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Alistair
Mochuelo
08-01-2025, 08:54 AM
Ver el mundo desde un par de ojos nuevos era una sensación que, sin falta, le producía escalofríos capaces de recorrerle el cuerpo entero, incluso por encima del frio voraz congelando el aliento que escapaba de entre sus labios. Incluso si su vista no se desplazaba en lo absoluto desde el lugar que se originaba, el concepto de "sentir" la presencia de otras criaturas era una novedad que no concebía posible hasta el momento en que había sido adoctrinado en esta misteriosa disciplina. Una novedad que, no había duda, había pagado cada minuto de entrenamiento dedicado y que aún tenía un horizonte completo disponible a recorrer por el mochuelo.
La información que este poder espiritual entregaría de vuelta a Alistair hizo que su ceño se frunciera de manera imperceptible por un instante, visualmente inexpresivo más que en una pequeña sutileza en sus facciones pero alarmado en sus pensamientos menos profundos. Lo que empezaría como un aura no tardó en convertirse en dos, estas dos en cuatro, y estas cuatro presagiarían la aparición eventual de doce presencias sin intención de pasar desapercibidas en ese plano invisible que Alistair observaba con sus ojos internos. Variaban entre el grupo que conformaban, con dos en concreto que conseguían hacer a su mano cuestionar cada pizca de segundo que no pasaba en una posición de alerta, apuntando al mango de su katana para tenerla lista al momento en que el arma de filo fuese requerida. Y otras tantas presencias... Menguantes, dubitantes, balanceándose entre su existencia e inexistencia. Un truco nuevo que les permitía enmascararse, o más probablemente, combatientes que habían contado con muy mala suerte y su cuerpo les estaba pasando factura, luchando por mantener todos sus adentros adentro, hasta la última gota de sangre.
El clima les jugaba en contra; con heridas graves, el cuerpo perdería temperatura a velocidades estrepitosas, y ninguna fuerza de voluntad le salvaría de tener menos del necesario líquido de vida recorriendo sus vasos sanguíneos.
Un nuevo cambio llamaría su atención: Tres imponentes presencias se separarían del grupo principal, avanzando raudas en una dirección que el lunarian no podría continuar monitoreando salvo que avanzase a toda velocidad hacia ellos, una acción hacia la cual estaría en contra dado el contexto que le rodeaba. Desconocía demasiado, se encontraba en tierras de otros y el nuevo ambiente era poco gentil para los inexperimentados. Si cometía el error de pensar poco sus movimientos y gastar energías sin antes garantizar que las cosas saldrían bien, tan solo se agotaría y sería presa fácil de lo que sea que acechara mas allá de las sombras que proyectaba la flora.
Ahora con el grupo principal cambiando de dirección y avanzando directamente hacia él, el mochuelo tenía en frente una decisión importante por tomar, y muy poco tiempo para evaluar cada posibilidad: Por lo que su Kenbunshoku pudo detectar, el mencionado grupo cargaba con heridos a cuestas, por no mencionar las propias heridas de quienes cargaban a otros, y el cansancio acumulado de lo que sea que los hubiese conducido hasta ese resultado. ¿Era sensato sacrificar el subterfugio y mostrarse de frente ante personas en ese estado? ¿O la sensatez residía en la opción contraria, ocultándose de individuos que lo superaban fácilmente en número?...
Tragó saliva. Era sin duda un movimiento arriesgado pero no precipitado: Decidió encarar al grupo a su llegada, no moviéndose del trayecto que el emplumado recorría y en el que eventualmente se cruzarían.
Incluso cuando el inusual tamaño de las auras que había detectado le había dado una pista que le permitía adivinar la estatura de los desconocidos, no pudo evitar sorprenderse nuevamente cuando la altura de las figuras macizas se hizo evidente frente a sus ojos una vez pudo escanearlas atravesando los últimos árboles que separaban al revolucionario de los Buccaneers -un denominativo que desconocía, pues desconocía mucho del mundo-. Era la primera vez que veía una raza de tal altura, salvo excepciones radicales como Umi o... De hecho, permitiéndose observarlos por un segundo, le era difícil no establecer correlaciones con Ragn. Un vistazo a sus físicos dejaba en claro que no eran desconocedores del conflicto, con más de uno contando extensas historias a través de las marcas que adornaban sus cuerpos como tatuajes de la mejor calidad. Pero lejos de una decisión estética, no se trataba de una elección sino de una consecuencia. Si surgía de un desenlace bueno o malo... Eso es algo que le gustaría descubrir a través de sus palabras y las de los contrarios.
