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Raiga Gin Ebra
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07-01-2025, 03:58 PM
La verdad es que es una tremenda putada cuando tienes tanto hilo del que tirar pero ninguno te da una pista que seguir que no parezca un claro suicidio. Pero bueno, la vida es para los valientes realmente, y qué isla mejor para ejercer la valentía que una repleta de honorables tradiciones y en la cual no se tiene ningún miedo a la muerte. Porque tú tampoco tienes miedo a la muerte, ¿no? De lo contrario me imagino que no te hubieras metido aquí.
El gélido aire del bosque se torna cada vez más opresivo mientras sigues las huellas que hay en el suelo. Cada paso se convierte en una mezcla de tensión e incógnita, mientras el crujido de la nieve bajo tus botas parece amplificarse, recordándote lo vulnerable que eres en este territorio desconocido. El bosque helado se extiende como un laberinto natural, donde la luz apenas logra atravesar las densas copas de los árboles y éstas, a su vez, hace que la sensación térmica sea aún más baja. La línea de pisadas es clara, como si quien las dejó no tuviera intención de ocultarse, o simplemente confiara en que nadie lo seguiría. Aunque, ¿qué probabilidad había de que alguien como tú llegase a ese sitio justo en ese momento? El caso es que cada desviación se produce solo para sortear los troncos, denotando un movimiento eficiente, directo, casi mecánico.
Tu haki de observación se extiende como un manto invisible, alcanzando más allá de lo que tus sentidos normales podrían captar. Durante unos instantes, no sientes nada fuera de lo común, pero a medida que avanzas, algo cambia. Surge una presencia. Luego otra. Y otra más. Un susurro espiritual que, aunque no puedes ver, sientes con claridad. La primera impresión es un escalofrío: doce presencias en total. Dos de ellas destacan sobre el resto, irradiando un poder que incluso supera al tuyo, y el resto fluctúa en intensidades variables. Entre ellas, algunas se desvanecen lentamente, como si la vida misma las estuviera abandonando.
Un golpe seco rompe el silencio distante. Un eco retumba entre los árboles, como el sonido de algo masivo chocando contra madera o piedra. Al mismo tiempo, percibes movimiento. Tres de las presencias más poderosas comienzan a alejarse con rapidez, dejando el área que puedes percibir y perdiendo su rastro por lo tanto. Las pisadas continúan, pero el grupo más grande cambia de dirección. Se están acercando a ti. Las energías que sientes son una mezcla de heridas y cansancio. No tienes tiempo que perder: podrías quedarte en tu lugar y confrontarlos directamente o buscar un escondite entre los árboles y observar en silencio.
Si decides quedarte, pronto las figuras emergerán entre los árboles. Son altos, más altos que cualquier humano promedio, con físicos que parecen cincelados en piedra y rostros curtidos por el frío y la experiencia. Quizá lo sepas, o quizá no, pero se trata de un grupo de Buccaneers. Algunos tienen cortes y golpes visibles, y uno de ellos lleva a un compañero al borde de la inconsciencia sobre su espalda. El resto está alerta, con las armas desenvainadas y listas.
—¿Quién eres y qué buscas aquí? —demanda uno de los tipos, un hombre cuya presencia se impone incluso entre los demás. Sus ojos se fijan en ti con la intensidad de alguien que no dudará en usar la fuerza si es necesario.
Si optas por esconderte, mantendrás tu posición entre las sombras, observando cómo el grupo avanza lentamente hacia el lugar. Pero uno de ellos, un hombre de complexión robusta y piel bronceada, se detiene en seco y entrecierra los ojos. Sus labios se mueven y luego grita "Peligro", señalando tu dirección.
El grupo se detiene y tres de ellos rompen filas, corriendo directamente hacia tu posición. Su velocidad y coordinación son impresionantes, dejando claro que no son simples cazadores ni lugareños comunes.
Independientemente de la opción que elijas, pronto reconoces detalles clave. Sus rasgos robustos, la manera en que se mueven, y las cicatrices que adornan sus cuerpos los delatan: son Buccaneers, guerreros nómadas conocidos por su conexión con las tormentas y su código de honor. Aunque están claramente agotados, sus movimientos aún son precisos y llenos de fuerza —o podrían serlo—. El peso de lo que llevan —cuerpos heridos y equipo pesado— no parece afectar su postura.
Tú decides qué hacer y cómo proceder. Es evidente que no estás ante un grupo común. La mezcla de heridas y tensión en el ambiente sugiere que han enfrentado algo peligroso, algo que los empujó a regresar al poblado apresuradamente y a lo que probablemente las presencias más poderosas salieron a perseguir. Sin embargo, su actitud hacia ti es de desconfianza —dependiendo de qué hagas, serán más o menos desconfiados, pero lo serán—, pero no de abierta hostilidad. Lo que sucede a continuación depende enteramente de tu próxima acción. ¿Hablarás, pelearás o intentarás resolver el misterio que conecta a estas figuras con las huellas y el silencio del pueblo abandonado?
