¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
[Anuncio] [A -T2] [Autonarrada] Malas personas
Juuken
Juuken
Día 60 de Invierno del año 722
Capital de Oykot



Desperté con una sensación de calidez tan agradable como inquietante. Antes de abrir los ojos, mi cerebro ya se había despertado, pero esa sensación tan confortable me incitaba a seguir allí, descansando, relajado. Recuperándome de la última noche a la intemperie, sintiendo por primera vez lo que era la calidez y comodidad de una habitación y una cama así. Para no ser la primera cama realmente buena en la que me tumbaba, resultó ser la más cómoda y placentera. Todavía con los ojos cerrados, sentía la comodidad. Acostumbrado a las superficies duras, aquello se sentía como estar tumbado sobre una nube. Mis párpados se resistían a abrirse, por más fuerzas que intentase emplear en esa labor, esa cama me tenía completamente absorbida toda la voluntad. O tal vez fuera el cansancio.

Tras un gran esfuerzo logré abrir los ojos. Estaba tumbado de lado, con la cabeza apoyada en aquel almohadón, que resultó ser la parte más dura de todo lo que componía la cama y, aún así, era también de las partes más cómodas. Mis párpados se fueron abriendo lentamente. Escuchaba el crepitar del fuego, un sonido algo ahogado, pero que me llamó la atención. No recordaba haber encendido ningún tipo de fuego antes de dormirme. Abrí bien los ojos, pero me fijé en que estaba con una gran manta cálida cubriéndome. Una capa fina, una más gruesa y suave y después otra capa gruesa superficialmente. Eso tampoco lo había hecho yo, no me había metido en la cama. Lo último que recordaba era haberme tumbado de espaldas en la propia cama. ¿Por qué entonces ahora despertaba asi?

Me incorporé al volver a escuchar ese crepitar de fuego, percatándome de la posibilidad de que esa sensación de calor pudiera ser que había algo en llamas, ardiendo dentro de la habitación. Observé alrededor, no parecía haber nada de fuego en toda la sala. Si me di cuenta que me sable no estaba cargado a mi cintura, sino a un lado de la cama, apoyado en la pared. ¿Cómo podía haber olvidado quitarme el arma del cinturón y meterme en la cama así? Aquí había algo extraño, por lo que me levanté y volví a equiparme el sable al cinturón directamente.

Ese arma ahora mismo, lo era todo para mí. Todo cuanto poseía. Lo único que me quedaba de Tom, quien junto a Marin me había enseñado todo lo que sabía de la vida, todo lo que debía o no debía hacer lejos de ello, como aprender a defenderme, aprender a entender a las personas, a leer. Les debía todos y cada uno de mis conocimientos. Antes de ellos, jamás habría llegado a pensar que pudiera haber tanta complejidad en el mundo, en las personas, y en las relaciones entre el mundo y todo ser vivo. Les debía tanto que, durante un breve instante, me arrepentí de haberme apartado de ellos, sentía como si les hubiera traicionado, abandonado. Por otro lado, fué Tom quien quiso asegurarse de que podría sobrevivir por mí mismo lejos de ellos. Por lo que me encargaría de intentar honrar sus enseñanzas.

Nuevamente el sonido del crepitar de las llamas me alarmó. Esta vez venía acompañado de otro ruido, un golpe algo más seco que avivó ese crepitar. Solo entonces, en ese preciso instante, fui capaz de localizar el origen de ese sonido tan característico. En el fondo de la sala había un cajón negro pegado a la pared, hacia el techo un tubo redondo, del mismo color, ascendía hasta el techo, introduciéndose en el mismo. El frontal de ese cajón tenía un pequeño cristal, que parecía estar bastante opaco. A través de este, se podía entrever una tenue danza carmesí. Me aproximé, cuanto más me acercaba a ese cajón, más podía notar cómo la temperatura aumentaba. La parte frontal, la que contenía ese cristal, parecía ser una puerta. Me dispuse a coger la manivela para abrirla, comprobar exactamente qué había, verificar que fuese fuego y que no se fuera a descontrolar. Nada más tocar la manivela de apertura de la puerta, tuve que apartar la mano. Con un acto reflejo, completamente ajeno al porqué, aparté la mano sintiendo que me quemaba. Debía ser fuego, y por eso estaba tan caliente, tal vez debí pensarlo antes.