La primera voz no tardó en hacerse escuchar, demandando su identidad y sus motivos. En respuesta, levantaría las manos completamente abiertas, con las palmas apuntando hacia los desconocidos. Lenguaje corporal del mas básico para restar amenaza a su presencia, tal que pudiera mostrarse mas amigable.
— Alistair Morgan. Estaba sobrevolando el lugar y he seguido una columna de humo hasta el asentamiento en esa dirección. — El emplumado señalaría en la dirección aproximada del lugar que venía con el pulgar sin mover mucho más la mano, y sin apartar la mirada de los hombres desconocidos. — ¿Por casualidad se dirigen hacia allá, o saben lo que ha sucedido? Me preocupa lo que ha podido pasarles a las personas, la comida que han dejado preparándose se ha estropeado completamente y la escena resultante parece salida de una novela relatando el crimen perfecto. — La preocupación en el tono del lunarian se mostraba completamente genuina, porque lo era. Se trataba de un ser mas empático de lo que le convenía en un mundo poco misericordioso con los incautos. Aun así, esto no lo detenía de sonreír a los demás tanto y tan seguido como le era posible, algo que no fue una excepción con los hombres recién llegados, a quienes dedicó una sonrisa suave a falta de no poder exhibir una mas grande, consecuencia del frío reduciendo la capacidad de sensación en sus labios.
— ¿Él se encuentra bien? — Preguntó poco después mientras su mirada se dirigía al hombre que estaba siendo llevado a cuestas, el cual indicaba con su estado claramente lo contrario. Pero prefería que otros se lo dijeran, y no asumirlo. Era un pequeño truco de psicología para cerrar distancia con otros, uno de los pocos que mantenía bajo la manga para facilitar las interacciones. Que fuese benevolente en casi toda instancia no le hacía ni despistado ni poco preparado. — Puedo ayudarlo, a él y a quien esté tan lastimado que no pueda valerse por sí mismo. Llevo bastante tiempo practicando mis conocimientos médicos y cargo algunos suministros conmigo que pueden ser de ayuda. Si no puedo garantizar su salud, al menos podré aumentar sus oportunidades de recuperación. — Ofrecía, genuinamente queriendo dar una mano. ¿Por qué más, si es que no eso, se encontraría allí? —Y si no se sienten en condiciones de confiar en un completo desconocido, siéntanse libres de apuntarme con todas sus armas a la vez durante mi intervención. Siempre que no interpongan nada entre el herido y mis manos, puedo realizar el tratamiento sin inconveniente.— Más que el aire gélido dificultándole una coordinación motriz fina estable, claro.
La información que este poder espiritual entregaría de vuelta a Alistair hizo que su ceño se frunciera de manera imperceptible por un instante, visualmente inexpresivo más que en una pequeña sutileza en sus facciones pero alarmado en sus pensamientos menos profundos. Lo que empezaría como un aura no tardó en convertirse en dos, estas dos en cuatro, y estas cuatro presagiarían la aparición eventual de doce presencias sin intención de pasar desapercibidas en ese plano invisible que Alistair observaba con sus ojos internos. Variaban entre el grupo que conformaban, con dos en concreto que conseguían hacer a su mano cuestionar cada pizca de segundo que no pasaba en una posición de alerta, apuntando al mango de su katana para tenerla lista al momento en que el arma de filo fuese requerida. Y otras tantas presencias... Menguantes, dubitantes, balanceándose entre su existencia e inexistencia. Un truco nuevo que les permitía enmascararse, o más probablemente, combatientes que habían contado con muy mala suerte y su cuerpo les estaba pasando factura, luchando por mantener todos sus adentros adentro, hasta la última gota de sangre.
El clima les jugaba en contra; con heridas graves, el cuerpo perdería temperatura a velocidades estrepitosas, y ninguna fuerza de voluntad le salvaría de tener menos del necesario líquido de vida recorriendo sus vasos sanguíneos.
Un nuevo cambio llamaría su atención: Tres imponentes presencias se separarían del grupo principal, avanzando raudas en una dirección que el lunarian no podría continuar monitoreando salvo que avanzase a toda velocidad hacia ellos, una acción hacia la cual estaría en contra dado el contexto que le rodeaba. Desconocía demasiado, se encontraba en tierras de otros y el nuevo ambiente era poco gentil para los inexperimentados. Si cometía el error de pensar poco sus movimientos y gastar energías sin antes garantizar que las cosas saldrían bien, tan solo se agotaría y sería presa fácil de lo que sea que acechara mas allá de las sombras que proyectaba la flora.
