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Gavyn Peregrino
Rose Branwell
08-01-2025, 01:36 AM
Contemplé el puerto por un largo período de tiempo, o quizás se sentía así, como la masa de un caramelo producido industrialmente, que se estira y estira mientras está caliente hasta que se vuelve suave, sus colores opacos, inclusive los tonos cambian con cada nuevo estiramiento. Eso es lo que sucedía en el puerto, en realidad, eso es lo que sucedía en Loguetown: La ciudad era como una paradoja, no había cambiado en esencia en absoluto, seguía siendo el mismo lugar nauseabundo que era hace quince años, pero sus tonos cambiaron, las zonas de la ciudad se convirtieron en un cuadro con colores contrastantes, desde los más claros, alegres y cálidos, hasta los más oscuros, sombríos y fríos, incluso la luz y la ausencia de color mutaban, entremezclándose ligeramente en algunos puntos, aunque varios de esos puntos ni siquiera eran precisamente “buenos”.
Mis iris dorados se mecieron de un lado a otro en un lento vaivén, arrastrándose sobre navíos, clientes, mercaderes, intentando rastrear, e identificar a quien estaba buscando, a quien podría brindarme información suficiente acerca de la organización que planeaba golpear, quizás solo para desorganizarlos al principio, pero luego me encargaría de cazarlos uno a uno de ser necesario. Y, por supuesto, haría lo que debía hacer hace tanto tiempo, pero… Detuve mis pensamientos por un momento, ensimismado en una idea que podía complacerme… Sin embargo, lo descarté, estaba aquí para asesinar y solo asesinar, no sería justicia por mano propia sino. Había ciertas líneas, fronteras, que todavía no quería pasar, puede que no tuviese una moral intachable; ni quería tenerla, el Dios en el que no creo sabe que la moral es solo un ideal utópico para los libros; pero mi propia ética marca los límites de lo que hago o no.
Suspiré, regresando toda mi atención al lugar de mala muerte que era el puerto secundario, concentrándome en la tarea que tenía entre manos y no tanto en cosas que podía pensar posteriormente, cuando no tuviese la planificación de múltiples asesinatos en curso. Le di una calada a mi cigarrillo, casi estaba terminado, después de cuarenta minutos era lógico; usualmente fumaba para relajarme y, a veces, solo por hábito; fue entonces cuando las mareas del cambio trajeron una sorpresa inesperada o, mejor dicho, poco esperada, ya que una parte de mi si estaba preparada para tener un encuentro con las personas que, durante tanto tiempo, me hicieron daño. Lo que me asombraba es que aquel hombre que se encargó, personalmente, de mi cautiverio y tortura, estuviera allí, presente, vivo, como si no hubiese cometido uno y mil delitos aún más atroces.
Crucé los brazos, rodeándome con las manos mis bíceps, apretándolos con algo de fuerza para traerme a la realidad, necesitaba enfocarme, enfocarme en saber dónde iba, qué haría, con quien tendría contacto, que transacciones haría, quienes eran sus compradores, donde haría las transacciones, de donde provenían los “productos”, todo… Pero no tenía tiempo para todo, no sintiéndome como me sentía, tan ansioso por deslizar los filos de mis manos por su piel… Además debía interrogarlo para que me diga donde estaba el resto de sus compañeros, y si la organización había crecido lo suficiente para extenderse y migrar hacia otras islas, esperaba que no, o sentiría cada vez menos respeto por las fuerzas de la ley. La cojera era nueva ¿Herida? ¿El paso de los años? ¿Atrofia de los músculos de la pierna? Las líneas blancas en su cabello solo hacían que la herida metafórica en mi persona supure.
Inhalé profundamente y exhalé paulatinamente.
Si esa lacra aun se encontraba viva, deambulando precisamente por esta parte del puerto, significaba que continuaba arrastrándose o había subido de puesto, especialmente para ir por ahí con tanta desinhibición como ahora… Tomé con cuidado los guantes de mis manos, quitándomelos para guardarlos dentro del bolsillo de mi abrigo, siguiendo atentamente cada uno de los pasos del guardia de “Los Sin Rostro”, si, quizás sería útil, por la forma en que se comportaba en medio de un intercambio que podía ser potencialmente peligrosa. Cierro los ojos por un momento, cada recuerdo evocado por el rostro desagradable, marcado por los años y por la cicatriz irregular, me carcomía la cabeza poco a poco, no quería un flashback ahora, hace tanto no los tenía, desde que ella me encontró, me acogió, me cuidó, respetando mis decisiones, ayudándome con mis demonios. No, sería una falla en la promesa que le hice, y ya tenía demasiadas allí mismo.