Solamente quedaba una cosa por averiguar. ¿Por qué había un fuego ahí dentro y quién lo había encendido? No había dudas de que se trataba de un sistema para calentar la habitación, pero seguía siendo una incógnita para mí la razón de que estuviera encendido, si yo no lo había hecho. Al lado de ese cajón calefactor estaba el mueble bajo que había visto conforme entré a la habitación, justo debajo de aquel espejo. Me quedé mirando el reflejo. No era la primera vez que observaba mi propio rostro, pero sí que era la vez que lo veía con esa claridad y nitidez, los que había en el barco de Tom estaban muy desgastados, algunos hasta quebrados, pero ese estaba completamente liso, parecía un reflejo perfecto. Lo que se reflejaba era exactamente lo que mis ojos podían ver, sin estar borroso, sin rayajos en medio del cristal, y completamente limpio. Me toqué el pelo, lo tenía bastante alborotado, lo repeiné un poco hacia un lado y me froté el rostro. Encima de la mesa estaba la llave de la puerta de entrada al cuarto. Me gire hacia la puerta. Estaba cerrada. Otra cosa que no había sido obra mía.

Cogí la llave y la guardé. Rumbo a la puerta pensaba en aquel hombre que me había acompañado y acogido en ese lugar. Ese hombre era buena gente, lo había hecho simplemente porque me había visto pasando la noche en la calle. Mas sus palabras me hicieron pensar, hablaba de alguien haciendo mal, de negocios que no podían abrir por miedo hacia algunas personas. Sobre todo, lo que más me llamó la atención, fue que dijo que había estado desapareciendo gente. Probablemente esos desaparecidos estén muertos, pero puede que les tengan retenidos en alguna parte. De cualquier modo, tal vez lo mejor sea mantenerme alejado de esa clase de gente.

Abrí la puerta y avancé por el pasillo, desandado lo andado y volviendo hacia el piso inferior. Se escuchaba gentío, sonido de cristales, clamor de alegría y jolgorio por todas partes. Sonidos que se acentuaban conforme iba aproximándome a la zona de la gran sala donde el hombre, que se había presentado como Hayate, había encendido la chimenea y me había dado la llave de la habitación de arriba. Cuando llegué a la zona inferior, muchas de las mesas estaban ocupadas por hombres y mujeres. En una de las mesas más cercanas a la chimenea, un grupo de cinco hombres clamaban a gritos mientras arrojaban cartas a la mesa, inmersos en risas y jarras de bebida vacías, no se les entendía ni la mitad de lo que hablaban.

Otra mesa estaba compuesta por tres sillas, en una de ellas había un hombre con una mujer sentada encima de él, vestía con ropa muy colorida y voluminosa, eso no podía ser cómodo para absolutamente nada. En otra de las sillas había un hombre con el rostro completamente enrojecido y una gran barba marrón, cogiendo de la mano a otra mujer sentada en la última silla, esta vestía más normal que la primera, y claramente le repugnaba el hombre de barba por el gesto que tenía dibujado en la cara, sin embargo permanecía ahí sentada, permitiendo que ese tipo que le desagradaba la estuviera tomando de la mano y balbuceando cosas ininteligibles, a las cuales la muchacha de vez en cuando tan solo asentía o negaba entre forzadas risas.

El resto de mesas tan solo había gente, agrupadas entre tres y cinco personas, bebiendo, riendo y fumando. En una de las mesas, tres hombres se quedaron mirándome unos instantes, después comenzaron a reír y continuaron a lo suyo. A la derecha del todo, el fuego que Hayate había hecho en un inicio tenía una fuerza considerable, una persona cercana azuzaba la madera quemada con una vara, incluso ponía más para que se quemara. Pero me centré en la zona izquierda. Allí, tras la gran y larga mesa, estaba Hayate, con un trapo y algunas jarras. No parecía que hubiera reparado en mi presencia todavía.