Ahora con el grupo principal cambiando de dirección y avanzando directamente hacia él, el mochuelo tenía en frente una decisión importante por tomar, y muy poco tiempo para evaluar cada posibilidad: Por lo que su Kenbunshoku pudo detectar, el mencionado grupo cargaba con heridos a cuestas, por no mencionar las propias heridas de quienes cargaban a otros, y el cansancio acumulado de lo que sea que los hubiese conducido hasta ese resultado. ¿Era sensato sacrificar el subterfugio y mostrarse de frente ante personas en ese estado? ¿O la sensatez residía en la opción contraria, ocultándose de individuos que lo superaban fácilmente en número?...
Tragó saliva. Era sin duda un movimiento arriesgado pero no precipitado: Decidió encarar al grupo a su llegada, no moviéndose del trayecto que el emplumado recorría y en el que eventualmente se cruzarían.
Incluso cuando el inusual tamaño de las auras que había detectado le había dado una pista que le permitía adivinar la estatura de los desconocidos, no pudo evitar sorprenderse nuevamente cuando la altura de las figuras macizas se hizo evidente frente a sus ojos una vez pudo escanearlas atravesando los últimos árboles que separaban al revolucionario de los Buccaneers -un denominativo que desconocía, pues desconocía mucho del mundo-. Era la primera vez que veía una raza de tal altura, salvo excepciones radicales como Umi o... De hecho, permitiéndose observarlos por un segundo, le era difícil no establecer correlaciones con Ragn. Un vistazo a sus físicos dejaba en claro que no eran desconocedores del conflicto, con más de uno contando extensas historias a través de las marcas que adornaban sus cuerpos como tatuajes de la mejor calidad. Pero lejos de una decisión estética, no se trataba de una elección sino de una consecuencia. Si surgía de un desenlace bueno o malo... Eso es algo que le gustaría descubrir a través de sus palabras y las de los contrarios.
La primera voz no tardó en hacerse escuchar, demandando su identidad y sus motivos. En respuesta, levantaría las manos completamente abiertas, con las palmas apuntando hacia los desconocidos. Lenguaje corporal del mas básico para restar amenaza a su presencia, tal que pudiera mostrarse mas amigable.
— Alistair Morgan. Estaba sobrevolando el lugar y he seguido una columna de humo hasta el asentamiento en esa dirección. — El emplumado señalaría en la dirección aproximada del lugar que venía con el pulgar sin mover mucho más la mano, y sin apartar la mirada de los hombres desconocidos. — ¿Por casualidad se dirigen hacia allá, o saben lo que ha sucedido? Me preocupa lo que ha podido pasarles a las personas, la comida que han dejado preparándose se ha estropeado completamente y la escena resultante parece salida de una novela relatando el crimen perfecto. — La preocupación en el tono del lunarian se mostraba completamente genuina, porque lo era. Se trataba de un ser mas empático de lo que le convenía en un mundo poco misericordioso con los incautos. Aun así, esto no lo detenía de sonreír a los demás tanto y tan seguido como le era posible, algo que no fue una excepción con los hombres recién llegados, a quienes dedicó una sonrisa suave a falta de no poder exhibir una mas grande, consecuencia del frío reduciendo la capacidad de sensación en sus labios.
— ¿Él se encuentra bien? — Preguntó poco después mientras su mirada se dirigía al hombre que estaba siendo llevado a cuestas, el cual indicaba con su estado claramente lo contrario. Pero prefería que otros se lo dijeran, y no asumirlo. Era un pequeño truco de psicología para cerrar distancia con otros, uno de los pocos que mantenía bajo la manga para facilitar las interacciones. Que fuese benevolente en casi toda instancia no le hacía ni despistado ni poco preparado. — Puedo ayudarlo, a él y a quien esté tan lastimado que no pueda valerse por sí mismo. Llevo bastante tiempo practicando mis conocimientos médicos y cargo algunos suministros conmigo que pueden ser de ayuda. Si no puedo garantizar su salud, al menos podré aumentar sus oportunidades de recuperación. — Ofrecía, genuinamente queriendo dar una mano. ¿Por qué más, si es que no eso, se encontraría allí? —Y si no se sienten en condiciones de confiar en un completo desconocido, siéntanse libres de apuntarme con todas sus armas a la vez durante mi intervención. Siempre que no interpongan nada entre el herido y mis manos, puedo realizar el tratamiento sin inconveniente.— Más que el aire gélido dificultándole una coordinación motriz fina estable, claro.