
Octojin
El terror blanco
08-01-2025, 10:47 AM
La bestia, incluso en su agonía, mantiene los ojos fijos en ti. Es como si también supiera que no hay hueco para los dos allí. Que uno de los dos debe caer para que el otro siga su camino... Y qué putada para él encontrarse con una Oni como tú. Puedes ver cómo sus movimientos se tornan erráticos y su respiración es bastante más pesada, pero hay algo en su mirada que sugiere una mezcla de desafío y resignación. Como era de esperar de una bestia así, no se rendirá fácilmente. Es como si entendiera que este enfrentamiento ha llegado a su clímax, como si aceptara que no hay escapatoria de la espiral de violencia que ambos habéis creado. Como si supiera que, en un simple golpe, se decidiría todo el combate. Y ese golpe está a punto de llegar.
Desde su posición agazapada, intenta reaccionar al movimiento que preparas. El cocodrilo, con las pocas fuerzas que le quedan, busca aprovechar cualquier oportunidad para invertir el curso del combate. Su musculosa cola se mueve de un lado a otro, levantando polvo y pequeñas rocas, mientras prepara un golpe ascendente con sus fauces abiertas. Sin embargo, no se espera lo que sucede a continuación.
Tu velocidad es abrumadora. En un abrir y cerrar de ojos, has cerrado la distancia que os separa, dejando a la criatura apenas tiempo para intentar una defensa. Sus dos patas delanteras se cruzan frente a su cuerpo en un intento desesperado por bloquear el golpe que se avecina. Pero el esfuerzo es completamente inútil. La fuerza y precisión con las que desciende tu espada cortan el aire como un relámpago, superando la resistencia de sus extremidades y rompiendo su defensa de una manera mucho más sencilla de lo que cabría esperar, y con un sonido seco y desgarrador puedes notar como también consigues penetrar su piel, dejando una visible herida en su cuerpo.
El impacto de tu siguiente ataque deja a la bestia tambaleándose. Y puedes notar que con su equilibrio perdido y su cuerpo vulnerable, ya no es un rival para ti, ni realmente para casi nadie. Sin embargo, decides no perder ni un momento. ¿Qué pasaría si todo fuese una teatralidad de la bestia? Parece poco lógico, pero quién sabe. Así que con una fluidez que solo se consigue tras años de entrenamiento y combates, sigues con un segundo golpe que encuentra su marca con aún más ferocidad. La hoja oscura de tu espada corta profundamente en el flanco de la criatura, arrancando un rugido de dolor que reverbera en el aire como un eco ensordecedor y que poco a poco hace que el propio grito vaya quedándose más seco.
El enorme cuerpo del cocodrilo, herido de gravedad, pierde toda su fuerza. Su masa colapsa contra el suelo, levantando una nube de polvo y escombros a su alrededor. Un intenso charco rojizo comienza a extenderse bajo su cuerpo, y el hedor acre de sangre mezclada con el sudor de la criatura invade el ambiente, haciendo que el aire se torne casi irrespirable. La criatura exhala un último resoplido débil, y su luz, esa intensidad feroz que ardía en sus ojos, finalmente se apaga. Ha caído, y lo ha hecho a manos de una excelente guerrera. Me imagino que eso, de alguna manera, habrá sido positivo.
Por un momento, el silencio reina. El viento acaricia suavemente la escena del combate, moviendo el polvo y las hojas caídas con una lentitud digna de aquél que mima algo, como si el mundo respirara tras el frenesí de la batalla. Entonces, de repente, un grito de júbilo rompe la quietud.
Los trabajadores, que hasta entonces habían observado con nerviosismo desde la distancia, sin atreverse a participar en la pelea, emergen de sus trincheras y refugios, corriendo hacia ti con expresiones de asombro y admiración. Pero no te preocupes por ellos, han esperado unos segundos a que la nube se levante un poco y se vea al cocodrilo totalmente vencido. Lo primero es la seguridad, claro... No son listos ni nada... Los primeros en llegar se lanzan hacia ti en abrazos apresurados, y sus palabras están llenas de agradecimientos y elogios.