Avancé hasta allí, el gentío y el ruido provocado por las risas de todos los presentes habría ocultado cualquier cosa que hubiera querido decirle a Hayate, por lo que era inutil tratar de decirle nada hasta que no estuviera completamente frente a él. Atravesé el espacio entre el lado interno de esa gran mesa y el resto de la sala. En ese momento el hombre me vió y esbozó una sonrisa, aproximándose directamente hacia mí.

-Vaya, vaya. Estabas realmente agotado, ¿verdad, chico? -Dijo con una gran sonrisa.

Aguardó una respuesta de mi parte que no llegó, a los pocos segundos prosiguió.

-Un consejo chico -se acercó a mi cabeza para decirme lo siguiente en voz baja-. Intenta no dejarte la puerta abierta, podría haber entrado cualquiera a robarte.

De modo que eso había ocurrido, él había sido quien había entrado y hecho todo aquello que me había resultado extraño. Esas palabras practicamente me lo confirmaron, aún así, él siguió, esta vez en un tono de voz normal, alejándose nuevamente.

-Te dormiste sobre la cama, me costó hacerte entrar en ella -se giró y continuó secando las jarras con ese trapo que tenía en las manos-. Y encendí la estufa, espero que hayas estado caliente muchacho. Llevas toda la mañana ahí metido.
-Si. Estaba caliente el cuarto.

Se tomó esas palabras como un agradecimiento, puesto que soltó una risotada acompañada de un hinche de orgullo y continuó a lo suyo. Llenó una de esas jarras de una bebida rojiza y me la sirvió, incitandome a que me sentara ennuna de esas sillas altas que estaban a lo largo de la gran mesa.

-Toma Juuken, siéntate aquí en la barra. Lo que necesites me lo pides. ¿Tienes hambre? -Comenzó a preguntar mientras se alejaba.- ¿Te gusta la carne? ¿O tal vez prefieres unas patatas? ¡Ay! Mi señora hacia unos guisos exquisitos, creeme, no probarás nada mejor.

Miré hacia la sala del interior, aquella por la que esa misma mañana habíamos entrado los dos, cuando no había absolutamente nadie más. Había una persona allí dentro, pero no parecía una mujer, de hecho en algún momento que se giró parecía tener tanta barba como el hombre que incomodaba a la mujer en la otra mesa. Algunos de los clientes se iban marchando con el tiempo, otros aguantaban. Hayate me sirvió un plato que tenía algo de carne y patatas. No le había respondido a la pregunta, por lo que parece ser que se tomó la libertad de elegir él. No sabía cómo reaccionar.

Marin me había advertido, que siempre tendría que dar algo a cambio de otra cosa, si me daban dinero, tenía que hacer algún favor, si me daban comida, debía pagarlo como correspondiese. El único inconveniente, era que no sabía cómo ni con qué tendría que pagar eso. No toqué el plato, tan solo me quedé mirando. Me sentía extraño por sí haber apurado la jarra qur me había ofrecido. Ese líquido rojizo tenía un aroma y sabor muy dulces, y sencillamente no pude probarlo y dejar de beberlo, nunca había tomado algo así, y sencillamente no pude evitar la tentación. Además, estaba completamente sediento.

Hayate pasó por delante de mí. Se quedó unos instantes mirando el plato, después miró la jarra y se la llevó. Se fué al otro lado de la barra y cuando volvió de regreso, dejó la jarra nuevamente en el mismo sitio de donde la había recogido. Volvía a estar llena. Me giré para decirle que no le había pedido que me la volviera a llenar, pero él se marchó a servir la última mesa que quedaba, la de los hombres jugando a carcajadas con las cartas. A su vuelta a lo que él llamó “la barra”, se quedó frente a mí. La sala prácticamente se había vaciado, tan solo esa mesa alborotadora, un hombre más en la barra, Hayate y yo. Se sentó en una silla a mi lado y se quedó mirándome fijamente a los ojos.

-No sé cómo tengo que pagarte esto -le dije con un gesto y semblante serio.