Cuando volví a abrir los ojos el guardia se había ido, pero no muy lejos, la cojera y la soberbia no le permitirían huir de mi mirada vigilante, lo harían más lento cuando tuviese que escapar. Por supuesto el tipo iría a un bar, como era de esperar era un bar derruido, decaído, que daba pena de solo mirarlo, pero preferí quitarle importancia, no todos tienen la oportunidad de tener un local cerca del centro ignorante de la ciudad, supuse que había personas que tampoco estaban interesadas en estar allí. Estuve a punto de desviar mi mirada por un segundo, pero cuando mis ojos se cruzaron con la laca oscura que eran los ojos del guardia, la respiración se me atascó en la garganta, paralizándome en el sitio… No podía tragar, respirar, no podía moverme, me negaba a estar en esa jaula otra vez, pero no era capaz de no sentir nada.
El desconocimiento de su parte hace que mi sangre circule más rápido, que me hiervan las entrañas. Cuando entró en el bar supe que tenía un trabajo que hacer. Usé las sombras del callejón para subir con un batir de alas hasta el techo de uno de los edificios, me acerqué al centro, cuidando no utilizar las zonas metálicas para evitar la atención de los menos discretos y me aventé techo a techo, revisando cada callejón con eficiencia veloz hasta que estuve en el edificio junto al bar. Plagué las alas para que fueran lo menos llamativas posible, deslicé mis dedos en una de ellas para acicalarse y me puse de cuclillas antes de acercarme al borde del techumbre, el guardia se aleja de mi posición y del bar, pero le sigo la pista deslizándome nuevamente entre los techos hasta asomarme por el borde de ladrillo de este edificio.
Levanto el labio en una mueca de desagrado, poniendo distancia entre su posición y la mía con cuidado, extiendo ligeramente las alas para agitarlas, elevándome del techo en un suave movimiento, así desciendo por el callejón, pidiendo prestada la sutileza de las sombras nuevamente para ocultarme. Al llegar al pavimento mis alas se pliegan con solo un susurro y comienzo a caminar en dirección al hombre con las manos en los bolsillos, al pasar cerca de él junto todos los dedos de una mano, creando una pinza, lanzándome para agarrar uno de sus brazos y doblarlo detrás de su espalda en una posición incómoda, al mismo tiempo desenfundo el puñal en forma de pluma roja en el interior de mi abrigo, empujándolo contra la pared y apoyando el filo contra su garganta.
. – Si gritas te voy a cortar la garganta, así que te sugiero que mantengas la boca cerrada. –Apreté el filo contra su tráquea, marcando una línea en la piel– Porque no hablamos un poco acerca de tu trabajo ¿Hm? El que tenías hace unos quince o diez años.
Mis iris dorados se mecieron de un lado a otro en un lento vaivén, arrastrándose sobre navíos, clientes, mercaderes, intentando rastrear, e identificar a quien estaba buscando, a quien podría brindarme información suficiente acerca de la organización que planeaba golpear, quizás solo para desorganizarlos al principio, pero luego me encargaría de cazarlos uno a uno de ser necesario. Y, por supuesto, haría lo que debía hacer hace tanto tiempo, pero… Detuve mis pensamientos por un momento, ensimismado en una idea que podía complacerme… Sin embargo, lo descarté, estaba aquí para asesinar y solo asesinar, no sería justicia por mano propia sino. Había ciertas líneas, fronteras, que todavía no quería pasar, puede que no tuviese una moral intachable; ni quería tenerla, el Dios en el que no creo sabe que la moral es solo un ideal utópico para los libros; pero mi propia ética marca los límites de lo que hago o no.
Suspiré, regresando toda mi atención al lugar de mala muerte que era el puerto secundario, concentrándome en la tarea que tenía entre manos y no tanto en cosas que podía pensar posteriormente, cuando no tuviese la planificación de múltiples asesinatos en curso. Le di una calada a mi cigarrillo, casi estaba terminado, después de cuarenta minutos era lógico; usualmente fumaba para relajarme y, a veces, solo por hábito; fue entonces cuando las mareas del cambio trajeron una sorpresa inesperada o, mejor dicho, poco esperada, ya que una parte de mi si estaba preparada para tener un encuentro con las personas que, durante tanto tiempo, me hicieron daño. Lo que me asombraba es que aquel hombre que se encargó, personalmente, de mi cautiverio y tortura, estuviera allí, presente, vivo, como si no hubiese cometido uno y mil delitos aún más atroces.