El gélido aire del bosque se torna cada vez más opresivo mientras sigues las huellas que hay en el suelo. Cada paso se convierte en una mezcla de tensión e incógnita, mientras el crujido de la nieve bajo tus botas parece amplificarse, recordándote lo vulnerable que eres en este territorio desconocido. El bosque helado se extiende como un laberinto natural, donde la luz apenas logra atravesar las densas copas de los árboles y éstas, a su vez, hace que la sensación térmica sea aún más baja. La línea de pisadas es clara, como si quien las dejó no tuviera intención de ocultarse, o simplemente confiara en que nadie lo seguiría. Aunque, ¿qué probabilidad había de que alguien como tú llegase a ese sitio justo en ese momento? El caso es que cada desviación se produce solo para sortear los troncos, denotando un movimiento eficiente, directo, casi mecánico.
Tu haki de observación se extiende como un manto invisible, alcanzando más allá de lo que tus sentidos normales podrían captar. Durante unos instantes, no sientes nada fuera de lo común, pero a medida que avanzas, algo cambia. Surge una presencia. Luego otra. Y otra más. Un susurro espiritual que, aunque no puedes ver, sientes con claridad. La primera impresión es un escalofrío: doce presencias en total. Dos de ellas destacan sobre el resto, irradiando un poder que incluso supera al tuyo, y el resto fluctúa en intensidades variables. Entre ellas, algunas se desvanecen lentamente, como si la vida misma las estuviera abandonando.
Un golpe seco rompe el silencio distante. Un eco retumba entre los árboles, como el sonido de algo masivo chocando contra madera o piedra. Al mismo tiempo, percibes movimiento. Tres de las presencias más poderosas comienzan a alejarse con rapidez, dejando el área que puedes percibir y perdiendo su rastro por lo tanto. Las pisadas continúan, pero el grupo más grande cambia de dirección. Se están acercando a ti. Las energías que sientes son una mezcla de heridas y cansancio. No tienes tiempo que perder: podrías quedarte en tu lugar y confrontarlos directamente o buscar un escondite entre los árboles y observar en silencio.
Si decides quedarte, pronto las figuras emergerán entre los árboles. Son altos, más altos que cualquier humano promedio, con físicos que parecen cincelados en piedra y rostros curtidos por el frío y la experiencia. Quizá lo sepas, o quizá no, pero se trata de un grupo de Buccaneers. Algunos tienen cortes y golpes visibles, y uno de ellos lleva a un compañero al borde de la inconsciencia sobre su espalda. El resto está alerta, con las armas desenvainadas y listas.
—¿Quién eres y qué buscas aquí? —demanda uno de los tipos, un hombre cuya presencia se impone incluso entre los demás. Sus ojos se fijan en ti con la intensidad de alguien que no dudará en usar la fuerza si es necesario.
Si optas por esconderte, mantendrás tu posición entre las sombras, observando cómo el grupo avanza lentamente hacia el lugar. Pero uno de ellos, un hombre de complexión robusta y piel bronceada, se detiene en seco y entrecierra los ojos. Sus labios se mueven y luego grita "Peligro", señalando tu dirección.
El grupo se detiene y tres de ellos rompen filas, corriendo directamente hacia tu posición. Su velocidad y coordinación son impresionantes, dejando claro que no son simples cazadores ni lugareños comunes.
Independientemente de la opción que elijas, pronto reconoces detalles clave. Sus rasgos robustos, la manera en que se mueven, y las cicatrices que adornan sus cuerpos los delatan: son Buccaneers, guerreros nómadas conocidos por su conexión con las tormentas y su código de honor. Aunque están claramente agotados, sus movimientos aún son precisos y llenos de fuerza —o podrían serlo—. El peso de lo que llevan —cuerpos heridos y equipo pesado— no parece afectar su postura.
Tú decides qué hacer y cómo proceder. Es evidente que no estás ante un grupo común. La mezcla de heridas y tensión en el ambiente sugiere que han enfrentado algo peligroso, algo que los empujó a regresar al poblado apresuradamente y a lo que probablemente las presencias más poderosas salieron a perseguir. Sin embargo, su actitud hacia ti es de desconfianza —dependiendo de qué hagas, serán más o menos desconfiados, pero lo serán—, pero no de abierta hostilidad. Lo que sucede a continuación depende enteramente de tu próxima acción. ¿Hablarás, pelearás o intentarás resolver el misterio que conecta a estas figuras con las huellas y el silencio del pueblo abandonado?