El hombre bajito comenzó a reírse, se rió tan fuerte que comenzó a darle un ataque de tos, pero no tardó mucho hasta que pudo controlar sus propios gestos reflejos y contener esa tos, relajándose y volviendo a mirarme mientras se secaba los ojos que, al parecer, habían comenzado a llorar del esfuerzo por dicha tos.

-¿Pagarme? Tú tan solo cómete eso, no te preocupes por ningún tipo de pago. Eres mi invitado Juuken, a los invitados no se les cobra.

Le miré a los ojos, parecía que había total sinceridad en sus ojos. Pasé a mirar el plato. Sentía mi estómago resintiéndose llevaba mucho sin probar bocado y la mera visión de ese plato hacía que las entrañas comenzasen a rugir como un animal famélico, ávido y deseoso de comer algo. En ese momento ya no pude resistirme más, cogí ese trozo de carne, directamente con las manos, lo que provocó más risas por parte de Hayate. Le dí un gran bocado a ese pedazo de carne. No era la primera vez que la comía, en el barco ya la había probado en otras ocasiones, pero esta tenía un sabor incomparable al resto. Tal vez fuera culpa del hambre voraz que tenía, o tal vez ese hombre cocinaba como nadie.

El hombre con gran barba que estaba en el interior salió para despedirse cuando me vió allí comiendo. Hayate simplemente le dijo que no se preocupara, que él se encargaba de lo que quedaba, y se dispuso a marcharse. Al poco tiempo, cuando estaba comiéndome las patatas, la mesa que había al fondo comenzó a quedarse sola. Uno a uno, todos se iban marchando de allí tras pagar a Hayate por lo que debían. Sirvió una copa más al hombre que quedaba en la barra.

El tiempo pasó, ese hombre seguía allí, estará también alojado en alguna otra habitación, como yo mismo estaba en una. Pensé en iniciar una conversación con él, cuando de pronto algo inesperado ocurrió. Con un fuerte estruendo, las puertas se abrieron de golpe. Me sobresalté un poco y me quedé mirando, cuatro personas entraron por la puerta. Entre ellos pude reconocer el rostro de una de esas personas, se trataba de uno de aquellos que se habían reído al verme bajar las escaleras. Había vuelto a seguir bebiendo, esta vez con otros acompañantes. Hayate estaba delante de mí en ese momento. Su rostro empalideció mientras miraba a esas cuatro personas.

-Mierda.

Su tono de voz era tan bajo que era casi imperceptible. Dijo esas palabras sin darse cuenta, sin buscar ser escuchado por absolutamente nadie. Rápidamente salió de la barra y se puso entre esos cuatro tipos y yo, tratando de ocultarme, aunque no podía esconder demasiado con su cuerpo. Comenzó a agitar las manos a la vez que, com clarísimo nerviosismo y miedo, comenzaba a hablar a esos cuatro tipos.

-Se... Señor Bones. ¿Qué desea? Como habrá podido comprobar, he cumplido mi parte del trato. No le esperaba hoy por aquí.

El señor Bones era un hombre alto, ataviado con una ropa muy lisa plana, le daba una imagen muy elegante que nunca antes había visto, parecía alguien que se hacía respetar. Tenía un sombrero megro y portaba un palo negro también con una mano, dicho palo se apoyaba directamente en el suelo. Tenía un bigote bastante discreto y algo de barba, pero solamente alrededor de la boca. Se quedó mirando a Hayate con un semblante muy serio. No dijo nada, tan solo avanzó con paso suave. Movía ese palo negro con delicadeza, apoyandolo como si fuera una pierna mász como si su mano necesitase ese punto de apoyo directo en el suelo. Mas su andar parecía completamente normal.

-Hayate, Hayate -dijo con una voz muy suave, y algo aguda-. No me tomes por un inútil e ingenuo, sé que tú no lo eres. -Hayate bajó la cabeza.- Por suerte para tí, no estoy aquí por nuestros asuntos personales.

Durante unos instantes, noté cómo Hayate se relajaba, sus manos y brazos se quedaron completamente caídas, como si hubieran perdido toda la fuerza. Solamente se estaba relajando.