Crucé los brazos, rodeándome con las manos mis bíceps, apretándolos con algo de fuerza para traerme a la realidad, necesitaba enfocarme, enfocarme en saber dónde iba, qué haría, con quien tendría contacto, que transacciones haría, quienes eran sus compradores, donde haría las transacciones, de donde provenían los “productos”, todo… Pero no tenía tiempo para todo, no sintiéndome como me sentía, tan ansioso por deslizar los filos de mis manos por su piel… Además debía interrogarlo para que me diga donde estaba el resto de sus compañeros, y si la organización había crecido lo suficiente para extenderse y migrar hacia otras islas, esperaba que no, o sentiría cada vez menos respeto por las fuerzas de la ley. La cojera era nueva ¿Herida? ¿El paso de los años? ¿Atrofia de los músculos de la pierna? Las líneas blancas en su cabello solo hacían que la herida metafórica en mi persona supure.
Inhalé profundamente y exhalé paulatinamente.
Si esa lacra aun se encontraba viva, deambulando precisamente por esta parte del puerto, significaba que continuaba arrastrándose o había subido de puesto, especialmente para ir por ahí con tanta desinhibición como ahora… Tomé con cuidado los guantes de mis manos, quitándomelos para guardarlos dentro del bolsillo de mi abrigo, siguiendo atentamente cada uno de los pasos del guardia de “Los Sin Rostro”, si, quizás sería útil, por la forma en que se comportaba en medio de un intercambio que podía ser potencialmente peligrosa. Cierro los ojos por un momento, cada recuerdo evocado por el rostro desagradable, marcado por los años y por la cicatriz irregular, me carcomía la cabeza poco a poco, no quería un flashback ahora, hace tanto no los tenía, desde que ella me encontró, me acogió, me cuidó, respetando mis decisiones, ayudándome con mis demonios. No, sería una falla en la promesa que le hice, y ya tenía demasiadas allí mismo.
Cuando volví a abrir los ojos el guardia se había ido, pero no muy lejos, la cojera y la soberbia no le permitirían huir de mi mirada vigilante, lo harían más lento cuando tuviese que escapar. Por supuesto el tipo iría a un bar, como era de esperar era un bar derruido, decaído, que daba pena de solo mirarlo, pero preferí quitarle importancia, no todos tienen la oportunidad de tener un local cerca del centro ignorante de la ciudad, supuse que había personas que tampoco estaban interesadas en estar allí. Estuve a punto de desviar mi mirada por un segundo, pero cuando mis ojos se cruzaron con la laca oscura que eran los ojos del guardia, la respiración se me atascó en la garganta, paralizándome en el sitio… No podía tragar, respirar, no podía moverme, me negaba a estar en esa jaula otra vez, pero no era capaz de no sentir nada.
El desconocimiento de su parte hace que mi sangre circule más rápido, que me hiervan las entrañas. Cuando entró en el bar supe que tenía un trabajo que hacer. Usé las sombras del callejón para subir con un batir de alas hasta el techo de uno de los edificios, me acerqué al centro, cuidando no utilizar las zonas metálicas para evitar la atención de los menos discretos y me aventé techo a techo, revisando cada callejón con eficiencia veloz hasta que estuve en el edificio junto al bar. Plagué las alas para que fueran lo menos llamativas posible, deslicé mis dedos en una de ellas para acicalarse y me puse de cuclillas antes de acercarme al borde del techumbre, el guardia se aleja de mi posición y del bar, pero le sigo la pista deslizándome nuevamente entre los techos hasta asomarme por el borde de ladrillo de este edificio.
Levanto el labio en una mueca de desagrado, poniendo distancia entre su posición y la mía con cuidado, extiendo ligeramente las alas para agitarlas, elevándome del techo en un suave movimiento, así desciendo por el callejón, pidiendo prestada la sutileza de las sombras nuevamente para ocultarme. Al llegar al pavimento mis alas se pliegan con solo un susurro y comienzo a caminar en dirección al hombre con las manos en los bolsillos, al pasar cerca de él junto todos los dedos de una mano, creando una pinza, lanzándome para agarrar uno de sus brazos y doblarlo detrás de su espalda en una posición incómoda, al mismo tiempo desenfundo el puñal en forma de pluma roja en el interior de mi abrigo, empujándolo contra la pared y apoyando el filo contra su garganta.
. – Si gritas te voy a cortar la garganta, así que te sugiero que mantengas la boca cerrada. –Apreté el filo contra su tráquea, marcando una línea en la piel– Porque no hablamos un poco acerca de tu trabajo ¿Hm? El que tenías hace unos quince o diez años.