—¡Eres increíble! ¡No hemos visto nada igual en toda nuestra vida! —grita uno de ellos mientras te rodea con entusiasmo.
—¡Esta historia hay que contarla! ¡Todos en la taberna deben saber lo que has hecho aquí! —añade otro, con los ojos brillando de emoción.
El ambiente se llena rápidamente de voces celebrando tu victoria, con una emoción desbordante mientras comparten el relato entre ellos, asegurándose de recordar cada detalle para narrarlo más tarde. Por momentos, casi puedes sentir que eres la heroína de una de esas canciones épicas que los bardos cuentan en los puertos y tabernas. Quizá hasta tengas la tuya propia.
Uno de los hombres, más tranquilo que los demás, se acerca y te da una palmada en el brazo. Lleva consigo una sonrisa que será difícil que se le borre. Y puedes notar que está completamente aliviado al ver cómo has acabado con la bestia.
—Por favor, ven con nosotros a la taberna. Necesitas un descanso. Te trataremos las heridas y nos aseguraremos de que estés bien. Esto es algo que recordaremos siempre, pero no queremos que te quedes así, cubierta de sangre y agotada. —puedes notar que su tono es cálido y lleno de respeto.
Es evidente que, para esta gente, no eres solo alguien que les ha salvado de una amenaza. Eres un símbolo de esperanza y fortaleza, una leyenda nacida en medio de su humilde vida cotidiana. Te invitan a caminar con ellos, prometiendo agua caliente para una ducha, atenciones médicas y un merecido descanso. No está nada mal, ¿no? Yo que tú me aprovechaba de la generosidad de esta gente. No es fácil encontrar algo así.
Mientras te acompañan —si es que decides ir con ellos—, algunas miradas se vuelven hacia el cuerpo inmóvil del cocodrilo gigante. Uno de los hombres se detiene y comenta en voz baja que es increíble que hayas podido con algo así y que la gente hablará de eso durante generaciones. De la cazadora que derrotó a la bestia imposible.
Parece que, a partir de ahora, tu nombre estará ligado a esta isla y a esta historia. Una cazadora, una guerrera, una leyenda viviente. Mientras el camino hacia la taberna se abre ante ti, te das cuenta de que esta victoria es más que una simple batalla ganada. Es un recordatorio de la fuerza que llevas dentro y del impacto que puedes tener en el mundo que te rodea.
Desde su posición agazapada, intenta reaccionar al movimiento que preparas. El cocodrilo, con las pocas fuerzas que le quedan, busca aprovechar cualquier oportunidad para invertir el curso del combate. Su musculosa cola se mueve de un lado a otro, levantando polvo y pequeñas rocas, mientras prepara un golpe ascendente con sus fauces abiertas. Sin embargo, no se espera lo que sucede a continuación.
Tu velocidad es abrumadora. En un abrir y cerrar de ojos, has cerrado la distancia que os separa, dejando a la criatura apenas tiempo para intentar una defensa. Sus dos patas delanteras se cruzan frente a su cuerpo en un intento desesperado por bloquear el golpe que se avecina. Pero el esfuerzo es completamente inútil. La fuerza y precisión con las que desciende tu espada cortan el aire como un relámpago, superando la resistencia de sus extremidades y rompiendo su defensa de una manera mucho más sencilla de lo que cabría esperar, y con un sonido seco y desgarrador puedes notar como también consigues penetrar su piel, dejando una visible herida en su cuerpo.
El impacto de tu siguiente ataque deja a la bestia tambaleándose. Y puedes notar que con su equilibrio perdido y su cuerpo vulnerable, ya no es un rival para ti, ni realmente para casi nadie. Sin embargo, decides no perder ni un momento. ¿Qué pasaría si todo fuese una teatralidad de la bestia? Parece poco lógico, pero quién sabe. Así que con una fluidez que solo se consigue tras años de entrenamiento y combates, sigues con un segundo golpe que encuentra su marca con aún más ferocidad. La hoja oscura de tu espada corta profundamente en el flanco de la criatura, arrancando un rugido de dolor que reverbera en el aire como un eco ensordecedor y que poco a poco hace que el propio grito vaya quedándose más seco.