-¿Entonces quiere tomar algo? Tengo un nuevo Bourbon que es u...
-Tampoco he venido a probar tu mierda de bebida, señor Silk.

La situación volvió a ser tensa, ahora tal vez más que antes. El señor Bones había dicho esas palabras con total calma y tranquilidad, dándole un toque de frivolidad extrema que había inmerso el ambiente en una tensión casi palpable y fácilmente apreciable. Los otros tres hombres que había junto a el se apartaron, viniendo hacia nosotros. Hayate pareció asustado al verlos acercarse, pero tuvo suerte, no venían a por él, puesto que pasaron de largo. Entonces pensé. Hay una tercera persona aquí, ¿Será acaso alguien peligroso? Por lo menos peligroso para ellos. Y por lo que veía, incluso Hayate estaba asustado de esos cuatro hombres. Si todo salía bien, el asunto quedaría en nada para ese hombre amable. Me disponía a girarme para observar qué hacían con el otro hombre, no obstante uno de esos tipos se quedó justo frente a mí. Entonces me di cuenta. Esos cuatro venían a por mi pero, ¿porqué?

-Señor Bones, el chico no ha hecho nada, es solamente un muchacho que encontré en...
-¡Silencio! Señor Silk. -Vociferó en un arrebato de ira mientras alzaba la mano derecha en un claro gesto para hacerle callar.- Este muchacho es más de lo que piensas. Acabó con los hombres de Jon. Los asesinó a sangre fría en un callejón.

Hayate se giró mirándome. Yo tan solo me quedé mirando al señor Bones. Recordaba a esos hombres, me intentaron robar asaltándome en un callejón, no tuve más remedio que defenderme con ese sable que me había dado Tom. El resultado fue indiscutible, los asaltantes tuvieron un trágico final, estaban desarmados y trataron de venir a por mí directamente, que si estaba armado, encima en un callejón donde no me podrían rodear y lanzarse a la vez a por mí. Sin duda no había sido la mejor de las situaciones para ellos.

Pero no todos murieron, uno parecía profundamente aterrado y arrepentido, por lo que decidí perdonarle la vida. Todo indicaba, según las palabras del maleante, que eran un pequeño grupo que trabajaba a solas,no obstante parecía que no estaban realmente solos, sino que debían ser amigos de este hombre, el tal “Señor Bones”. Ese tipo iba trajeado, nuevamente venían desarmados a por mí, pero ahora si me tenían rodeados, y esperaban que me lanzase a por ellos. Debí haber matado al llorón aquél en lugar de perdonarle la vida. Me había engañado, y yo le había creído ingenuamente.

-Ellos me atacaron primero. No les iba a dejar robarme.
-Eso no lo discuto -comenzó el hombre que vestía elegante-. Pero no puedo pasar por alto que mataste a mis subordinados. Tampoco que por tu culpa tuve que matar al último de ellos.

No le maté yo, pero parece que había acabado muriendo, una lástima, quería haberme vengado yo mismo, pero había tenido su merecido por no cumplir su palabra. Le había perdonado la vida con la condición de que se marchara, que no volviera a saber de él. Dijo que había aprendido la lección, pero parece ser que lo único que aprendió era que alguien como yo podía acabar matándolos a todos con esa facilidad. Había llamado a los refuerzos. Aunque lo que no terminaba de tener sentido, era que ese hombre que estaba delante de Hayate acabara matando al que se suponía que era su compañero. Se suponía que las organizaciones se protegen entre ellos del resto. ¿Qué tipo de gente son estos?

-Además dijo algo interesante -continuó el señor Bones-. Eres un usuario. ¿Verdad muchacho?

Parece que se dio cuenta aquél maldito saco de mentiras, pero eso no quitaba que pudiera llegar a zafarme del mismo modo de esta gente. Tan solo tenía que conseguir protegerme con el poder que volvía mi cuerpo de esa sustancia increíblemente dura y acabar con la vida de esos tipos. Note la mirada de Hayate sobre mí, me quedé mirándole. Tenía un gesto aterrador, pero le veía indeciso, no sabía a quién creer en ese momento. Parecía que este hombre, y sus gentes, le tienen atormentado. Sería la forma de pagar al buen hombre por su amabilidad, y por la comida y la cama caliente.

