Asradi
Völva
07-01-2025, 05:47 PM
— Nadie te va a echar, no te preocupes. Mientras no hagas nada malo. Y aún así, supongo que se hablaría. — Murmuró solo para tranquilizar los pensamientos que Sasurai pudiese tener al respecto. Incluso le dió una palmada suave en la espalda, a modo de consuelo.
Tras esa corta e inicial conversación, el foco de atención se centró, por supuesto, en los rumores y habladurías que tenían a su alrededor, al menos hasta que Asradi preguntó de manera más directa. Fue la anciana mink la que le respondió con cautela pero también con el conocimiento que tenía al respecto. La sirena se mantuvo pensativa. Un manantial al que nadie quería acercarse. Generalmente, cuando ese tipo de cosas sucedían entre varias personas, era porque efectivamente algo había alrededor de dichos lugares. Así que ese era un lugar al que tenían que ir sí o sí. Era parte del misterio, al fin y al cabo. Por otro lado, los síntomas de Doremus, dificultad al hablar y manchas oscuras también eran algo a tener en cuenta. Fiebre, posibles alucionaciones provocadas por la fiebre...
— No puedo sacar un diagnóstico así sin antes verlo, pero suena preocupante. — Comentó un poco para sí, aunque de manera audible. — Además...
Asradi no terminó la frase puesto que su carril de pensamientos se había visto interrumpido por la llegada de aquel joven mink que, inicialmente, se había tropezado con Sasurai. Cuando le preguntó si entendía de medicina, asintió de manera suave.
— Tengo algunas bases, podría intentar echarle un vistazo. — Aunque, claro, no prometía tampoco nada. Era una curandera y, aunque conocía una buena cantidad de plantas y remedios naturales para muchas enfermedades o infecciones comunes, había cosas que se le escapaban de las manos. Al fin y al cabo, todavía estaba aprendiendo.
Siempre se aprendía, en realidad.
La pelinegra se aproximó cuando el muchacho mink abrió la cajita que sostenía. No tocó su contenido, pero sus ojos claros se posaron sobre la preciosa y delicada flor plateada. No parecía venenosa o peligrosa a primera vista. Pero claro, nunca se podía uno fiar de las apariencias. En la naturaleza todo te podía matar si uno no se andaba con cuidado.
— El chico tiene razón. Si esta flor tiene algo que ver, necesitamos estudiarla. — Respondió a la anciana mink y dándole la razón al más joven. — Lo más sensato es que vayamos a verle, primero a él para confirmar los síntomas. Y para hacer algunas pequeñas pruebas.
Totalmente inocuas, por supuesto. Pero que esperaba, sirviesen para aportar un poquito de luz al asunto.
Fue el turno, posterior, de Sasurai de intervenir. La sirena le miró, primero parpadeando con algo de curiosidad y luego con una suave sonrisa al ver cómo se comportaba como un auténtico detective. Eso, o le preocupaba mucho esa gente. En realidad no podía imaginárselo porque tampoco le conocía de nada. Más allá de que había sido traído por Umibozu. Al fin y al cabo, todavía se estaban conociendo. Pero las preguntas que hacía eran buenas y esperaba que también sirviesen para sacar algo en claro.
— Cuanto más sepamos al respecto, mejor podremos ayudar. Iremos a visitar a Doremus, así que si nos puedes guiar hacia su casa, te lo agradecería mucho. — Respondería Asradi al joven mink lince con una suave sonrisa.
El tiempo apremiaba, al fin y al cabo.
Tras esa corta e inicial conversación, el foco de atención se centró, por supuesto, en los rumores y habladurías que tenían a su alrededor, al menos hasta que Asradi preguntó de manera más directa. Fue la anciana mink la que le respondió con cautela pero también con el conocimiento que tenía al respecto. La sirena se mantuvo pensativa. Un manantial al que nadie quería acercarse. Generalmente, cuando ese tipo de cosas sucedían entre varias personas, era porque efectivamente algo había alrededor de dichos lugares. Así que ese era un lugar al que tenían que ir sí o sí. Era parte del misterio, al fin y al cabo. Por otro lado, los síntomas de Doremus, dificultad al hablar y manchas oscuras también eran algo a tener en cuenta. Fiebre, posibles alucionaciones provocadas por la fiebre...
— No puedo sacar un diagnóstico así sin antes verlo, pero suena preocupante. — Comentó un poco para sí, aunque de manera audible. — Además...
Asradi no terminó la frase puesto que su carril de pensamientos se había visto interrumpido por la llegada de aquel joven mink que, inicialmente, se había tropezado con Sasurai. Cuando le preguntó si entendía de medicina, asintió de manera suave.
— Tengo algunas bases, podría intentar echarle un vistazo. — Aunque, claro, no prometía tampoco nada. Era una curandera y, aunque conocía una buena cantidad de plantas y remedios naturales para muchas enfermedades o infecciones comunes, había cosas que se le escapaban de las manos. Al fin y al cabo, todavía estaba aprendiendo.
Siempre se aprendía, en realidad.
La pelinegra se aproximó cuando el muchacho mink abrió la cajita que sostenía. No tocó su contenido, pero sus ojos claros se posaron sobre la preciosa y delicada flor plateada. No parecía venenosa o peligrosa a primera vista. Pero claro, nunca se podía uno fiar de las apariencias. En la naturaleza todo te podía matar si uno no se andaba con cuidado.
— El chico tiene razón. Si esta flor tiene algo que ver, necesitamos estudiarla. — Respondió a la anciana mink y dándole la razón al más joven. — Lo más sensato es que vayamos a verle, primero a él para confirmar los síntomas. Y para hacer algunas pequeñas pruebas.
Totalmente inocuas, por supuesto. Pero que esperaba, sirviesen para aportar un poquito de luz al asunto.
Fue el turno, posterior, de Sasurai de intervenir. La sirena le miró, primero parpadeando con algo de curiosidad y luego con una suave sonrisa al ver cómo se comportaba como un auténtico detective. Eso, o le preocupaba mucho esa gente. En realidad no podía imaginárselo porque tampoco le conocía de nada. Más allá de que había sido traído por Umibozu. Al fin y al cabo, todavía se estaban conociendo. Pero las preguntas que hacía eran buenas y esperaba que también sirviesen para sacar algo en claro.
— Cuanto más sepamos al respecto, mejor podremos ayudar. Iremos a visitar a Doremus, así que si nos puedes guiar hacia su casa, te lo agradecería mucho. — Respondería Asradi al joven mink lince con una suave sonrisa.
El tiempo apremiaba, al fin y al cabo.