Galhard
Gal
09-08-2024, 03:45 PM
El eco de los disparos resonaba en el aire mientras Muken y su enemigo intercambiaban balas con una ferocidad que pocos podrían haber imaginado en un simple enfrentamiento en alta mar. La brisa marina llevaba consigo el olor a pólvora y la tensión crecía con cada segundo. Muken, ahora sangrando por el hombro, sentía el dolor agudo que le recordaba la gravedad de la situación. Sin embargo, no podía permitirse flaquear. Su entrenamiento, aunque breve en comparación con algunos de los veteranos del mar, le había enseñado a mantener la calma bajo presión.
El tirador enemigo, viendo a Muken moverse hacia el navío contrario, apretó los dientes y devolvió cada disparo con precisión, pero la distancia y el movimiento constante dificultaban que ambos lograran un golpe certero. Muken, por su parte, disparaba metódicamente, apuntando al pecho del enemigo en un intento de debilitarlo, mientras buscaba cobertura tras los barriles y postes de la tartana.
Cada disparo de Muken acercaba más la resolución del combate, pero su oponente no era fácil de abatir. Con una agilidad sorprendente, el tirador enemigo esquivaba y se deslizaba entre los obstáculos, aprovechando cualquier abertura para contraatacar. Muken sintió una bala rozar su costado, rasgando su ropa y dejando una fina línea de sangre en su piel, un recordatorio de lo ajustada que estaba esta lucha.
El enfrentamiento estaba en su punto álgido. Ambos tiradores sabían que la próxima bala podría decidir el resultado de esta batalla. Los pasos de Muken eran firmes, su mente calculando cada movimiento, cada posible cobertura, mientras el enemigo se desplazaba para acortar la distancia entre ellos. La tartana, ahora transformada en un campo de batalla improvisado, crujía bajo el peso de la tensión.
En medio de la refriega, Muken escuchó un ruido diferente, un leve quejido que venía del interior de la tartana. Era Alyssa, la joven prisionera, que aún luchaba por liberarse de sus ataduras. El enemigo pareció distraído por un instante, su atención dividida entre Muken y la chica, lo que le dio al joven aventurero una oportunidad que no podía desperdiciar.
Aprovechando ese breve segundo de duda en su oponente, Muken cambió su estrategia. Se movió rápidamente hacia una mejor posición, ganando terreno y preparándose para lo que sería su próximo y decisivo movimiento. El sonido de la respiración pesada y el latido acelerado de su corazón resonaban en sus oídos, mientras el desenlace de esta batalla se acercaba.
El tirador enemigo, viendo a Muken moverse hacia el navío contrario, apretó los dientes y devolvió cada disparo con precisión, pero la distancia y el movimiento constante dificultaban que ambos lograran un golpe certero. Muken, por su parte, disparaba metódicamente, apuntando al pecho del enemigo en un intento de debilitarlo, mientras buscaba cobertura tras los barriles y postes de la tartana.
Cada disparo de Muken acercaba más la resolución del combate, pero su oponente no era fácil de abatir. Con una agilidad sorprendente, el tirador enemigo esquivaba y se deslizaba entre los obstáculos, aprovechando cualquier abertura para contraatacar. Muken sintió una bala rozar su costado, rasgando su ropa y dejando una fina línea de sangre en su piel, un recordatorio de lo ajustada que estaba esta lucha.
El enfrentamiento estaba en su punto álgido. Ambos tiradores sabían que la próxima bala podría decidir el resultado de esta batalla. Los pasos de Muken eran firmes, su mente calculando cada movimiento, cada posible cobertura, mientras el enemigo se desplazaba para acortar la distancia entre ellos. La tartana, ahora transformada en un campo de batalla improvisado, crujía bajo el peso de la tensión.
En medio de la refriega, Muken escuchó un ruido diferente, un leve quejido que venía del interior de la tartana. Era Alyssa, la joven prisionera, que aún luchaba por liberarse de sus ataduras. El enemigo pareció distraído por un instante, su atención dividida entre Muken y la chica, lo que le dio al joven aventurero una oportunidad que no podía desperdiciar.
Aprovechando ese breve segundo de duda en su oponente, Muken cambió su estrategia. Se movió rápidamente hacia una mejor posición, ganando terreno y preparándose para lo que sería su próximo y decisivo movimiento. El sonido de la respiración pesada y el latido acelerado de su corazón resonaban en sus oídos, mientras el desenlace de esta batalla se acercaba.