-Ven con nosotros por las buenas, o nos tendremos que obligarte a hacerlo por las malas.

Me levanté desenvainando el sable con rapidez, preparándome para lo que quiera que viniera. Me quedé con la espalda pegada a la barra para que no me atacasen por la espalda. Un hombre a cada lado y otro por el frente, a la izquierda, más allá del enemigo estaba Hayate, y tras él el señor Bones. Miré alternadamente a cada uno de los tres que tenía en mi rango de visión. Los tres portaban algo en las manos, unos hierros que cubrían sus puños. No venían con espadas o sables, eso tal vez me resultase algo más costoso de bloquear, pero debía intentarlo como fuera.

-Tú lo has querido. Traedmelo chicos.

Con esas palabras los tres se lanzaron directamente a por mí, a la vez. No lo dudé un solo instante, era para lo que me estaba preparando, justo lo que me esperaba. Sujeté el sable con la mano derecha, con gran firmeza, y me concentré en mi poder, haciendo que se extendiese y exteriorizase a través de mi brazo izquierdo, volviéndolo mucho más duro de lo que podría ser cualquier otro arma.

Lancé un golpe con mi arma hacia la derecha mientras trataba de bloquear al oponente de mi izquierda con el brazo endurecido. El arma acabó bloqueada por esos hierros que estaban cubriendo los dedos del rival de mi derecha, utilizó ambas manos y sujetó con fuerza el arma. Aquello me cogió desprevenido, fue más rápido, estaban preparados para mi forma de pelear. Había hecho lo mismo que la última vez.

El brazo izquierdo de pronto me dió una gran punzada de dolor, había logrado bloquear el golpe, pero aún así no fue suficiente para evitar que el dolor recorriese mi brazo de esa forma tan intensa, sentí como el hombro se me encogía del impacto. Por el frente venía el tercero de ellos, tuve el tiempo suficiente para girar mi cabeza hacia él, para ver su ataque venir directo hacia mí. Sus puños, también envueltos con esos hierros, venían directamente a mi cuerpo. No tenía tiempo para poder reaccionar a tiempo a ese golpe.

Me impactó directamente en la boca del estómago. Mi espalda chocó contra la madera de la barra, la cual comenzó a crujir hasta que mi cuerpo la atravesó por completo, destrozandola toda a su paso y estampándome directamente contra la pared de atrás. El dolor fue increíblemente intenso. Caí al suelo, quedé en posición sentada con los brazos debilitados. Durante un instante me había quedado completamente sin energías. El sable en mi mano derecha, no la aferraba ni siquiera un poco, simplemente estaba ahí. Me habían dado un buen golpe. Estaban preparados para mí.

Pude escuchar cómo Hayate reprochaba algo, parecía que se había posicionado de un lado y vino corriendo a mí, llegó por mi izquierda. Un hilo de sangre salía de la comisura de mis labios. Esos tipos eran duros, luchaban bien juntos, y más contra alguien de quien conocían sus habilidades. Sin saber cómo, me había metido en un grave aprieto.

-¡BAAAJAJAJAJAJA! -El tipo que me golpeó de frente comenzó a reirse de una forma bastante extraña ese hombre- Muchacho, eres demasiado predecible. Jefe. ¿De verdad era para tanto este renacuajo?

En ese momento el recuerdo de Tom vino a mi mente. Siempre me había dicho que no me centrara en los mismos movimientos, si repetía dos veces seguidas lo mismo iba a resultar demasiado predecible. Pensaba que ese consejo era una completa tontería, bastaba con ser más rápido que ellos. En esta ocasión cobraban sentido esas palabras, debía cambiar mi táctica si quería tener alguna posibilidad de salir victorioso de ese combate, y de poder devolverle el favor a Hayate.

