Ares Brotoloigos
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07-01-2025, 06:07 PM
Como no, Dan parecía exultante y emocionada por tener que colocar adornos navideños. Ares solo resopló con una clarísima mueca de fastidio al respecto. Alaric también parecía emocionado. Y él tenía una cara de Grinch que no se aguantaba. Definitivamente, era de los que preferían pegar mamporros a perder el tiempo con cosas como esas.
— Pues mientras nosotros estamos aquí, con estas tonterías navideñas, eses idiotas a los que hay que arrestar... — Iría mencionando mientras le aproximaba a Dan una de las cajas llenas de adornos, siendo él quien soportase el peso de la misma para que la chica tomase los útiles con total comodidad, en lo que seguía hablando. — … Pululan por las calles haciendo a saber qué.
No estaba de acuerdo con tanto relax. Pero básicamente porque él era un culo inquieto y no era capaz de bajar la guardia por mucho que, en ocasiones, lo necesitase. Había vivido así toda su vida así que, a estas alturas, era algo complicado de cambiar para él. Quizás pudiese suavizarse al respecto, pero tampoco parecía estar por la labor. No por sí mismo, al menos.
Fuese como fuese, el enorme Buccaneer también comenzó a colaborar, tarareando a saber qué cancioncilla. Por su parte, el diablos iba pasándoles las cajas y vigilando también el perímetro. Alguna gente se había aproximado, por igual, para desearles unas felices fechas, y también para colaborar o admirar el despliegue de adornos que estaban teniendo los tres marines.
— Solo digo que esto es, más bien, trabajo para reclutas. — Continuó con su perorata, mientras le pasaba una bolas navideñas, de color rojizo, a Dan. — Tú, eso está torcido. — Señaló a Alaric cuando éste colocó algunas de las guirnaldas en uno de los edificios.
No quería implicarse pero su perfeccionismo le obligaba a hacerlo, aunque fuese de manera un tanto inconsciente.
El lagarto de escamas albas se tensó levemente cuando sintió unos pasos por detrás suya. De inmediato se volvió, aunque contuvo el gruñido en el momento en el que reconoció al trío de adolescentes. Eran los mismos mocosos a los que había sermoneado esa misma mañana.
Suspiró largamente.
— ¿Qué estáis haciendo tan apocados y con las manos en los bolsillos? Id a ayudar. — Les dijo, mientras agitaba una de las garras como quien espanta a un pobre perrito. En el fondo, era su manera de hacer que se animasen y se volviesen a implicar en aquel proceso.
Fue entonces cuando, literalmente, algo le cayó en la cabeza hasta deslizarse hacia su cuello.
— ¡Dan! — Protestó, con un fruncimiento de ceño en el momento en el que se vió con la guirnalda encima. Ares se la quitó, no sin cierto cuidado, para ahora colocarla sobre uno de los bancos que adornaban la plaza, de manera hasta cuidadosa. — Habla por ti, en Arabasta nunca vi algo como esto. — Y tampoco era que se hubiese fijado en demasía, las cosas como eran.
Al final, ambos se aproximaron al árbol que estaba en el centro. Todavía había unos cuantos escombros alrededor que afeaban la zona.
— Creo que deberíamos retirar esto antes de comenzar a adornarlo. — Aunque ya estaba Dan, literalmente, con las luces a cuestas. Ares miró a su alrededor, como buscando un buen lugar. Acto seguido, cuando lo encontró, comenzó a mover algunos de los pedruscos lejos del árbol y a otra zona donde no revestían peligro para el resto de viandantes. — ¿Ya encontraste las luces? — Preguntó a Dan. Luego se dirigió hacia el más grandullón del trío de marines ahí presente. — ¡Oye, mastodonte! ¿Has terminado? Necesitamos una mano para las luces más altas. — Y, de ahí, ir descendiendo con el resto de adornos a través del árbol.
— Pues mientras nosotros estamos aquí, con estas tonterías navideñas, eses idiotas a los que hay que arrestar... — Iría mencionando mientras le aproximaba a Dan una de las cajas llenas de adornos, siendo él quien soportase el peso de la misma para que la chica tomase los útiles con total comodidad, en lo que seguía hablando. — … Pululan por las calles haciendo a saber qué.
No estaba de acuerdo con tanto relax. Pero básicamente porque él era un culo inquieto y no era capaz de bajar la guardia por mucho que, en ocasiones, lo necesitase. Había vivido así toda su vida así que, a estas alturas, era algo complicado de cambiar para él. Quizás pudiese suavizarse al respecto, pero tampoco parecía estar por la labor. No por sí mismo, al menos.
Fuese como fuese, el enorme Buccaneer también comenzó a colaborar, tarareando a saber qué cancioncilla. Por su parte, el diablos iba pasándoles las cajas y vigilando también el perímetro. Alguna gente se había aproximado, por igual, para desearles unas felices fechas, y también para colaborar o admirar el despliegue de adornos que estaban teniendo los tres marines.
— Solo digo que esto es, más bien, trabajo para reclutas. — Continuó con su perorata, mientras le pasaba una bolas navideñas, de color rojizo, a Dan. — Tú, eso está torcido. — Señaló a Alaric cuando éste colocó algunas de las guirnaldas en uno de los edificios.
No quería implicarse pero su perfeccionismo le obligaba a hacerlo, aunque fuese de manera un tanto inconsciente.
El lagarto de escamas albas se tensó levemente cuando sintió unos pasos por detrás suya. De inmediato se volvió, aunque contuvo el gruñido en el momento en el que reconoció al trío de adolescentes. Eran los mismos mocosos a los que había sermoneado esa misma mañana.
Suspiró largamente.
— ¿Qué estáis haciendo tan apocados y con las manos en los bolsillos? Id a ayudar. — Les dijo, mientras agitaba una de las garras como quien espanta a un pobre perrito. En el fondo, era su manera de hacer que se animasen y se volviesen a implicar en aquel proceso.
Fue entonces cuando, literalmente, algo le cayó en la cabeza hasta deslizarse hacia su cuello.
— ¡Dan! — Protestó, con un fruncimiento de ceño en el momento en el que se vió con la guirnalda encima. Ares se la quitó, no sin cierto cuidado, para ahora colocarla sobre uno de los bancos que adornaban la plaza, de manera hasta cuidadosa. — Habla por ti, en Arabasta nunca vi algo como esto. — Y tampoco era que se hubiese fijado en demasía, las cosas como eran.
Al final, ambos se aproximaron al árbol que estaba en el centro. Todavía había unos cuantos escombros alrededor que afeaban la zona.
— Creo que deberíamos retirar esto antes de comenzar a adornarlo. — Aunque ya estaba Dan, literalmente, con las luces a cuestas. Ares miró a su alrededor, como buscando un buen lugar. Acto seguido, cuando lo encontró, comenzó a mover algunos de los pedruscos lejos del árbol y a otra zona donde no revestían peligro para el resto de viandantes. — ¿Ya encontraste las luces? — Preguntó a Dan. Luego se dirigió hacia el más grandullón del trío de marines ahí presente. — ¡Oye, mastodonte! ¿Has terminado? Necesitamos una mano para las luces más altas. — Y, de ahí, ir descendiendo con el resto de adornos a través del árbol.