelta una sonora carcajada, llevándose una mano al estómago casi cayendo de espaldas al suelo. Pero se vuelve a erguir, y continúa hablando. — Con sus propias manos, es por eso que nadie quiere hablar de ello. Y escribió todas sus hazañas en la colina de los huesos.
Las historias fluyen de sus labios con facilidad... cada una más elaborada que la anterior, queriendo mantenerte atrapado entre lo creíble y lo fantástico. Es en ese momento cuando te das cuenta de que será tu tarea separar la verdad de la ficción en el mar de historias que el viejo te ha contado.
— Ahora, vamos a ver… — murmura de manera apenas audible, como si hablara consigo mismo o con esa brújula.
Sin revelar la brújula realiza un giro sutil de la muñeca, ajustando su agarre mientras su ojo entrecerrados parecen medir el horizonte. De repente señala hacia un punto cualquiera, un gesto que aunque aparentemente casual lleva una intención medida. Su expresión no delata nada, pero captas un destello fugaz en su mirada, como si le encantara tu curiosidad juvenil; algo que hacía mucho tiempo no tenía la oportunidad de gozar.
— Allá, muchacho — te dice con un ademán suave pero firme, indicando una dirección que se pierde entre las callejuelas de Champa. —. Allá encontrarás mi ron favorito.
Sigues la dirección que te ha señalado, y no pasa mucho tiempo antes de que encuentres una taberna en el camino. Con tantas en Champa, cualquier indicación podría llevarte a un lugar similar pero eso no por eso tiene que disminuir tu entusiasmo; esto podría haberle sucedido a cualquiera y a diferencia de los demás con los que intentaste hablar, al menos el viejos se ha tomado las molestias de contarte cosas. Sean verdades o no pues eso ya depende de ti descifrar.
La taberna que eliges está bien surtida, y pronto te encuentras de regreso con una botella de ron en la mano.
El viejo te espera donde lo dejaste y apenas llegas te arrebata la botella de las manos con una destreza sorprendente. Sin siquiera agradecerte, arranca el corcho con los dientes escupiéndolo a un lado y se empina la botella para tomar un largo trago. El ardor del licor le provoca un carraspeo áspero, pero eso no parece importarle.
— Ah…~ — exhala con satisfacción, limpiándose los labios con el dorso de la mano. — Nada como un buen ron para abrir la mente y aflojar la lengua, ¿no crees?
Se reclina contra los barriles que le sirven de asiento y notas cómo su semblante se relaja, ofreciéndote un trago de ese ron. Si acaso te dignas a aceptar su invitación de compartir un poco de ese brebaje destilado, es tan fuerte que te arde toda la boca y el comienzo de la garganta. Bueno para calentar el cogote y las tripas en un día frío de invierno. Pésimo para el hígado.
— Los Tribulantes, esos fantasmas... — comienza de nuevo, su voz adoptando un tono conspirador. — No todos saben que Ætherius, su líder, tenía un anillo. Un anillo que según cuentan podía conjurar tormentas o calmar los mares con un simple giro. Fue forjado en el corazón de un volcán, por un herrero que perdió su alma al crear algo tan poderoso.
Hace una pausa dejando que sus palabras llegasen a ti, su tono ahora más oscuro y grave. Sus manos se mueven ágilmente, llevándose el pico de la botella de nuevo a la boca y dándole otro buen trago al ron antes de seguir hablando. Arrastra un poco las palabras pero te das cuenta que el viejo tiene su buen aguante; cultura alcohólica andante.
— Pero no fue el anillo lo que lo hizo legendario, no… fue el haber hecho de isla Tortuga lo que es ahora, ¡él mismo mató a la tortuga de mar sobre la que ahora estamos parados! — suelta una sonora carcajada, llevándose una mano al estómago casi cayendo de espaldas al suelo. Pero se vuelve a erguir, y continúa hablando. — Con sus propias manos, es por eso que nadie quiere hablar de ello. Y escribió todas sus hazañas en la colina de los huesos.
Las historias fluyen de sus labios con facilidad... cada una más elaborada que la anterior, queriendo mantenerte atrapado entre lo creíble y lo fantástico. Es en ese momento cuando te das cuenta de que será tu tarea separar la verdad de la ficción en el mar de historias que el viejo te ha contado.