El hombre me limpió la sangre de la boca con un trapo, momento en el que comencé a reaccionar de nuevo. Se quedó mirándome, nuestras miradas se cruzaron. Una preocupación mucho mayor de lo que era capaz de entender se leía dibujada en su rostro. Se sentía demasiado responsable por una persona que había conocido esa misma mañana, no entendía el por qué, pero ahí estaba. Reaccioné, sujeté con firmeza mi sable de nuevo y le sujeté el brazo con mi otra mano, tratando de hacer que se detuviera y se apartara. Le sonreí.

-Tranquilo, estoy bien.

No era cierto.

Aparté su mano y pude ver cómo sus ojos se humedecían. Me levanté con pesadumbre, jadeando y tosiendo por el golpe recibido, utilizando el propio sable para mantenerme de pie, como un punto extra de apoyo, como ese hombre con sombrero y ropa elegante. Realmente daba la impresión de no poder más con esa pelea, y no había hecho más que empezar.

Hayate se apartó tras un empujón que le dí, en el mismo momento que veía como esa bestia que me había golpeado se plantaba delante de mí, atravesando el trozo de barra que había destrozado con mi propio cuerpo. Estaba frente a mí, era bastante más alto que yo, me sacaría tres o cuatro cabezas de altura, realmente era una persona bastante imponente. Volvió a reirse.

-BAAAAJAJAJAJA. Chico ríndete, estás acabado.
-No te confíes, Chikara.
-¿En serio Jefe? -Se giró para mirar al señor Bones reprochándole.- Si no es más que un crío de mie...

Era justo el movimiento que estaba esperando. El muy cretino se había plantado justo delante de mí y había desviado la mirada. Había incumplido con la lección número uno. Bajo ningún concepto pierdas nunca de vista a tu oponente. Me estaba subestimando.

No pudo terminar la frase, pues sus palabras se tornaron en gritos cuando la afilada hoja de mi sable comenzó a atravesar su carne. Su costado izquierdo se abrió, dando paso al filo de mi sable que llegó hasta mitad de su torso, momento en el cual el hombre arrogante dejó de gritar para perder completamente el conocimiento. Y la vida.

Saqué el arma provocando que el cuerpo de ese tipo cayera hacia un lado, desviando la atención mientras corría hacia el hombre de la izquierda que me había hecho ese daño en el brazo izquierdo. Aprovechándome del factor sorpresa me lancé lo más rápido que pude, pero no fue lo suficiente. Ese hombre logró esquivarme, pero se desetabilizó, momento que aproveché para darle una patada en las piernas y hacerle caer. Después giré mi cuerpo alzando el brazo del sable para acabar haciendo un golpe descendente que acabaría segando su brazo izquierdo mientras trataba de defenderse.

Me disponía a lanzar un segundo ataque para separar su cabeza de su cuerpo, pero un puñetazo en el costado me hizo caer de nuevo hacia un lado. Me desestabilicé y caí al suelo, el dolor cada vez era mayor, pero no era tan fuerte como lo había sido alguna de aquellas inyecciones, era algo que podía superar.

Tosí y salió sangre de mi boca de nuevo mientras trataba de estabilizarme. Me levanté de nuevo y me quedé mirando a ese tipo que me había golpeado. El otro tan solo gritó por unos instantes, pero pronto volvió a levantarse, sujetándose el brazo herido. Miró a su jefe, éste le asintió y ambos se lanzaron de nuevo al ataque. Solo tenía que preocuparme de un enemigo, el otro estaba sangrando mucho, no tardaría en dejar de ser un problema, pero estaba contra las cuerdas.

Había aprovechado la situación lo mejor que pude, pero aún así no me salió como esperaba y deseaba que saliera, no había conseguido acabar con todos, de hecho solo uno estaba muerto, otro estaba con un brazo menos y cada vez tenía el rostro más pálido por la pérdida de sangre, el tercero era el verdadero problema. Me veía obligado en todo momento a retroceder y bloquear sus ataques. Un puñetazo directo me impactó en la cara, haciéndome caer al suelo de nuevo, hacia atrás.

-Deja de jugar con él Lambret. Déjalo KO y vámonos.