El enorme cuerpo del cocodrilo, herido de gravedad, pierde toda su fuerza. Su masa colapsa contra el suelo, levantando una nube de polvo y escombros a su alrededor. Un intenso charco rojizo comienza a extenderse bajo su cuerpo, y el hedor acre de sangre mezclada con el sudor de la criatura invade el ambiente, haciendo que el aire se torne casi irrespirable. La criatura exhala un último resoplido débil, y su luz, esa intensidad feroz que ardía en sus ojos, finalmente se apaga. Ha caído, y lo ha hecho a manos de una excelente guerrera. Me imagino que eso, de alguna manera, habrá sido positivo.
Por un momento, el silencio reina. El viento acaricia suavemente la escena del combate, moviendo el polvo y las hojas caídas con una lentitud digna de aquél que mima algo, como si el mundo respirara tras el frenesí de la batalla. Entonces, de repente, un grito de júbilo rompe la quietud.
Los trabajadores, que hasta entonces habían observado con nerviosismo desde la distancia, sin atreverse a participar en la pelea, emergen de sus trincheras y refugios, corriendo hacia ti con expresiones de asombro y admiración. Pero no te preocupes por ellos, han esperado unos segundos a que la nube se levante un poco y se vea al cocodrilo totalmente vencido. Lo primero es la seguridad, claro... No son listos ni nada... Los primeros en llegar se lanzan hacia ti en abrazos apresurados, y sus palabras están llenas de agradecimientos y elogios.
—¡Eres increíble! ¡No hemos visto nada igual en toda nuestra vida! —grita uno de ellos mientras te rodea con entusiasmo.
—¡Esta historia hay que contarla! ¡Todos en la taberna deben saber lo que has hecho aquí! —añade otro, con los ojos brillando de emoción.
El ambiente se llena rápidamente de voces celebrando tu victoria, con una emoción desbordante mientras comparten el relato entre ellos, asegurándose de recordar cada detalle para narrarlo más tarde. Por momentos, casi puedes sentir que eres la heroína de una de esas canciones épicas que los bardos cuentan en los puertos y tabernas. Quizá hasta tengas la tuya propia.
Uno de los hombres, más tranquilo que los demás, se acerca y te da una palmada en el brazo. Lleva consigo una sonrisa que será difícil que se le borre. Y puedes notar que está completamente aliviado al ver cómo has acabado con la bestia.
—Por favor, ven con nosotros a la taberna. Necesitas un descanso. Te trataremos las heridas y nos aseguraremos de que estés bien. Esto es algo que recordaremos siempre, pero no queremos que te quedes así, cubierta de sangre y agotada. —puedes notar que su tono es cálido y lleno de respeto.
Es evidente que, para esta gente, no eres solo alguien que les ha salvado de una amenaza. Eres un símbolo de esperanza y fortaleza, una leyenda nacida en medio de su humilde vida cotidiana. Te invitan a caminar con ellos, prometiendo agua caliente para una ducha, atenciones médicas y un merecido descanso. No está nada mal, ¿no? Yo que tú me aprovechaba de la generosidad de esta gente. No es fácil encontrar algo así.
Mientras te acompañan —si es que decides ir con ellos—, algunas miradas se vuelven hacia el cuerpo inmóvil del cocodrilo gigante. Uno de los hombres se detiene y comenta en voz baja que es increíble que hayas podido con algo así y que la gente hablará de eso durante generaciones. De la cazadora que derrotó a la bestia imposible.
Parece que, a partir de ahora, tu nombre estará ligado a esta isla y a esta historia. Una cazadora, una guerrera, una leyenda viviente. Mientras el camino hacia la taberna se abre ante ti, te das cuenta de que esta victoria es más que una simple batalla ganada. Es un recordatorio de la fuerza que llevas dentro y del impacto que puedes tener en el mundo que te rodea.