Habíamos recorrido toda la sala. Noté el calor delante de mí. Alcé la cabeza mientras volvía a sangrar, ahora más abundantemente, ahí estaba el fuego prendido y crepitando. Las llamas casi se habían extinguido, pero todavía quedaba algún tronco y brasa candente con algo de fuego. Me dió una idea. Con gran esfuerzo me incorporé quedándome arrodillado frente a las llamas, jadeando. ¿Cómo me habían dejado en ese estado tán rápidamente? Esos tipos eran realmente duros. Aunque ahora solo quedaba uno de ellos, el otro parecía estar quedándose inconsciente un poco antes de que el tal Lambret me golpeara y me dejara en esa posición que tenía.

Giré un poco la cabeza para mirar a mi enemigo, tratando de ocultar mis manos con mi propio cuerpo. Sería la última de las cartas a jugar, si lograba que esto surtiese efecto, todavía podía tener una oportunidad, pero claramente esos tipos eran superiores a mí. El señor Bones incitó a ese hombre para que terminara todo de una vez, lo que provocó que ese tipo viniera directo hacia mí. Era ahora o nunca.

Me levanté girando hacia mi izquierda, hacia el lado que no tenía mi arma, lo lógico sería que lo hiciera hacia el otro lado, donde puedo ejecutar un ataque lo más rápido posible al tener que recorrer mi arma menos recorrido, pero no era atacar con el sable lo que pensaba hacer. Con mi mano izquierda había cogido un tronco en llamas que todavía no había ardido por uno de los extremos. Contaba con que ese tipo lo bloquease, siempre veía bien los ataques. Y así fue.

Al ser frenado en seco el tronco candente, por un golpe directo, trozos de ceniza y brasas saltaron de la madera y llegaron a su rostro, haciéndole retroceder durante un instante, el tiempo justo para que mi sable terminara de hacer su recorrido y le provocara un corte fatal en el cuello a ese tipo, que le hizo caer hacia atrás, provocando que se ahogase en su propia sangre sin poder hacer nada al respecto. Más atrás quedabael otro tipo que aún estaba vivo, jadeando y agonizando. Había logrado salir de esa.

Miré en profundidad, tan solo quedaban ese tal Bones y Hayate, pero este último estaba siendo amenazado por el hombre del palo. Le tenía cogido por la espalda, amenazando con estrangularlo con el propio bastón. Comencé a andar costosamente hacia él. Tenía que ayudarle, como fuera. Bones sencillamente reía mientras me miraba.

-Bravo muchacho. Debo reconocer que no me esperaba que fueras tan hábil. Ahora detente o lo mato.
-No te preocupes chico. No te preocupes por mí.

Bones apretó el cuello de Hayate, amenazándolo para que se callase.

-¿Quién te ha dado permiso para hablar?
-Suéltalo -dije jadeando. Lo cual tan solo provocó risas en el otro hombre.
-Vamos chico. ¿En serio piensas que estás en condiciones de negociar? -Apretó más el cuello de Hayate, quien parecía empezar a estar desesperado.- Yo, amigo mío, ya he ganado.

De pronto un fuerte golpe sacudió mi cuello por la parte trasera. Ahora lo recordaba, antes de que entrasen esos cuatro tipos, todavía había uno más sentado en la barra, un tipo misterioso que no había salido, aquél con el que había pensado comenzar a entablar una conversación. Se había escondido aprovechando la situación que habían generado los otros cuatro, le había perdido de vista y me había olvidado completamente de él.

El golpe fue muy fuerte, y sentí cómo la vista comenzaba a nublarse delante de mí. Perdí las fuerzas, caí de rodillas, mi mano se abrió soltando el sable que cayó a mis pies de nuevo. Había fracasado, había perdido. Probablemente ese era mi último día allí. Un segundo golpe me hizo perder completamente la consciencia. Había fallado en mi promesa. Lo único que podía hacer ahora, era disculparme con Tom y con Juuni. Ojalá pudieran escucharme.
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[A -T2] [Autonarrada] Malas personas - por Juuken - 07-01-2025, 10:51 PM

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